«Viejos tiempos”, de Harold Pinter, versión de Pablo Remón, y dirección de Beatriz Argüello

«Viejos tiempos”, de Harold Pinter, versión de Pablo Remón, y dirección de Beatriz Argüello

«Viejos tiempos (Old Times)», de Harold Pinter, con traducción y versión de Pablo Remón, y dirección de Beatriz Argüello, en la imagen Ernesto Alterio, Mélida Molina y Marta Belenguer Foto©Lucia Romero

 

Por Luis Muñoz Díez

 

«Viejos tiempos (Old Times)», de Harold Pinter, con traducción y versión de Pablo Remón, y dirección de Beatriz Argüello.

En Viejos tiempos, el autor toma como pretexto el reencuentro de dos amigas. Anna viaja desde Sicilia para visitar a Kate, que vive cómodamente en el campo, alejada de Londres, la ciudad que unió a las amigas cuando ambas, muy jóvenes, trabajaban de secretarias y hace años que no se ven.

Deeley, el marido de Kate, espera con curiosidad la llegada de la amiga de su mujer. Se interesa por ella, quiere conocer detalles de cómo era, si tenían muchos amigos, pero Kate prefiere mantener la intriga. Únicamente logra que le diga que vivieron juntas, que no fue su mejor amiga sino su única amiga, y que le robaba su ropa interior. Lejos de saciar su curiosidad, esto excita aún más su imaginación y su necesidad de respuestas sobre cómo era su mujer cuando él aún no la conocía.

En la imagen Anna (Marta Belenguer) y Deeley (Ernesto Alterio) amiga y marido de Kate en «Viejos tiempos, de Harold Pinter, con traducción y versión de Pablo Remón, y dirección de Beatriz Argüello, Foto ©Lucia

Anna (Marta Belenguer) y Deeley (Ernesto Alterio) amiga y marido de Kate, en «Viejos tiempos, de Harold Pinter, dirección de Beatriz Argüello. Foto ©Lucia Romero

Se dice que el teatro de Pinter es difícil, y yo no voy a contradecir esta opinión, pero creo que no lo es tanto si se conocen las claves de su escritura. El autor es diestro creando intrigas, juega con el recuerdo y con las apariencias, que no siempre tienden a decir la verdad. En su teatro tienen el mismo peso los diálogos que los silencios, e insinúa más de lo que dice. Eso sí, aporta suficientes datos para mantener la intriga, pero complica aún más la narrativa con el hecho de que lo que dicen sus personajes, excusados en lo caprichosa que puede ser la memoria, no tiene por qué ser cierto.

Deeley coquetea con Anna, y ella le sigue el juego. Recuerdan viejas canciones que uno inicia y el otro continúa, como en las películas cuando se quiere sugerir sintonía entre los personajes. Hablan de Kate como si estuviera ausente o hubiera muerto, una situación que ella misma propicia con su misterioso silencio.

En la imagen Deeley (Ernesto Alterio) Kate (Mélida Molina) y Anne (Marta Belenguer) en «Viejos tiempos, de Harold Pinter. Foto ©Lucia

Deeley (Ernesto Alterio) Kate (Mélida Molina) y Anne (Marta Belenguer) en «Viejos tiempos, de Harold Pinter. Foto ©Lucia Romero

El dramaturgo baraja lo simbólico, sazonado en esta ocasión con algo de fetichismo. Contando que la obra tiene 54 años, y pese a ser un hombre educado, Pinter añade una pincelada turbia cuando Deeley le recuerda a Anna que se conocieron en un pub de Londres. Aunque el interés de él no fue correspondido como esperaba, le permitió ver de manera generosa sus piernas con una lencería delicada, dejando a la vista un exquisito espacio de piel desnuda entre el final de la media y la ropa interior. Anna lo niega rotundamente.

La construcción dramática se funde entre presente y pasado. Por momentos, nos trasladamos al apartamento donde vivían las jóvenes en Londres, con lo que conocemos a retazos la convivencia de las amigas: la aparición de hombres en su vida, llantos, ausencias y cómo Anna intentaba retener a Kate en casa con la actitud de una mujer enamorada.

En la imagen la actriz Marta Belenguer o Anne en «Viejos tiempos, de Harold Pinter. Foto ©Lucia

En la imagen la actriz Marta Belenguer o Anne en «Viejos tiempos, de Harold Pinter. Foto ©Lucia Romero

En estos recuerdos dispersos no sabemos qué pertenece a la realidad y qué a la ficción. Con Kate presente, Anna confiesa que se ponía la ropa interior de su amiga a instancias de ella misma, con la condición de que luego le contara cómo le había ido a la ropa y a quién la había lucido. Finalmente, Anna reconoce que, en una ocasión, un hombre en un pub de Londres la observó de manera tan insistente que llegó a ser grosero, una situación que coincide con lo narrado por Deeley. Esto provoca en él una mezcla de celos hacia Kate y atracción hacia Anna a partes iguales.

La obra también nos lleva a momentos de tensión emocional, donde los recuerdos se entrelazan con las fantasías y las verdades se desdibujan. Deeley, en su afán por desentrañar el pasado de su esposa, se enfrenta a sus propias inseguridades y deseos, mientras que Anna parece disfrutar del juego de seducción y misterio. Kate, en cambio, permanece como un enigma, una presencia silenciosa que, con su aparente pasividad, domina la escena y la atención de ambos.

En la imagen la actriz Mélida Molina, Kate en «Viejos tiempos, de Harold Pinter. Foto ©Luci Romero

En la imagen la actriz Mélida Molina, Kate en «Viejos tiempos, de Harold Pinter. Foto ©Lucia Romero

Beatriz Argüello ha sido respetuosa con el teatro de Pinter, al igual que Pablo Remón en su traducción y versión. Se le permite al espectador cerrar cada historia según la lectura de sus sugerencias, porque, excepto la atracción entre el marido y la amiga, nada puede tomarse como rigurosamente cierto.

Argüello dirige a los actores de manera exquisita, consciente de que cada palabra, gesto y silencio tiene importancia. Los personajes son muy ricos, y quizá el mejor dibujado sea Deeley. A pesar de su complejidad, se comporta de manera más previsible: es el estereotipo del hombre coqueto y seductor, de una clase social y una educación inglesa que lo condicionan. El actor Ernesto Alterio hace suyo a Deeley, quien se transparenta cuando habla de las cualidades de Kate en la cocina, como si no esperara más de lo que ella le ofrece.

En la imagen el actor Ernesto Alterio, en «Viejos tiempos, de Harold Pinter. Foto ©Luci Romero

En la imagen el actor Ernesto Alterio, en «Viejos tiempos, de Harold Pinter. Foto ©Lucia Romero

Anna es una mujer segura, aunque no siempre sabemos qué busca. Podría pensarse que ha venido a llevarse a Kate, pero todo se diluye en el ambiente nebuloso de la pieza. La actriz Marta Belenguer, de manera brillante, crea y recrea su personaje, permitiéndonos múltiples lecturas sobre su relación con Kate, con Deeley y con su propia vida.

Kate es el verdadero enigma de la obra. A medida que avanza la función, sentimos más interés por ella, pero, sin haberla perdido de vista ni un momento durante toda la representación, no llegaremos a conocerla realmente. La actriz Mélida Molina le presta un físico sugerentemente femenino, dotado de un poder misterioso que la hace atractiva tanto para Anna como para Deeley, y también para el público, porque sentimos que esa rivalidad es inevitable.

Viejos tiempos, está programada del 13 de marzo al 13 de abril de 2025, en la Sala José Luis Alonso del Teatro de La Abadía de martes a sábado: 20:00 h y Domingos: 19:30 h, más información AQUÍ.

Texto: Harold Pinter Traducción y versión: Pablo Remón

Dirección:Beatriz Argüello

Reparto: Ernesto Alterio, Marta Belenguer, Mélida Molina

Escenografía: Carolina González Iluminación: Paloma Parra Vestuario: Rosa García Andújar Espacio sonoro y música: Mariano Marín Movimiento escénico: Óscar Martínez Gil Ayudante de dirección: Valle del Saz Fotografía: Dominik Valvo
Producción ejecutiva: Chusa Martín Ayudante de producción: Elena Prados
Distribución: Rocío Calvo y Concha Valmorisco

Producción Entrecajas Producciones Producciones y Teatro de La Abadía

Autor

Desde que me puse delante de una cámara por primera vez a los dieciséis años, he fechado los años por películas. Simultáneamente, empecé a escribir de Cine en una revista entrañable: Cine asesor. He visto kilómetros de celuloide en casi todos los idiomas y he sido muy afortunado porque he podido tratar, trabajar y entrevistar a muchos de los que me han emocionado antes como espectador. He trabajado de actor, he escrito novelas, guiones, retratado a toda cara interesante que se me ha puesto a tiro… Hay gente que nace sabiendo y yo prefiero morir aprendiendo.

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