Verónica Fernández, que ha estrenado en el Teatro Valle Inclán su obra Serena apocalipsis, no precisa mucha presentación. Es una escritora todo terreno y como botón de muestra diré que ha contribuido al éxito de series como Hospital Central. Tiene un Goya por el Bola, a medias con Achero Mañas, y pendiente de estreno la esperadísima película Ismael, dirigida por Marcelo Piñeiro con Belén Rueda, y que puede ser la revelación de Mario Casas como actor. Es Profesora del Módulo de Televisión del Máster de Guión en la Universidad Carlos III de Madrid y tiene tres novelas publicadas.
Como autora de teatro cuenta con varias obras escritas, la más importante Presas, junto a Ignacio del Moral, traducida y estrenada en varios idiomas. Pero todo esto no sería más que un historial brillante, similar a otros historiales brillantes, si no fuera porque Verónica Fernández es mucho más. Le acompaña un rumor de ser buena gente, una cualidad tan poco apreciada hoy en día y que no cotiza en bolsa. En el tú a tú lo comprendes, porque transmite un optimismo que es vida en estado puro. Su palabra encanta y su risa es un soplo de aire fresco. ¡Ah!, y un aviso, las fotos no la hacen ni favor ni justicia, está visto que no se puede tener todo, pero ella se ha quedado con lo mejor.
La propuesta de este montaje es que el autor lo trabaje a pie de escenario con el director escénico y los actores, y esta charla la mantenemos casi de de la misma manera, sentados en una terraza junto al teatro, nos acompaña Jaime Pacios, un amigo común.
Verónica, nos puedes contar algo del argumento de tu obra antes de adentrarnos en las intenciones.
Sí, es la historia de unos personajes que viven en un parque del que no pueden salir, controlados por una policía que no les deja acceder a otros barrios, en un país que se supone totalmente pauperizado y a partir de ahí. La crisis de ahora es el pasado de todos los personajes. Esos personajes eran como tú o como yo, tenían una profesión, una familia, una vida. Yo he querido construir un futuro bastante inmediato, muy catastrófico, digamos extremo, en que los personajes están luchando por sobrevivir en un parque en el que no tienen casi ni para comer.
La crisis que vivimos les ha llevado a una situación en la que nunca se han podido imaginar que podrían llegar a estar, y a partir de ahí, construí una historia con tintes de ciencia ficción. He creado un cruce de perros con jabalíes que acechan por la noche el parque y que obligan a los personajes a permanecer encerrados.
Pensar que hay cosas que jamás nos van a pasar a nosotros es falta de empatía o una anestesia para nuestros temores.
Sí, si tú ves esta obra sentado en una sala confortable con es la del Teatro Valle Inclán, con esa tradición burguesa que tiene el teatro, de entrada piensas “yo no soy como estos”, pero cuando empiezas a ver la obra y cada personaje empieza a hablar de su pasado, y ese pasado es tan parecido a nuestro presente, ya no lo ves tan ajeno, te identificas y puedes compartir su temor.
¿Qué idea, fugaz o permanente, da pie para escribir esta función?
Una pregunta que yo me hacía y está en el programa de mano: ¿Quién somos cuando nos arrebatan los atributos? Quién somos cuando perdemos nuestro trabajo, nuestra envoltura social, nos quitan la casa, el coche, y a partir de ese momento en que ya no tienes nada me cuestionaba las preguntas: ¿Qué principios te quedan? ¿Hasta dónde eres capaz de llegar si tienes hambre? ¿Qué cosas eres capaz de hacer para sobrevivir?
Así planteado, si no nos vemos en una situación límite nunca llegamos a saber cómo somos realmente ni hasta dónde somos capaces de llegar.
No, porque vivimos escondidos en muchos disfraces que nos da la comunidad. Para crear la obra he construido una carpintería donde presentar la historia, he creado unos bichos terribles, que un cigarro llega a valer más que un arma, y es un mundo en el que he creado sus propias reglas, se explica en la primera escena por qué no salen por las noches, y claro es una situación límite y extrema, pero se puede hacer otra lectura del texto más cercana y mas aplicable.
En realidad, ésta es una obra va más allá de reflejar una crisis puntual, me ha salido un texto bastante duro. Es una obra escrita con toda libertad, y es mi visión de las cosas. No es una obra cómoda de ver, es una obra que te golpea, que te angustia, porque está en el extremo.
¿Por qué es dura la obra, porque habla de lo poco que somos o del poder?
Sí, una cosa que yo he trabajado mucho en la obra es que las únicas relaciones posibles son las relaciones de poder. Si tú quieres a alguien lo que estás haciendo es someterle, quizá es una visión muy tremendista del mundo, pero en realidad es una sociedad en que el sistema impone un miedo que al sistema le viene bien para que seguir funcionando, y en esta obra, esos animales que por la noche acechan al parque, son los que simbolizan el miedo a salir, a romper.
¿Quién controla el poder, quién sabe dosificar el miedo?
El miedo es una buena arma de poder, en todas las relaciones hay un juego de poder, aunque no todo el mundo tiene los mismos límites morales, y por otra parte, en principio no tienes por qué admitir una moral impuesta desde fuera cuando eres tú el que tienes que decidir que compromisos quieres mantener con lo que pasa a tu alrededor.
Es un principio tan claro como difícil de llevar a la práctica, porque somos muy complicados, necesitamos ser independientes pero sólo a partir del punto de lo que no dependemos ¿El amor somete?
Por supuesto, el amor somete, pero en esta obra no sé si hay amor. Se habla más del cuidado, algo que en principio parece bueno, pero también le he querido dar la vuelta y cuestionar esa creencia de cuidar, proteger y creer que puedes saber lo que le viene bien al otro. Eso que te dice tu madre es por tu bien, y bueno, no sé si es por mi bien o porque quieres establecer conmigo un dominio o una dependencia. Sin olvidar la dependencia que tiene el cuidador con los que cuida, porque si los que cuida desaparecen, se queda sin función, y eso está en la obra. Hay un personaje que protege, que organiza, la líder de la manada, y también en un momento te preguntas “si todos los cuidados o protegidos desaparecieran y se fueran del parque, ¿qué tendría ella?”, pues nada, ella no es nadie si no cuida.
Si perdiera su función no sería nada, con lo que volvemos a la pregunta: ¿quién somos cuando nos arrebatan los atributos?
Por eso este personaje intenta por todos los medios mantener la situación y cerrar la posibilidad de que nada cambie. Es una tirana, pero yo diría que bastante comprensiva, porque su discurso es desde la sensatez, y la verdad es que todos viven mejor gracias a ella, aunque a veces eso no es suficiente para vivir.
Es comprensiva porque es lista y sabe que para poder seguir dominando tiene que dar una contraprestación.
Lo que quiero trasmitir es esa idea en la que antes ponía como ejemplo a una madre. Una madre sabe siempre lo que es mejor para ti, te va a proteger, te va hacer que vivas mejor, hasta un momento en que te puede asfixiar y no te va a dejar moverte con un discurso completamente sensato: “No te subas ahí porque si te caes te vas a romper una pierna·, y sí es cierto que te puedes romper una pierna, pero su fin es que no te muevas y hagas lo que ella dice.
La sensatez es arma impecable para manipular.
Exactamente, porque la manipulación al ser más sutil es más difícil de contestar. Si te están dando razones muy sensatas para que no hagas ciertas cosas es más difícil que tú puedas defenderte y percibir esa manipulación.
¿Te puedo hacer una pregunta que es un tópico?, y así ayudamos a romper mitos. Dado que como líder del grupo has elegido a una mujer como tirana: ¿quién manipula más, el hombre o la mujer?
Ay, por favor…manipulan los manipuladores.
Gracias Verónica, me gusta mucho esa respuesta.
Un manipulador es alguien que quiere conseguir que otro haga lo que él quiere y no importa si la manipulación la ejerce con una persona o con toda una organización.
Serena apocalipsis habla del poder, de que pendemos de apariencias ficticias que si nos fallan nos caemos sin red, peo si tuvieras que elegir un mensaje por encima de todos, ¿cuál sería?
Que es muy difícil establecer límites cuando te los tienes que marcar tú solo, y he querido transmitir que somos muy frágiles y que no nos podemos creer nada porque no somos nadie, ni basarnos en un éxito profesional, ni en una familia que te acoge, te quiere y te protege. Todo eso se pude ir a la mierda simplemente porque pierdas un trabajo y entras en un bucle. Y te quedas sin armas.
¿Vivimos muy engañados?
Sí, no hemos vivido en una burbuja inmobiliaria, hemos vivido en una burbuja simplemente, hay un discurso de uno de los personajes que lo describe muy bien: “Yo era un abogado, tenía una mujer, primero me despidieron a mí, luego le despidieron a ella, nos fuimos a vivir con sus padres hasta que me echaron de su casa…”, y todo eso es un encadenado hasta llegara a esta situación.
Igual te comentaba antes mis intenciones de una manera más intelectual, pero yendo ahora a un nivel más bajo he querido dar una bofetada para que se haga una reflexión sobre tu vida sin necesidad de llegara a esos extremos.
Para Verónica Fernández, ¿qué significa esta obra?
Para mí es muy importante esta obra porque durante una época de mi vida he querido escribir teatro. Soy guionista, y en ese empeño uno lo que quiere es ser un buen profesional, saber escribir bien las historias de los otros y que tengas un valor como buena contadora de historias… -se para a pensar aunque sabe muy bien lo que quiere decir-… Pero en esta obra me reconozco, y no a la profesional, si no a mí misma. He hecho televisión, cine, pero ahora estoy en un momento en que me digo: ahora que ya sé contar historias hay que dar un paso más, y para mí esta función es exponerme mucho más de lo que me he expuesto en todos los trabajos que he hecho. Si esta función no gusta, no gusta Verónica Fernández. No tengo ninguna excusa, en cine se puede echar la culpa al director, decir que no ha entendido la historia, aparte de que tengo un director Antonio C. Guijosa, que me encanta y también el trabajo que ha hecho, ni a los actores, aquí no puedo echar la culpa a nadie. Si gusta seré yo, y si no gustan también seré yo quien no guste.
Aquí soy yo quien me he desnudado, igual que en la obra cuento que la gente no se quita los disfraces, pues yo me voy a quitar el mío y a ver qué pasa. Si tenemos el teatro vacío que le vamos a hacer, lo tenemos vació, pero si cuento lo que yo quiero y encima y le gusta a la gente ya es un placer redondo, la cuadratura del círculo.
Yo empecé en el teatro y de alguna manera me siento culpable de no haberle dedicado más tiempo. He vuelto para quedarme.
Gracias Verónica.
Serena apocalipsis, la puedes ver en el Teatro Valle Inclán, de Madrid, del 12 de junio al 23 de junio de 2013, de Martes a sábado a las 20:30 horas. Domingo a las 19:30 horas
Reparto: Quique Fernández, Lucía Fuengallego, Fael García, Elena González, Alberto Iglesias, Esosa Omo, Almudena Ramos
Equipo artístico: Verónica Fernández (Texto), Antonio C. Guijosa (Dirección), Ignacio García May (Asesor de dramaturgia), Mónica Teijeiro (Ayudante de dirección) Cecilia Molano (Diseño de cartel), Paz Producciones (Videoclip), Andrés de Gabriel (Fotos)
Producción Centro Dramático Nacional