En 1981 Marvel publicó una trama en dos números de la colección Uncanny X-Men que sería recordada durante años: Días del Futuro Pasado. En ella asistimos a un futuro distópico en el que los centinelas controlan que los mutantes estén encerrados en una suerte de campos de concentración y Kitty Pride se proyectaba a su yo del pasado con el fin de poder cambiar el futuro. La premisa de los viajes en el tiempo ha sido un billete al éxito en un gran número de películas de ciencia-ficción a lo largo de la historia, pero si esta viene respaldada por el universo X-Men, qué más podemos pedir.
En 2011, Matthew Vaughn tomaba las riendas de una saga que parecía tocada y hundida tras una floja tercera entrega (X-Men: La decisión final) y un spin-off que no había estado a la altura del personaje estrella de la saga (X-Men Orígenes: Lobezno). Y lo hacía viajando al pasado, a la década de los sesenta, con X-Men: Primera Clase, contando en clave de precuela el origen de la Patrulla X. El resultado fue glorioso: taquilla y crítica recibieron con entusiasmo la bocanada de aire fresco en el universo mutante y, como era de esperar, la secuela de ésta (séptimo film de la saga) estaba más que confirmada. Qué mejor forma de continuar con la saga que uniendo a las dos patrullas fílmicas en una sola película, volviendo del pasado al futuro y viceversa.
Bryan Singer, responsable de las dos primeras entregas, X-Men (2000) y X2 (2003), retoma de forma magistral las riendas de la saga. A través de dos líneas temporales, se da respuesta (o al menos se intenta) a todas las incongruencias plasmadas en la pantalla en algunas de las películas precedentes, y nos prepara para lo que vendrá, alimentando el engranaje de la franquicia mutante de cara a un futuro (ya está oficialmente anunciada una continuación, que llevará el nombre de X-Men: Apocalypse, y los lectores de cómics ya saben a qué se refiere ese título…), un futuro que hace las paces con el pasado dando coherencia a toda la saga cinematográfica.
Saltando una década en el tiempo tras aquella primera clase, asistimos al reencuentro de unos jóvenes Charles Xavier (James McAvoy), Magneto (Michael Fassbender), Mística (Jennifer Lawrence) y Bestia (Nicholas Hoult), por obra y gracia de Lobezno (Hugh Jackman), en cuyas manos recae el destino del futuro, pues es él quien ha sido traido al pasado por Kitty Pride (Ellen Page) desde un futuro desolado donde los propios doctor X (Patrick Stewart) y Magneto (Ian McKellen) están luchando por su supervivencia junto a los pocos mutantes que quedan vivos en el planeta: Tormenta (Halle Berry), Hombre de Hielo (Shawn Ashmore), Coloso (Daniel Cudmore), Bishop (Omar Sly), Blink (Bingbing Fan), Sendero de Guerra (Booboo Stewart) y Sunspot (Adan Canto). Debemos ver más allá del ambicioso reparto (para cuyas sorpresas hay que esperar al final del film) para entender un éxito que ya está asegurado, pues Singer resuelve de genial manera dos historias que se complementan mientras van avanzando en paralelo, otorgándolas de vida y momentos impagables (ojo a Evan Peters como Quicksilver) con los que los verdaderos amantes del universo mutante nos podemos sentir agradecidos. Una historia llena de geniales efectos visuales cuyo verdadero trasfondo nos hablas del perdón y la redención. Cine espectáculo bien rodado y, quizá, una de las mejores películas del universo cinematográfico Marvel junto a Capitán América: el Soldado de Invierno (Anthony & Joe Russo, 2014).
X-Men: Días del Futuro Pasado es uno de esos blockbusters que, respaldados por un excelente nivel interpretativo, se convierte en título de obligada visión, ya seas pro-mutantes o no.
X-Men: Días del futuro pasado (2014), de Bryan Singer, se estrenó en España el 6 de junio de 2014