Fernando León de Aranoa se ha convertido en el principal exponente del cine social español del siglo XXI. No obstante, sus películas habían perdido algo de esa frescura que emanaban Familia, Barrio y Los lunes al sol, sus primeros trabajos como director. Aquellas obras incluían cierto humor negro dentro de unas historias bastante tristes que abordaban, respectivamente, la soledad, la marginación juvenil y el desempleo.
Un día perfecto, su sexto largometraje de ficción, recupera esa extraña comicidad para mostrarnos una jornada en la vida de un grupo de cooperantes durante el periodo inmediatamente posterior a la Guerra de Los Balcanes. El largometraje, por otra parte, entronca en cierta medida con su labor de documentalista, faceta en la que se ha encargado de reflejar conflictos extranjeros, como la revolución zapatista (Caminantes), la situación de la infancia en Uganda (Buenas noches, Ouna, su contribución al filme colectivo Invisibles) o el drama de los desplazados (Refugiados).
Tim Robbins y Benicio del Toro interpretan a dos expertos cooperantes en Un día perfecto
El realizador madrileño utiliza en esta ocasión como base para su película el libro Dejarse llover, novela escrita por Paula Farias, una mujer española que ha trabajado con ONGs en varios conflictos armados. El largometraje refleja la labor de los cooperantes y trata de mostrar la secuelas de una guerra todavía muy reciente, pero huyendo de la trascendencia impostada. En este sentido, el humor se convierte en la principal arma con la que los protagonistas sobrellevan el día a día. Por otra parte, la película intenta no acudir en exceso al subrayado, aunque deje constancia de las rencillas que persisten entre los bandos después de un conflicto bélico, el drama que sufren los más pequeños al perder sus familiares o el oportunismo de algunos que quieren sacar provecho de las necesidades de la población. Incluso se lanza alguna leve crítica a la labor de los ejércitos extranjeros, demasiado inflexibles a la hora de implantar los acuerdos de paz.
No obstante, el largometraje no oculta su intención de convertir a los cooperantes en particulares héroes con sus pequeños pecadillos, en su mayoría sentimentales. A la vez, pone de manifiesto lo difícil que resulta para muchos de ellos realizar una tarea tan sencilla como la que llevan a cabo los protagonistas: conseguir una cuerda para sacar a un cadáver que se encuentra en el fondo de un pozo que suministra agua a una población. Todo ello teñido de un cierto espíritu punk, presente en la particular manera de saltarse determinadas normas de los protagonistas y reforzada por la utilización en la banda sonora de temas rockeros de Lou Reed, Ramones o Marilyn Manson.
Olga Kurylenko da vida a la supervisora de una ONG, mientras Mélanie Thierry encarna a una inexperta cooperante en Un día perfecto
No obstante, Un día perfecto dista de ser una obra redonda a pesar de su indudable interés. León de Aranoa no logra mantener el ritmo de la película durante todo el metraje. En la segunda mitad, el filme parece perder algo de la intensidad de su comienzo y pierde un tanto el rumbo. Por otra parte, el guión se centra demasiado en el personaje del veterano Mambrú, líder del grupo al que el actor Benicio del Toro aporta todo su carisma, y descuida en cierta medida otros, como el desarraigado hombre maduro que encarna un simpático Tim Robbins, la supervisora a la que da vida la bella Olga Kurylenko o la idealista y dulce cooperante interpretada por la francesa Mélanie Thierry.
