«Vistas y panoramas», de Carlos Alcorta

«Vistas y panoramas», de Carlos Alcorta

«Puesto que el mundo no habla, lo mejor es hacerle hablar». Con esta invitación del pensador francés Clément Rosset (en la que se hace patente la distinción entre dos entidades errantes que se buscan y excluyen a partes iguales) queda inaugurada la nueva obra publicada por Carlos Alcorta, Vistas y panoramas. Un libro que atestigua los estrechos límites ente poesía y prosa, en el que el lector asistirá al análisis -más sintético que analítico- del universo interior del autor.

La vida parece una burbuja ingrávida, un tiempo sin historia en el que un único deseo trata de encauzarla: sentir más allá de la razón, sentir sin comprender, sin buscar la verdad, sólo gracias al instinto. («Imán»)

Carlos Alcorta

En Vistas y panoramas cobra especial relevancia la experiencia del límite. Un límite -en ocasiones insalvable- entre la voluntad de decir la realidad y la impotencia de un lenguaje que (como apuntaba Virginia Woolf en «Una velada») se transforma irremediablemente en una red que deja escapar más de lo que recoge. Quizás por esta razón, escribía Woolf, sea preferible el silencio.

Pero éste también encierra no pocos inconvenientes. Es verdad que la palabra, cuando es proferida -a veces, incluso casi expulsada de manera indolente, irresponsable- lleva en su viaje parte de lo que somos. Es una experiencia común, y casi frecuente, tener la sensación de haber perdido algo de nosotros cuando se «habla por hablar», cuando pronunciamos palabras sin ton ni son. Sentimos entonces la necesidad de reponer de alguna manera el vacío que nosotros mismos hemos creado al des-decirnos. Es posible que, como también consideraba Novalis, el lenguaje poético posea el estatuto de reconstructor del sí mismo.

El poema comienza donde la realidad termina. El lenguaje sustituye a lo real, lo reinventa. Un poema no se compone exclusivamente de imágenes externas, ni de vínculos prosaicos con la realidad. Fluctúan en él palabras convertidas en símbolos con palabras complementarias, casi vacías. («Un abrigo para los días de invierno»)

Carlos Alcorta

Aunque el silencio, quizás, esconde un drama (que es doble, por su bidireccionalidad) de mayores dimensiones: confesarse a sí mismo lo inconfesable, no contar con un oído que se preste a escuchar lo que debe ser dicho. Aunque fuera también aguarda, amenazante, la incomprensión. La ausencia de un tú puede conducirnos además a una indagación de nuestro pasado como posible referente a la hora de buscar una agarradera que nos salve de nuestro infierno horizontal: «El destino es una conjetura. La brújula señala ahora un norte que sólo existe en mi memoria«, escribe Carlos Alcorta. Y más adelante: «la catástrofe de una memoria envilecida por los fragmentos de pasado que conserva».

La preocupación por el tiempo, por el que pasa y el que resta («un más allá indefenso todavía»), es constante en las prosas poéticas que componen Vistas y panoramas.

Ocurre algunas veces, colisionan recuerdos estancados con los límites difusos de la realidad, se produce un vacío en la memoria última que te hace perder pie, flotar como en el limbo. («No debes pensar en un oso blanco»)

Carlos Alcorta

Pero finalmente… sólo permanece el instante, el momento presente, única esperanza en esta existencia que deriva entre el sueño y la inconsciencia. En «La luz eterna», el autor pone sobre la mesa -en un fragmento que no deja de recordarme a algunas de las tesis de Paul Ricoeur- la importancia del relato, del componente narrativo, para dar sentido a la existencia:

Se hace entonces visible lo invisible y percibo en la arritmia de la sangre la vida que bulle en el interior del bosque. Tomo entonces conciencia de mí mismo, me reconozco en todos mis enigmas. En la narración celebro la armonía del hombre con el universo.

Carlos Alcorta

Carlos Alcorta hace especial hincapié en el interesante desajuste que media la relación entre aquellos caminantes errantes a los que me refería al principio de la reseña: mundo externo y mundo interno, lo que está ahí y lo que está aquí, el adentro y el afuera. En una suerte de descenso dantesco hacia el sí mismo, hacia los ínferos de nuestro más hondo yo, Alcorta escribe no son ciertas reminiscencias nietzscheanas:

Supongo que, más allá de los abismos del no saber, donde el mundo palpita y se oscurece, y amenaza y vuelve a estar oscuro, lejos del imán de la piel, el ser se adentra en sí mismo, su fiel coraza, para decirse lo que ignora.

Carlos Alcorta

Acaso sea éste el mayor «temor de estar vivo»: la confrontación con nuestros deseos, que revolotean «igual que una veleta desorientada» en lo más profundo de la individualidad. Aunque el autor se pregunta: «¿Merece la pena volver a empezar, dar alas al recuerdo para que aflore el pasado?». De nuevo la mención a la memoria, a la necesidad de encontrar un punto de referencia desde el que encumbrarse victorioso de aquel sintético análisis del sí mismo.

¿Bulle en mi alma la fiebre de un más allá incomprensible? («En el filo»)

Carlos Alcorta

Además de para conocer a uno de los poetas más celebrados de las letras españolas actuales, la lectura de Vistas y panoramas invita al lector a inmiscuirse en una suerte de caverna platónica en la que las sombras no sólo se presentan como fantasmagóricas apariencias, sino como un sincero llamamiento que nos aboca al careo entre el mundo externo, lo que de él sentimos y podemos decir, con nuestro propio ser, siempre «a la intemperie».

¿Sólo con la fluidez del pensamiento lleno el vacío del existir, oculto el espanto y vitoreo los triunfos del azar o es preciso mensurar el temblor que lleva consigo todo acto para acallar esa voz opaca que me habla desde dentro?

Carlos Alcorta

Autor

Licenciado en Filosofía, Máster en Estudios Avanzados en Filosofía y Máster en Psicología del Trabajo y de las Organizaciones. Editor y periodista especializado. Twitter: @Aspirar_al_uno

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