El libro va de envejecer, como ya sugiere el título. Tiene algo de dietario y mucho de memorias, por tanto es una especie de novela-ensayo sobre el transcurrir de la vida hasta la degradación del cuerpo, las cicatrices y los achaques que dejan el tiempo vivido.
Oscar Tusquets es bastante honesto y desprendido en estas memorias, y un gran contador de anécdotas maravillosas de personajes célebres como Dalí, al que conoció y visitó en reiteradas ocasiones.
Allí nos recibe Dalí la primera tarde. Me resulta difícil recordar con detalle esa primera visita; inevitablemente los recuerdos se confunden con los de las innumerables visitas posteriores. Sin embargo, recuerdo que Dalí nos recibe con mucha amabilidad, se acerca y hace que nos da un beso con la mejilla, aunque en realidad el beso se queda en el aire a pocos centímetros pero sin tocarnos…
Dalí realizará las presentaciones con su habitual inventiva: <<Aquí Louis XIV, aquí Cástor y Pólux, aquí san Sebastián, aquí Ginesta…>>
También se esfuerza el autor en que notemos la vida tan plena, viajada, artística, intelectual, golfa e interesante que ha tenido, si bien a fecha de hoy salvando algunas memorias viejunas y muy pueblerinas, he leído pocas memorias que no adolezcan de vanidad y egolatría. De hecho aprenderemos que Oscar Tusquets tiene una gran valía como arquitecto y diseñador, y ha ganado el Premio Nacional de Diseño, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, y prácticamente hasta la Champions League. De esta manera, contrariamente a lo establecido en el título del libro, vivir ha sido bastante divertido.
Por haber vivido tantas experiencias, visitado tantos lugares, disfrutado de tantas obras de arte y de tantas personas interesantes, puedo contar estas cosas y muchas otras que ya he explicado en otros escritos o que aquí no tendrían lugar. Me considero un privilegiado superviviente, y estas páginas están siendo, inevitablemente, un panfleto riguroso pero desenfadado de un superviviente.
El libro tiene alegatos que ya han dicho todos y cada uno de los intelectuales serios de este país, que de esta pandemia saldremos más tontos y más pobres, nada nuevo, el discurso imperante de los sabios, al que evidentemente un tipo como Tusquets, debe asociarse. No obstante, de la vejez se sale más sabio y más consciente de lo perdido y lo vivido, aunque esa sabiduría se desprenda de la degradación del cuerpo y la lucidez de la mente. Y es verdad que sí se desprende esa perspicacia y ese humor de viejo sabio en muchos párrafos de este libro de prosa sencilla (que no anémica, sino apetente), que se sigue con interés, contemplando la gozadera de la vida, y a veces sufriendo en los pasajes más demenciales, que vienen a estar relacionados con la muerte y los hospitales, para retomar más tarde el amor al arte de vivir, pero no para rectificar la tragedia o aconsejarnos, sino para mostrar la vida.
Cuando hablamos de la vida, también se narra sobre la forma de enfrentarse a la muerte, siendo destacadas la espera, y el aguante del enfermo terminal, pero también el suicidio a lo Belmonte y lo Hemingway, la muerte en forma de entereza e integridad, y no de cobardía, en palabras de Tusquets.
Ni amores contrariados, ni absurdos problemas económicos. Juan se ha negado a pararle, aguantarle y mandarle al último toro de su vida: al de la vejez. No ha querido que este toro último lo zarandee y ponga en ridículo y ha dado la espantá…
Y cómo no, unos de los pasajes más emotivos del libro, la despedida del autor y el editor Jaume Vallcorba, cuando éste último aguarda el trance a la otra vida, con una serenidad absolutamente magistral.
Y así, cuando hemos estado todo el transcurso del libro, metidos, disfrutones del lujo de los amigos intelectuales y artistas, nos abate un plomazo y sin poder tocar ningún botón de reseteo o reactivación de la vida divina, la muerte va avisando. Ahí el libro, de golpe, pasa de vivir a envejecer, y se va entroncando con eso que llaman literatura del duelo, de la que el propio Tusquets nos va dando testimonios hasta emocionarnos, porque si vivir, en este libro, resulta muy divertido, envejecer es irse preparando para la muerte. C´est la vie.