Tu cara me suena: La Política del cabeza de cartel

Tu cara me suena: La Política del cabeza de cartel

Imagen Guisado Garavito y Jorge Corrales

Por Sergio Baños

Una práctica habitual del panorama teatral consiste en utilizar un rostro conocido como cabeza de cartel que actúe en forma de reclamo publicitario. En no pocos casos se trata de actores y actrices formados en el teatro y que han adquirido su popularidad gracias a la televisión o el cine. En otros quizá el intérprete no ha tenido una fuerte vinculación con el medio teatral, pero su destreza en otros soportes le hace merecedor de una oportunidad. Por último están los que son, simplemente, una cara conocida sin ninguna conexión con el escenario –al menos de teatro–.

Es lógico que la situación del sector incline a compañías y productores a la búsqueda valores seguros para sus producciones. Que una celebridad encabece el reparto puede garantizar el éxito en taquilla. Ciertos casos no tiene nada de criticable; otros resultan comprensibles. Por contra, hay algunos escandalosos. Sin embargo, parece que la política del cabeza de cartel se ha vuelto condición sine qua non para la supervivencia del espectáculo teatral.

La amplia aceptación de esta práctica fomenta que se torne más agresiva, lo cual conduce al siguiente estrato en la política del rostro célebre: el reparto televisivo. Seguramente dos caras conocidas funcionen mejor que una; tres mejor que dos; y así sucesivamente hasta que se acabe el presupuesto. Esto deben pensar. Y es cierto.

No obstante, todo ello tiene varias contrapartidas:

Por un lado, se malacostumbra al público ajeno al medio; a ese espectador que no acude nunca al teatro se le seduce con la idea de lo que ha visto en otra parte. De esta manera, la calidad o, por llamarlo de algún modo, el contenido cultural del espectáculo queda relegado a un segundo plano y la fidelización del espectador se produce únicamente a través del actor o actriz –famoso– de turno. Es decir, no por lo que es el teatro en sí mismo, sino por quien lo vende. Como es lógico, esto no crea un espectador a largo plazo, sino un público latente que espera ser tentado con el cebo adecuado.

Por otra parte, dentro del propio gremio, el mercado se cierra a producciones que no incorporen a su elenco un rostro conocido; lo cual dificulta crecimiento de producciones o compañías más modestas que, directamente, no son susceptibles de ser valoradas. Hay festivales -¡públicos!- que han adoptado esta política y que se luego se vanaglorian con los datos de asistencia. Bien por ellos. Mismo caso ocurre con los actores y actrices no tan conocidos que parece que están condenados a salir por televisión para prosperar en las tablas.

Por suerte, aún quedan ejemplos que no me dan la razón. Directores valientes, producciones arriesgadas, teatros osados que apuestan por la calidad de lo que se ofrece sin la garantía de una cara conocida. Benditos sean.

Autor

Sergio Baños, nacido en Marbella el otoño de 1987, estudia Arte Dramático en Sevilla y se traslada a Madrid en 2012, donde reside actualmente. Ganador del Premio Letras Hispánicas por su obra Desconocidos, se desarrolla como director y dramaturgo. Ensayo sobre el Demonio es su segunda incursión en la dirección después de Eurovegas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *