Los gigantes de la montaña de Luigi Pirandello, presentada por AlmaViva Teatro y puesta en escena por César Barló, es una propuesta insólita para una compañía privada: nueve actores realizan un trabajo coral perfectamente engranado. Desde el inicio, diré que el trabajo de todos los que contribuyen a esta puesta en escena, con César Barló a la cabeza, nos entrega un espectáculo extraordinario.
La obra de Pirandello es una pieza inconclusa que consta de tres actos, pero es suficiente lo que el autor dejó escrito para presagiar la falta de espacio para el arte en una sociedad puramente mercantil, globalizada en sus consignas, donde los poderosos son capaces de envenenar mares, contaminar atmósferas y talar selvas por mera especulación económica, como si vivieran en otro planeta, con su propio aire y agua, ajenos al paisaje arrasado y envenenado que dejan tras de sí.
La historia se nos presenta como un cuento fuera del tiempo, con la llegada de una compañía de teatro a un lugar llamado La Scalogna, gobernado por el Mago Cotrone, donde la imaginación tiene el poder de dar vida a los sueños. Cotrone representa el mundo de la creación pura, donde el arte puede existir sin las limitaciones impuestas por la necesidad de aceptación social, una utopía aplicable a cualquier espíritu creador.
La obra es rigurosamente simbólica y metafórica, y nombra La Scalogna como un lugar de libertad, mientras que los Los gigantes de la montaña representan una sociedad sin sentido, cuya presión inclemente coarta las libertades individuales y colectivas.
La compañía que llega a La Scalogna, guiada por las luces y trucos que los habitantes de la villa usan para alejar indeseables, no advierte peligro alguno; al contrario, ve en esas señales un faro de salvación cuando se encontraban perdidos en su camino hacia la tierra de Los gigantes de la montaña, donde han sido contratados para representar una obra en los fastos de una boda. Cotrone, al enterarse de su destino, les advierte para que no continúen su camino y se queden en la villa, informándoles de que, para los gigantes de la montaña, no hay lugar para el arte ni para la realización en libertad.
La compañía no puede representar la función porque carecen de vestuario, atrezo, decorado y actores suficientes, pero la vehemencia de Ilse, la primera actriz, asegura que los pilares fundamentales están. La carencia de escenografía y vestuario se suple, y lo que no se puede representar por falta de actores se lee, permitiendo entregar la función completa al público. La actriz y condesa viaja con su marido, el conde, y dos actores más, arrastrando la ausencia de un poeta que se quitó la vida porque ella, aun estando enamorada de él, no quiso entregarse.
César Barlólogra materializar la intención del texto, que gira en torno a la reflexión sobre el arte, la realidad y la incomprensión del mundo hacia la creación artística, aplicable también a la libertad personal.Pirandello explora el espacio impreciso, como las pinceladas de una acuarela, entre la imaginación y la realidad, la poesía y la dura existencia en la que vivimos.
La puesta en escena deBarló es oro molido porque hace fácil lo difícil, en una pieza en la que la magia modifica lo que creemos cierto, de tal manera que es precisamente esa magia la que crea directamente lo que tomamos por realidad.
El director representa la función en tres espacios diferentes. El primero es circular, con una columna en el centro que favorece la acción, en la que los habitantes de la villa se van transformando en los miembros de la compañía recién llegada.
En este juego metateatral, Teresa Alonso la actriz que interpreta a la de la ficción compone a Ilse como la manifestación de un ego que percibe el mundo girando en torno a ella. Es una personalidad que encuentra en la creación un campo infinito: “ella” que se retiró y únicamente volvió porque se enamoró de las palabras del poeta; “ella” que se casó con el conde. Su marido, el conde, y un actor de la compañía –David Ortega-, al que le da una de cal y otra de arena, sienten por “ella” una mezcla de amor y odio que, para mí, se decanta más hacia el segundo sentimiento, pues fue por “ella” que el poeta se quitó la vida. Sin embargo, todos los demás se le desdibujan: su única luz es la representación que ansía llevar a cabo. La actriz Teresa Alonso la interpreta maravillosamente, en una interpretación hiperbólica sin límites para un personaje que es un gozo para cualquier actriz. Del mismo modo, José Gonçalo Pais da vida al mago Cotrone con una interpretación histriónica y precisa, adecuada para un personaje cuyo conocimiento le otorga un poder casi sobrenatural, verlos interactuar a ambos es un gozo.
El segundo espacio, creado por Juan Sebastián Domínguez, recrea con acierto una especie de desván del tiempo para la noche que pasan los actores en la casa, una velada reveladora que señala la dualidad en la que viven y vivimos.
La noche es propicia para intuir que pasado, presente y futuro cohabitan sin molestarse, solapándose. Ante los ojos de los personajes se abre el arcano de la magia, cuando Cotrone completa la compañía con una especie de autómatas que sustituyen a los actores ausentes, sin conocer el texto.
Conoceremos al poeta, encarnado por Moisés Chic, y presenciaremos cómo termina con su vida; pero los actores de la compañía, que creen no poder dormir —interpretados por David Ortega y la pareja de amantes formada por Samuel Blanco y Paula Susavila—, comprobarán que se puede vivir mientras se duerme, cuestionando así la veracidad del suicidio y el parlamento previo del poeta. Los autómatas, interpretados por Natalia Rodríguez, Juan Carlos Arráez y Javi Rodenas, también tienen momentos en los que el foco recae sobre ellos como protagonistas, aunque no pueda detallarlos todos aquí, aunque lo merezcan sobradamente.
El tercer acto, el más corto, nos muestra a los actores restantes y a los autómatas creados por Cotrone sentados frente al espejo donde se maquillan para la representación. Al otro lado, los servidores de los gigantes de la montaña rugen, reclamando a los cómicos como un león en el circo romano ansía la carne del gladiador.
El espacio recuerda a un paredón de fusilamiento. Ilse, con su vehemencia de artista íntegra, se entregará al público y será inmolada. En un guiño al sistema en el que vivimos, se reparará la vida de la artista con una idealización económica que al conde le parece suficiente.
En este acto, los actores se despojan de sus trajes de función para ponerse su propia ropa, reflejados en un espejo, cerrando así un rito de dualidades.
Los gigantes de la montaña, está programada hasta el 2 de marzo de 2025 en laSala Jardiel Poncela, de Teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa -Madrid-
El elenco al completo de “Los gigantes de la montaña” de Pirandello, dirigida por César Barló: Moisés Chic, José Gonçalo Pais, David Ortega, Samuel Blanco, Paula Susavila, Teresa Alonso, Juan Carlos Arráez, Javi Rodenas y Natalia Rodríguez
Espacio escénico y vestuario: Juan Sebastián Domínguez Ayte. Vestuario: Juanje Rubio Diseño iluminación: César Barló Diseño Espacio sonoro: Sergio Bascuñana Asesora coro vocal: Irene Martín Guillén Asesor movimiento: Xavier Vila
Desde que me puse delante de una cámara por primera vez a los dieciséis años, he fechado los años por películas. Simultáneamente, empecé a escribir de Cine en una revista entrañable: Cine asesor. He visto kilómetros de celuloide en casi todos los idiomas y he sido muy afortunado porque he podido tratar, trabajar y entrevistar a muchos de los que me han emocionado antes como espectador. He trabajado de actor, he escrito novelas, guiones, retratado a toda cara interesante que se me ha puesto a tiro… Hay gente que nace sabiendo y yo prefiero morir aprendiendo.
Crónica de Nacho Cabana desde el IN-EDIT 2025, donde Frank Scheffer, Jean-Cosme Delaloye y Alexis Manya Spraic exploran la música y la identidad en tres documentales que viajan del jazz árabe de Kinan Azmeh al techno de Detroit de Carl Craig y al universo kitsch de Allee Willis.
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