Un cuento de verano

Un cuento de verano

Recorro la ciudad lentamente, observándolo todo y dejándome llevar por la claridad del cielo. Me siento en la terraza de un café y pido un té con hielo.

Debo escribir el cuento de mañana y no se me ocurre nada nuevo. Había pensado hablar de la chica que conocí durante uno de los veranos de mi adolescencia. Hicimos el viaje juntos en autocar desde Madrid y ella intentó hablar conmigo, pero yo apenas dije un par de frases. Nos volvimos a encontrar al día siguiente en la «presa», ese enorme charco de agua que forma la garganta que baja de la sierra. Ella me pidió la bicicleta para dar una vuelta por los alrededores, pero le dije que no podía dejársela. La necesitaba para ir a alguna parte que no recuerdo. A veces he pensado en lo que podía haber ocurrido de haberlo hecho. Quizá habría perdido la timidez que me ha impedido hacer tantas cosas en la vida, hablando por ejemplo de las clases, de lo que ambos queríamos estudiar en la universidad, de cine o de música. Y también es posible que nos hubiéramos visto más veces.

El camarero sitúa la tetera sobre la mesa y regresa poco después con el hielo. Mi amigo se levanta, me da la mano y me dice que le encanta que nos hayamos encontrado después de tanto tiempo. Aún recuerda los veranos que pasábamos en la sierra.

Se gira, echa a andar, pero se vuelve a los pocos metros. Se le olvidaba decirme que la joven del autocar murió aquel verano atropellada por un coche.

Conducía la bicicleta de su hermana.

 

Autor

Novelista y catedrático de Política Económica, es profesor en los prestigiosos ICADE (Universidad Pontificia de Comillas) y CUNEF (Universidad Complutense de Madrid). Licenciado y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y máster en Estudios Literarios y en Literatura Española. Ha escrito varios libros de economía y decenas de artículos, así como cinco novelas (La muerte lenta”, 1995, “Vivir es ver pasar”, 1997, “La paz de febrero”, 2006, “Entrevías mon amour”, 2009 y “Las mentiras inexactas”, 2012), sendos ensayos sobre los escritores Manuel Rico, 2012, y Haruki Murakami, 2013, y un libro de microrrelatos, los "Cuentos de los viernes", 2015. En la actualidad está escribiendo un segundo libro de microrrelatos: "Cuentos de los otros" y una nueva novela.

4 comments

  • El cuento está narrado en primera persona en donde Sotelo sigue eligiendo el viaje como código axiológico dentro de la narratividad. De esa forma vemos el viaje del relato como modalidad narrativa, un sistema de valores dentro de una sociedad. Los dos personajes del relato se desplazan por carretera, en un autocar, de Madrid a la sierra. En el trascurso del relato encontramos un mundo narrativo repleto de símbolos, imágenes, metáforas y mitos; estos últimos y los símbolos del agua de la presa son los arquetipos que se han transmitido de generación en generación a través del inconsciente colectivo de Jung el cual, se define como todo contenido psíquico de carácter subliminal que no ha alcanzado la consciencia. El agua simboliza la nostalgia ligada al recuerdo del protagonista y a esa evocación del pasado como “el agua que forma la garganta de la sierra”. El agua parece ser el símbolo de la detención del tiempo y el trascurso hacia la muerte de la joven a la cual, el protagonista, en primera persona o la voz del narrador se identifica con la del autor, no dejó su bicicleta.

    El autor logra autentificar la historia sin delimitar la frontera entre lo real y lo ficticio a través de un hilo narrativo con divagaciones metafísico-filosóficas en donde resalta un pensamiento hipotético-deductivo de tipo probabilístico (Lógica de Wright) por parte del narrador.

    El relato alude en cierto modo por intertextualidad a los recuerdos de juventud entre amigos tal y como el autor los expresa en dos de sus novelas “La muerte lenta” y “Vivir es ver pasar”; siempre esos recuerdos los comparten personajes masculinos por medio de un retroceso en el tiempo del relato o analepsis. En este caso como en todos los mundos narrativos de Justo Sotelo aparece algún suceso extraño como la muerte de la joven, rozando el tema del doble semejante a cómo lo entendía Cortázar en sus relatos ya que murió ella pero también pudo ser su hermana – la muerte de la chica atropellada suplanta la identidad de la hermana) y se perciben ciertos estados mentales donde fluyen la alegría, el recuerdo, la timidez…

    Un relato metaliterario paralelo al de” Continuidad de los parques” de Cortázar. En el relato de Cortázar el protagonista es un lector, en el de Justo es un escritor; en los dos relatos hay un abandono o dejadez de la actividad que realizan, en el de Cortázar el protagonista abandona su lectura por negocios urgentes y la retoma cuando volvía en tren hacia la finca, en la pura tranquilidad arrellanado en su sillón favorito donde se alternan los cigarrillos, en el de Sotelo el protagonista recorre la ciudad lentamente y se sienta en un café para saborear un té con hielo. En los dos relatos existe un viaje, en Cortázar en tren, en el de Sotelo en autocar; en los dos hay una muerte, en la que se mezcla la ficción y la realidad. Quizá los relatos se solapen más de lo que imaginamos…y se acoplen a los mismos moldes técnicos y estéticos a pesar de las diferencias que los separan. ¿Los dos escritores escriben como cadenas paralelas o tal vez se cruzan en algún punto sus estilos narrativos?

    Enhorabuena amigo por este cuento! Un diez!

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  • Qué más puedo añadir, Almudena, a lo que te digo todos los viernes. Pues que te sabes mi ensayo sobre Murakami de la primera a la última página. Un beso.

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  • lo que pudo ser y no fue…
    en la memoria pervive
    y cuando hay una negativa
    de por medio
    nos hace sentirnos culpables
    (tal vez si… entonces…)
    pero la vida pasa
    las personas a veces
    vuelven o no
    pero por lo general
    somos nosotros
    los que nos vamos
    (y a veces sólo cambios
    de barrio… porque…)
    pero el recuerdo
    vuelve azarosamente
    tal cual y como viene
    se va o no

    Roranna-230916-13h.

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  • Un arte de contar y un arte de comentar excepcionales. Solamente falta Marc Augé para evitar accidentes de bicicleta y seguir pedaleando desde aquellas adolescencias🎓🎓🎓🚵

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