Se ha estrenado “EL FIN” de Paco GámezGanador del II Certamen Internacional de Comedia del Teatro Español, bajo la dirección deJosé Martret, como señala el galardón es una comedía, pero la función arranca con un telón color Oro, que se abre a la veneciana, y la voz de la actriz Marta Malone, cantando un tema de Rocío Jurado que, nos avisa que la comedia será un espectáculo.
Gámez, ha escrito la historia de un caos, pero con un rigor y una carpintería muy sólida, que es algo que siempre agradece el espectador. El dramaturgo donde despliega innovación y talento es en los diálogos, un talento que da continuidad a nombres como Miura, Neville, Poncela, con alguna mención, como cuando el abuelo cuenta su historia de amor, nombra el famoso y lujoso hotel Felipe II, de San Lorenzo de El Escorial, presente en las obras de Alfonso Paso.
La protagonista es una mujer, se llama Lina y es una docente, a la que su marido le dejó por otra, con un hijo en común Rober, que no acaba de encajar ni literalmente, ni en la practica con Oriol, el profesor de gimnasia, tan atlético como básico, las filigranas para practicar el sexo, precisan de una preparación especial, y son muy divertidas.
De pronto la televisión interrumpe su emisión, porque la presidenta de la Nación -una mujer tan directa como cañí-, tiene que dar una noticia muy importante, y sin mucho rodeo cuenta que ha llegado el fin del mundo, que quedan diez horas escasas para que el planeta explote.
Lina, escucha la noticia en compañía Ljubicica. Un personaje de una pieza, interpretado por Marta Malone, que es una trabajadora del centro docente. A ella nada le asusta, ni nada le espanta. Justifica su estoicismo “porque ella, es bosnia”, les acompañan, un alumno que aparentemente duerme, al que llaman “El drogas”, y Oriol, el ya nombrado profesor de gimnasia.
Lina decide hacer una lista de cosas que quiere hacer antes de que el tiempo se acabe. La mujer bosnia, apunta que le hubiera gustado ser bailarina de folclore balcánico, pero como es bosnia, está segura de qué, no va a pasar nada. Lina apunta en su lista, que quiere despedirse de su hijo, su madre, su abuelo, lamenta no haber podido ser actriz, y querría echar su último polvo en condiciones.
El drogas, el alumno que aparentemente está dormido, cuando hay más personas. Habla con Lina, cada vez que se quedan a solas, con asombro la profesora descubre que es un pozo de sabiduría, y un experto en la reflexión filosófica. El chico le da las gracias por haberle descubierto a María Zambrano, le dice que dónde va con Oriol, y le felicita porque su hijo Rober, es maravilloso. A la pregunta de si le conoce, afirma que sí, y que incluso ha tenido una relación con él, ante la pregunta de si su hijo es homosexual, la respuesta tajante es que no, que eso son etiquetas del hetero patriarcado caduco, sobre ese tema volverán más tarde.
Antes de irse El drogas, ofrece a Lina un porro, ella lo rechaza, pero él, se lo deja en la bandeja donde se deja la tiza, y los borradores en las pizarras.
Lina en su coche cruza la ciudad en busca de Rober, su hijo, hasta que una monja le quita las llaves con el argumento chantaje, de que ella ha de llegar a París, porque en lo alto de la torre Eiffel, tuvo su revelación divina, nuestra heroína accede, y antes de irse le pide que si se da el caso, le hable a Dios de ella.
En su búsqueda sin tregua de Rober, la llevará a casa de su madre, Curra. Una ama de casa con la carga de un padre en silla de rueda, y la cabeza perdida, personaje al que da su punto, la actriz Esperanza Elipe. Curra está tan negada a ver la realidad, que lo único que le importa es que antes de que se acabe el mundo, pueda conocer el desenlace de un culebrón turco, que sigue.
En privado Felipe, el abuelo de Lina –Juan Carlos Sánchez– preguntará a su nieta, que sí tiene un cigarrito de la risa de los que le trae Rober. Sin mucha resistencia por parte de Lina, se fuman el porro que le dejó “El drogas” en la pizarra. Bajo su efecto volverá a salir el tema de porqué etiquetar el deseo de nadie. Felipe a cambio del porro le contará, una historia fascinante de un idilio que mantuvo en los sesenta con un estrello americano, llegando a afirmar que la canción “Extraños en la noche”, fue escrita después de su primer encuentro.
Lina piensa que ni conoce a su hijo Rober, ni conoce a su abuelo. Al primero finalmente lo encuentra en el “templo del capitalismo”, que es el Corte Inglés, -el actor Álex Mola, lleva sobre su ropa, un traje plateado en su papel de hijo de Lina-. Ella que vive apurando cada segundo se unirá con Rober y a el drogas, en su propósito de liberar a los animales del zoo.
La heroína de EL FINes Lina, en el camino de cumplir con sus últimos deseos, conocerá el significado de palabras como pansexual o pangénero, como ejemplo su abuelo, y su hijo. Sabrá que realmente no quería ser actriz, y por boca de “El drogas”, -un papel que redondea el actor Pepe Sevilla-, que la vida es un presente continuo.
La protagonista indiscutible es Lina, ella solita realiza su proeza personal de cumplir sus deseos. La interpreta Toni Acosta, una actriz muy dúctil, con unos recursos que le colocan entre las mejores.
En EL FIN, los protagonistas no son los “hombres” en su papel asignado de salvadores, y la única representación de uno hombre en el sentido tradicional es Oriol, el profesor de gimnasia, que parece que sus músculos le impiden la circulación, que riega el cerebro, lo que no le permite hilar las palabras suficientes para verbalizar un pensamiento, y siempre con el yo, por delante, por físico y calidad de su interpretación, a Oriol lo clava el actor actor que es Rubén de Eguía.
Me falta por nombrar a la actriz Astrid Jones, una gema pulida tanto cuando interpreta a Sor Delia, como cuando le despojan de su hábito, que esconde un traje de cristales plateado, con una minifalda de vértigo, canta y baila con el resto del reparto un número musical.
Lo que escribo tiene como intención que acudáis al teatro a ver una representación de EL FIN. La pieza de Gámez, tiene tantas lecturas como espectadores la reciban. Lo que os aseguro es, que nada de lo que se dice os sonará ajeno, reiréis con ganas, y disfrutareis de unos números musicales a la altura del mejor Music Hall.
La dirección de José Martret, por una parte, está al servicio del texto de Gámez, pero conociendo al director, seguro que tiene mucho que ver con el glamour de los números musicales, pone a bailar a todo el elenco, porque puede y pueden. Sin darnos cuenta, pasa de la comedia al musical, para volver a la palabra de la comedia, con lo que nos entrega, un espectáculo redondo.
A este resultado final, contribuye el espacio escénico de Alessio Meloni, la iluminación de David Picazo y el vestuario de Ana López. En esta ocasión las videoscenas que realizadas por Emilio Valenzuela y Joan Rodón, tienen su protagonismo, porque a través de ellas conoceremos primero la noticia, y después el seguimiento, de la peculiar presidenta, interpretada por la actriz Sílvia Abril, sin fisura.
Paco Gámez de la mano de Martret, entra por la puerta grande del Teatro Español, y sale a hombros por la puerta del Príncipe, como los toreros de la Maestranza sevillana, y sin necesidad de torturar a ningún animal. Solo sumando talento.
Desde que me puse delante de una cámara por primera vez a los dieciséis años, he fechado los años por películas. Simultáneamente, empecé a escribir de Cine en una revista entrañable: Cine asesor. He visto kilómetros de celuloide en casi todos los idiomas y he sido muy afortunado porque he podido tratar, trabajar y entrevistar a muchos de los que me han emocionado antes como espectador. He trabajado de actor, he escrito novelas, guiones, retratado a toda cara interesante que se me ha puesto a tiro… Hay gente que nace sabiendo y yo prefiero morir aprendiendo.
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