Todas las casas, escrita por Aldara Molero y Natalia Mariño, y puesta en escena por la primera, sitúa la acción en el único escenario posible: el universo, un arcano por descifrar, dando por válida la teoría del Big Bang. Sabemos que, en una fracción de segundo, el universo pasó de un estado extremadamente denso y caliente a expandirse rápidamente, dando origen absolutamente a todas las partículas fundamentales que, con el tiempo, formaron átomos, luego estrellas, galaxias y, finalmente, planetas como el nuestro.
Esta expansión continúa imparable. Gracias a los radiotelescopios, los científicos pueden observar el pasado, pues la luz de estrellas y galaxias lejanas ha viajado durante millones de años antes de llegar a nosotros, solapando presente, pasado y futuro.
Nosotros mismos estamos hechos de materia forjada en el interior de antiguas estrellas. Cuando morimos, nuestros átomos no desaparecen: siguiendo las leyes de la termodinámica, la materia simplemente se transforma y vuelve a integrarse en el ciclo cósmico, sin que se desperdicie ni una sola partícula.
Lo anterior nos suena ajeno, y sobrevivimos ocupados en buscar el sustento, en satisfacer las pulsiones afectivas y sexuales, aunque, a veces, algo nos avisa de que hemos abandonado nuestro medio natural. Vivimos rodeados de pantallas, en casas cuyas ventanas no dan a ninguna parte. Quizá por eso… o quizá por eso…
… para un hombre, el tiempo se detiene cuando recibe la noticia de que ha muerto su padre. La corrección social hace que sus compañeros le consuelen y le aconsejen que no se encierre en sí mismo, que busque apoyo en amigos y seres queridos, mientras el grupo, en compacto, retrocede para dejar claro que con ellos no cuente. Y quizá no sea falta de solidaridad, sino que nos aterra el vacío inexplicable que llega tras la muerte.
… o un hombre que no logra alcanzar un orgasmo y reacciona de manera violenta, humillando a la profesional que ha contratado para el servicio, por el hecho de que existan mercenarias para satisfacer nuestros instintos naturales, a las que usamos y después despreciamos.
… o, en la habitación de un hotel, una camarera de piso intenta calmar a una compañera que sufre un ataque de ansiedad. Dos personas encerradas en un lugar con moqueta y entelado, tan artificial como un refugio nuclear.
… o un hombre que coge un taxi y juega con la mujer que lo conduce, simulando que está en sus manos, que puede decidir su futuro. Y lo hace por el mero placer de sentirse poderoso, de paliar, aunque sea por un instante, que no es más que un animalillo evolucionado.
Ante nuestra nimiedad dentro de un universo en el que, por un lado, nuestro paso es fugaz y, por otro, somos irrepetible, necesitamos significar nuestra existencia. Y por eso, como adelantan Aldara Molero y Natalia Mariño, necesitamos ser narrados. Señalan al público que lo que está ocurriendo en el escenario es un cuento, pero ese cuento, mientras se representa y el público lo ve, no es ficción, porque intérpretes y espectadores lo están viviendo. Aunque la realidad en que existimos es un presente imparable, por lo que apenas ocurre un hecho, ya es pasado, con la posibilidad de ser narrado como un cuento.
La dramaturgia de Molero yMariño está creada con instantes dispersos, con distintos protagonistas que se solapan, en una función ambiciosa en su fondo pero que Aldara Molero en su forma, nos la presenta de manera sencilla: un acierto para no caer en lo pretencioso.
Efraín Rodriguez, Lucía Sánchez, Adriá Olay, Rebeca Hernando y Abraham Arenas se desdoblan para encarnar a todos los personajes sin detenerse, otorgándoles la entidad suficiente para que los identifiques. Logran un buen trabajo en conjunto y, cuando la pieza se detiene más tiempo en uno de ellos, el resultado es aún más potente.
Todas las casas se estrena el 13 de febrero, y permanecerá en cartel hasta el 1 de marzo de 2025, de jueves a sábado a las 20h30, en la Sala Teatro Cuarta Pared más información AQUÍ.
Vestuario y escenografía: Berta Navas, Sonido y audiovisuales: Kevin Dornan. Diseño de iluminación: Nuria Henríquez. Fotografía: La Megías Fotos. Grabación y edición de vídeo: Javier Sánchez-Guerrero. Diseño de cartel: Irene Glez Lara (Verde Pistacha)
Producción, distribución y comunicación: Cuarta Pared
Desde que me puse delante de una cámara por primera vez a los dieciséis años, he fechado los años por películas. Simultáneamente, empecé a escribir de Cine en una revista entrañable: Cine asesor. He visto kilómetros de celuloide en casi todos los idiomas y he sido muy afortunado porque he podido tratar, trabajar y entrevistar a muchos de los que me han emocionado antes como espectador. He trabajado de actor, he escrito novelas, guiones, retratado a toda cara interesante que se me ha puesto a tiro… Hay gente que nace sabiendo y yo prefiero morir aprendiendo.
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