Durante la representación de grandes y tremendos dramas del siglo XX como Un tranvía llamado deseo (1948) de Tennessee Williams o Panorama desde el puente de Arthur Miller (1955) se produce un extraño (y molesto) efecto: el público se defiende con risas en los momentos más trágicos. He visto al respetable de Madrid y Nueva York estallar a carcajadas durante los momentos más emotivos de El zoo de cristal (1944) de Tennessee Williams, tanto si lo interpreta Violeta Bartol en la sala Ensayo 100 de Chueca en 1991 o Jessica Lange en el Ethel Barrymore Theater de Broadway en 2005.
Algo que no pasa con Lorca, que no pasa en «Yerma» a pesar de ser una obra a priori propensa a sufrir esta maldición. ¿Por qué? ¿Por qué la obsesión de Yerma por ser madre no resulta hoy risible a pesar de ser sonar tan insistente, obsesiva, desaforada, gratuita? ¿Por qué el terror que impone Bernarda Alba en su casa nunca la hace parecer el remedo del ama de llaves de Rebeca (1940) de Alfred Hitchcock?
Porque Lorca supo introducir en estos textos un distanciamiento crítico respecto al inflamable material que manejaba. Porque no está pegado al drama sino que lo utiliza para criticar la sociedad que lleva a sus personajes a la tragedia por algo que no merece la pena. Porque siente piedad por sus caracteres al tiempo que respeta su patetismo. Porque no quiere hacer llorar, no quiere que el espectador comparta su horror sino razone acerca de lo evitable de éste.
El montaje de «Yerma» que podemos disfrutar en el teatre Tívoli de Barcelona hasta el 2 de marzo es mismo el que Miguel Narros estrenó en el teatro Lara de Madrid en diciembre de 1997 con el Centro Andaluz de Teatro. Un espectáculo muy de la época en el que ciertos elementos “espectaculares” (el agua en escena) se integran perfectamente en la ejecución del texto, acompañan a éste y provocan los subrayados justos sin sacrificar la sobriedad que reclama el texto original.
Silvia Marsó lidia con maestría con uno de los grandes problemas de los protagonistas lorquianos: su no evolución. Al inicio de la representación está en un punto de su vida especialmente intenso y al final de la misma está casi exactamente en el mismo sitio. Buscar matices en la sucesión de monólogos y diálogos monotemáticos y dosificar la emoción y el desgarro es mérito suyo y de su director.
A su lado, Pep Molina (que sustituye a Marcial Álvarez) cumple en el papel de Juan mientras que Chema León y Roser Pujol le sacan todo el partido posible a sus personajes secundarios.
La música de Enrique Morente acompaña y ambienta con acierto la tragedia en un montaje en el que quizás lo único sospechoso es el tono de prestigio con el que sus productores parecen estar obsesionados por dotar al conjunto.
Una búsqueda de la unanimidad les ha funcionado bien, ya que el espectáculo lleva dos años girando por toda España.
Yerma
Autor. Federico Garcia Lorca
Director: Miguel Narros
Reparto: Yerma: Silvia Marsó, Juan: Marcial Álvarez/ Pep Molina, Víctor/Máscara de Macho: Chema León, Vieja Pagana: María Álvarez, María/Lavandera1: Eva Marciel, Dolores: Roser Pujol
Teatre Tívoli Carrer Casp, 8. Barcelona
Fechas A partir del 5 de febrer al 2 de Marzo
Funcions: de martes a jueves, 20.30h. sábados, 18.00h i 21.30h. domingos, 18.00h
Una producción: Faraute y Centro Dramático Nacional