Resulta extraño verla así, tan quieta, rodeada de todas esas rosas blancas: sus favoritas. Mis favoritas. De fondo suena su canción preferida. La mía.
Está guapa. Para estar muerta quiero decir. Muerta. Mu-er-ta. Muer-ta. Muerrrrta. Llevo toda la mañana desmenuzando esa palabra para encajarla en el complicado puzle de la nueva realidad, pero no consigo hallar su hueco.
También consumo las horas mirando el ataúd. Es bonito. Como objeto quiero decir; está lacado en blanco y ribeteado en oro y ella con su vestido celeste, parece una princesa dormida dentro de él.
A mi alrededor algunos lloran y otros ensalzan sus virtudes y convierten en almíbar sus defectos. Mis defectos. Siento que se ha roto el único espejo en el que podía mirarme y me siento invisible, etérea, capaz de acudir a esa llamada que me está haciendo y que nadie más parece escuchar.
Me alegra mucho ver esta colaboración entre Yolanda y Juanlu. El relato es inquietante. Y me gusta el punto de vista, la duplicidad.
Un abrazo para ambos por el trabajo.
Gracias Elena, esperamos gustaros semana a semana, Yolanda, MiguelÁngel, Mar, Ana y yo
Un besazo!
Yo creo que siempre nos defenderemos de la muerte, mirando esos pequeños detalles que en realidad no tienen importancia, para no darnos cuenta de lo realmente terrible: la nada, lo desconocido. Excelente relato y excelente ilustración. Un beso Yolanda y Juan Luis