Fotogramas

Fotogramas

«Érase una vez una bonita y escuálida muchacha. Vivía sola exceptuando un gato sin nombre».

Acaba la película, la gente abandona la sala del cine Doré, sede de la Filmoteca Nacional, pero tú permaneces sentado. Siempre te ha gustado leer los títulos de crédito y escuchar la música, aunque conoces esta película de memoria. Junto a «Manhattan» y «El apartamento» forman tu trilogía favorita, con unos personajes que corren al final en busca del amor cuando se dan cuenta de que estaban ciegos.

Miras hacia atrás en el instante en que aparece el nombre de Blake Edwards en la pantalla y observas que otra persona tampoco se ha levantado. Es una mujer. Se encuentra sola. Lleva gafas. Está muy delgada. Debe de tener unos treinta años. Te extraña que no se haya quitado la gabardina, que parece mojada. Piensas en el personaje de Holly y no puedes evitar un cierto escalofrío. Ella también se fija en ti. Se levanta. Se acerca a tu butaca. Te pregunta si has visto a su gato. Mira hacia la pantalla en blanco. Te dice que entró en el cine con el gato escondido en la gabardina. Se le escapó de las manos cuando Holly lo dejaba en el callejón. Supuso que volvería a su lado en seguida, como siempre, pero en esta ocasión no lo había hecho y estaba preocupada.

No tengo nada que hacer el resto de la tarde, le dices con una sonrisa. Si quieres lo buscamos juntos. ¿Harás eso por mí?, te dice ella. Y añade que la gente no suele hacer nada por nadie, ni preocuparse por el fondo personal de los demás. Supongo que las personas se pertenecen las unas a las otras, dices mirándola a los ojos.

Ella se quita las gafas y alguien apaga las luces de la sala.

Autor

Novelista y catedrático de Política Económica, es profesor en los prestigiosos ICADE (Universidad Pontificia de Comillas) y CUNEF (Universidad Complutense de Madrid). Licenciado y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y máster en Estudios Literarios y en Literatura Española. Ha escrito varios libros de economía y decenas de artículos, así como cinco novelas (La muerte lenta”, 1995, “Vivir es ver pasar”, 1997, “La paz de febrero”, 2006, “Entrevías mon amour”, 2009 y “Las mentiras inexactas”, 2012), sendos ensayos sobre los escritores Manuel Rico, 2012, y Haruki Murakami, 2013, y un libro de microrrelatos, los "Cuentos de los viernes", 2015. En la actualidad está escribiendo un segundo libro de microrrelatos: "Cuentos de los otros" y una nueva novela.

2 comments

  • La figura del gato aparece ficcionalizada en muchos de los relatos y las novelas de escritores famosos y célebres quizás, porque la gran mayoría se aferra a un felino como animal de compañía que por ser independientes y agradecidos con la compañía humana son los animales idóneos para convivir y se establece una especie de simbiosis gato-escritor. Destaquemos a Julio Cortázar y su gato T.W. Adorno, el autor que menciona a los gatos en su obra “Rayuela” y en “El último round”; Borges y su gato blanco Beppo al que le escribió poemas; Rad Bradbury identifica las ideas con las gatos y decía “Haz que te sigan; para Charles Bukowsky los gatos son “sus profesoras”, periodista y escritor estadounidense, principalmente conocido por la novela Breakfast at Tiffany’s (Desayuno en Tiffany’s) (1958); Hemingway profesaba un gran amor a los gatos dotándole de honestidad emocional, otros como Herman Hesse, A. Huxley, Lord Byron, Sartre..…y por último Haruki Murakami, del que Justo Sotelo realizó su tesis doctoral “La semántica ficcional de los mundos posibles de Haruki Murakami” y en la cual Sotelo nombra la palabra e identifica la caracterización y simbología del “gato” exactamente 44 veces. El gato aparece en novelas y cuentos (Kafka en la Orilla, 1Q84, el cuento de Los gatos antropófagos y Crónica del pájaro que da cuerda al mundo) siendo la transformación del mito clásico en moderno repleto de simbología e imágenes.

    En el paratexto del relato aparece Audrey Hepburn, protagonista de “Desayuno con diamantes” que ama a su gato como a su propia música, la que toca desde su ventana cada tarde con la guitarra; ese amor por el gato se identifica en el relato de Justo Sotelo con el que siente “la ciega” en el cine Doré. Un relato con diferentes planos donde se pasa de un narrador en tercera persona a uno en segunda o autodiegético, es decir, el narrador relata la historia de la cual él es el personaje principal, en este caso, el héroe que se ofrece en ayudar a la ciega a encontrar su gato, el cual había guardado debajo de la gabardina para entrar al cine. Su única compañía, la música y el gato, idénticas a las de Audrey Hepburn en la película. La figura del gato del relato de Sotelo se asemeja a los de Murakami como símbolo de búsqueda física o interna (El enigma de encontrar al gato y la búsqueda por parte de ambos protagonistas o código epistémico del relato) al igual que se considera como nexo entre los dos personajes, él (el narrador) y ella. Una atmósfera sutil e inteligente donde el avispado autor de la ficción nos introduce de nuevo en los pasadizos de Cortázar o en los pozos de Murakami para pasar de un plano especio-temporal a otro mostrando a veces, el instinto humano a través de la ceguera de la mujer y relegando la parte racional o inteligente.

    Como siempre ENHORANUENA al autor y un 10 por la originalidad y la estructura de la narración. Un beso excelente escritor.

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  • de la diferencia fundamental entre cerrarse o abrirse al mundo
    de andar ciegos por la vida o con los ojos bien abiertos
    del salto hegeliano del yo al nosotros
    de ‘El ensayo sobre la ceguera’ de Saramago
    o de la ‘Oscuridad no miente’ de Bataille
    en fin, son tantas las cosas que vienen de golpe
    tras la lectura de este breve relato
    que no queda más que confirmar una vez más
    la gran sensibilidad, sutilidad, destreza e ingenio de su autor
    gracias – Roranna, 300916

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