En la imagen el actor Clemente García y la actriz Lidia Otón en «Vuelan palomas» -Arte de sermones para tiempos inciertos- con dramaturgia de José Luis Gómez y Javier Huerta Calvo, y dirección del José Luis Gómez .©Pablo Gil de Montes
«Vuelan palomas pone ante los espectadores del siglo XXI un Arte de sermones para tiempos inciertos: inciertos los de entonces e inciertos también los nuestros. Las secuelas de la predicación sagrada no se ciñeron a aquel periodo de luces y sombras, sino que, por desgracia, se proyectaron en otros momentos trágicos de la historia de España»
José Luis Gómez
Por Luis Muñoz Díez
Vuelan palomas lleva como sobre título -de validez permanente-, Arte de sermones para tiempos inciertos, con dramaturgia de José Luis Gómez y Javier Huerta Calvo, y dirección del primero.
El montaje es un homenaje a la palabra, como estímulo para crear imágenes, y suscitar grandeza o miedo. Arma certera para poner luz o confundir. La pieza se basa en los valiosos sermones del siglo XVI, palabras que tenían como «espacio escénico» los púlpitos, desde los que se amenazaba con el fuego del infierno a quien no llevase una vida de virtud, y con un punto común como señalado José Luis Gómez, de sembrar el odio, justificando la persecución de judíos, protestantes, alumbrados, alumbradas y musulmanes.
La potente palabra en la que ahondaron para que el mensaje fuera efectivo predicadores como Gerónimo Morales, Alonso de Cabrera o El Lunarejo, dicha de manera certera por los actores Clemente García, Roberto Mori y Marcos Toro.
La actriz Lidia Otón, pone voz a religiosas como Teresa de Cartagena, primera escritora en lengua castellana, a la poeta y dramaturga sor Juana Inés de la Cruz, o a la cómica María de Calderón, que por dar un hijo al Rey. Felipe IV la obligó a ingresar en el convento en Valfermoso de las Monjas, en Guadalajara, encerrándola en unos muros de los que no la liberó, ni la muerte.
Una iglesia aliada aliada permanente con el poder -la monarquía-. A partir del Concilio de Nicea, en el año 325 después de Cristo, consagran como símbolo y objeto de veneración la figura de cristo muerto en la cruz. Si hay un miedo común e irreprimible es al dolor, y sobre todo a la muerte, tras ella solo queda el silencio. Libro en blanco, para crear penares y tinieblas, difundidas y nutridas desde el púlpito, fue un arma inmejorable porque a la muerte ni el poder, ni el dinero la burla.
«La puesta en escena presenta una escenografía que homenajea los versos del Cantar de los Cantares: «¡Cómo brillan alegres / tus ojos de paloma!»»
La Escenografía, la iluminación y el vestuario son impecables, firmados por Elsa Sanz, Raúl Alonso, y Deborah Macías, respectivamente, recrea un palomar idealizado, que suscita moradas, celdillas, y otros espacios del imaginario de la místicas.
La iglesia a lo largo de su historia han tratado de manera primorosa sus puestas en escena, la ornamentación, retablos, vestidos con casullas como un significado puntual para cada rito, aromados de incienso, la altura del púlpito, todo al servicio de la palabra, y como aliada insustituible la música, para que el mensaje unívoco de la fe verdadera penetrase por todos los sentidos.
La composición musical, y espacio sonoro de Vuelan palomas, los firma Alberto Granados, que permanece en el escenario durante toda la representación, regalándonos con su música y su voz, a la que a veces se unen las de los predicadores, creando momentos de gran belleza.
Los momentos de gran belleza se repiten como en el caso de la transfiguración mística, interpretada por Lidia Otón, con la ayuda de un velo negro, o el poder didáctico de mostrar el dolor de un Jesús de Judéa, al que flagelaron, quebrantaron los huesos y crucificaron. ¿Quién da más?
Aciertan mostrando la fragilidad de la carne, frente a la tortura inclemente, alternándose los actores Clemente García, que es el Jesús de Judea azotado y Marcos Toro el crucificado. Sin cruz y con un simple sudario, con unos movimientos sobrios y certeros que impresionan, donde se ve la mano de Mar Navarro, como maestra de cuerpo.
José Luis Gómez es un hombre comprometido con la verdad en la memoria histórica, que expone y alumbra, Indagando en las razones de porqué seguimos teniendo los españoles esa orfandad de entidad, quizá por ser un pueblo perseguido si su fe, o carencia de ella, no casaba con la de Roma, con expulsiones y exilios por discrepar de una políticas bendecidas por esa misma iglesia, para ofrecer una visión más global, convoca la voz de los filósofos como Unamuno, Ortega o María Zambrano, que ni acepto otra nacionalidad que la española, y quiso ser enterrada en el cementerio católico de Vélez-Málaga, para ser coherente con sus orígenes.
Los católicos con el gran licencia que ofrece el arrepentimiento y la confesión creando cuenta nueva. Pero parece que puede tener un límite y Felipe IV, conocedor de él, ruega a sor Juana Inés de la Cruz, que sea ella quien pida a Dios por España. El diálogo se presenta con una proyección, en una video escena con el retrato de ambos, plena de ironía en que el monarca católico conocedor de su descrédito ante el Dios, pide a la monja que haga de intermediaria, la video escena está firmada por Jorge Vila.
El espectáculo es fascinante, coherente, una joya, de las que uno puede lamentarse haberse perdido, una función que es un precioso legado de José Luis Gómez, como dramaturgo, como director, y como artífice de esa escuela de teatro que es La Abadía, fundada por él, y donde aprendieron el oficio los actores Clemente García, Roberto Mori, Lidia Otón, Marcos Toro.
Vuelan palomas -Arte de sermones para tiempos inciertos se representa-, del 12 al 22 de octubre, en la Sala Tirso de Molina del Teatro de la Comedia sede de CNTC. Posteriormente, el espectáculo se exhibirá, del 26 de octubre al 12 de noviembre, en el Teatro de La Abadía -Madrid-
Idea y dirección: José Luis Gómez Dramaturgia: José Luis Gómez y Javier Huerta Calvo
Reparto Clemente García, Roberto Mori, Lidia Otón, Marcos Toro y Alberto Granados (música)
Espacio escénico: Elisa Sanz Realización escenografía: Scnik Vestuario: Deborah Macías Composición musical: Alberto Granados Maestra de cuerpo: Mar Navarro
Realización vestuario: Isabel López, Paloma de Alba Sastrería y Gracia y Cristina Collado Iluminación: Raúl Alonso Proyecciones: Jorge Vila Ayudante de dirección: Álvaro Nogales Ayudante de producción: José Luis Sendarrubias
Una producción del Teatro de La Abadía y la Compañía Nacional de Teatro Clásico