Una cita para el verano (Jack goes boating), de Philip Seymour Hoffman

Una cita para el verano (Jack goes boating), de Philip Seymour Hoffman

La dimensión del drama la da en gran medida su interpretación, casi diría que aún más que el texto. El énfasis de los actores, su suficiencia expresiva, su hálito dramático, hace vivir en nosotros, los espectadores, la experiencia que caracteriza al género.

Una cita para el verano, dirigida por el excelente actor ya fallecido Philip Seymour Hoffman, cumple sobradamente este requisito esencial, decisivo. La dirección de actores es soberbia y la interpretación del dúo protagonista, Jack, Philip Seymour Hoffman y Connie, Amy Ryan, percute en nuestra mente y nuestros sentimientos con gran eficacia y profundidad.

Adaptación de una obra de teatro en la que Hoffman interpretaba al protagonista masculino, la película parece por momentos la reválida interpretativa de lo que debió ser el montaje teatral. Quiero decir que surge casi a cada momento, en el visionado de esta película, la pregunta de ¿Y para qué? ¿De qué sirve haber versionado la pieza de teatro?

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El dúo protagonista de Una cita para el verano

La respuesta obvia es: para que la podamos ver el mayor número posible de espectadores en todo el mundo. Ese es el principal mérito de esta película y apunta a su mayor carencia, la de la verosimilitud cinematográfica.

No quiero decir que estemos ante una mala película, sino que si nos pusieran ante el dilema de optar entre la pieza teatral y la obra fílmica, seguramente la mayor parte de nosotros se decantaría por la primera. Pero no se plantea aquí esta cuestión, ciertamente.

Nosotros seguramente no veremos nunca la obra, y con total seguridad ya no la veremos nunca interpretada por tan descomunal actor, Philip Seymour Hoffman. Sólo por este hecho merece la pena haber realizado el film. Junto a la pareja protagonista, la pareja de amigos de Jack, Clyde, interpretado por John Ortiz, y Lucy, Daphne Rubin-Vega, mantienen muy alta la calidad actoral.

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Amy Ryan, como Connie

Esforzada historia de amor entre dos personas con ciertas inadaptaciones sociales, meticulosamente narrada en su desarrollo hacia la eclosión y la plenitud de sus sentimientos, empujados por sus amigos, Una cita para el verano, cumple más que meritoriamente sus objetivos y nos hace objeto pasivo de muestras de sensibilidad, ternura y dedicación en la exposición de esta experiencia.

A ratos más profunda, a ratos más ingenua, pero siempre con trazo bien medido y sostenido perfectamente por su director, esta película navega indesmayable desde el invierno gélido de los sentimientos hasta el verano liberador de las emociones y los impulsos.

Y finalmente llegó el verano, podría decirse como colofón, para hacer levantar el vuelo a sus polluelos ya suficientemente anidados, abrigados y protegidos de todo mal durante el proceso previo de aprendizaje y expansión de la vida íntima y sentimental de una pareja de enamorados que recién empieza a otear los cielos azules y tranquilos del estío.

Recordaremos a Philip Seymour Hoffman, Óscar al Mejor Intérprete por “Capote”, en esta su primera y única película que nos llega casi cuatro años después de haber sido rodada.

Una cita para el verano (Jack goes boating) de Philip Seymour Hoffman, se estrenó en España el 14 de agosto de 2014.

Autor

Soy José Zurriaga. Nací y pasé mi infancia en Bilbao, el bachillerato y la Universidad en Barcelona y he pasado la mayor parte de mi vida laboral en Madrid. Esta triangulación de las Españas seguramente me define. Durante mucho tiempo me consideré ciudadano barcelonés, ahora cada vez me voy haciendo más madrileño aunque con resabios coquetos de aroma catalán. Siempre he trabajado a sueldo del Estado y por ello me considero incurso en las contradicciones que transitan entre lo público y lo privado. Esta sensación no deja de acompañarme en mi vida estrictamente privada, personal, siendo adepto a una curiosa forma de transparencia mental, en mis ensoñaciones más vívidas. Me han publicado poco y mal, lo que no deja de ofrecerme algún consuelo al pensar que he sufrido algo menos de lo que quizá me correspondiese, en una vida ideal, de las sempiternas soberbia y orgullo. Resido muy gustosamente en este continente-isla virtual que es Tarántula, que me acoge y me transporta de aquí para allá, en Internet.

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