Troyanas de Eurípides, en versión de Alberto Conejero, dirigida por Carme Portaceli

Troyanas de Eurípides, en versión de Alberto Conejero, dirigida por Carme Portaceli

En la imagen Alba Flores, en Troyanas de Eurípides, en versión de Alberto Conejero, dirigida por Carme Portaceli

 

Por Luis Muñoz Díez

Nombrar un título como Troyanas, de Eurípides, es abrir una caja de Pandora a las emociones, estimuladas por representaciones teatrales vistas y adaptaciones cinematográficas. Nombres e imágenes se mezclan, y cada uno guarda bajo su almohada un pedazo de texto o la voz y el gesto de una actriz que le emocionó.

El recuerdo es caprichoso y poco objetivo, su obligación es dejar la intensidad precisa que cada estímulo marca para que podamos sentir la sensación adanista del descubrimiento. No entiende de plagio ni erudición, por eso lo que guardamos como un tesoro, no tiene porqué ser la mejor, simplemente es nuestro mejor recuerdo.

Voy a centrame en la función que vi de Troyanas en el Teatro Español, dado que no es mi intención hacer un recuento de los personajes que faltan, o si echo de menos el coro de las mujeres Troyanas, o no.

Doy por hecho que si Carme Portaceli y Alberto Conejero, ponen sobre el escenario únicamente a Hécuba, Políxena, Casandra, Andrómaca, Briseida, Helena y a Taltibio, es su elección, como lo es elegir como escenografía una T, de Troya, volcada en medio de un paisaje después de la batalla, con los muertos aún sin enterrar, firmada por Paco Azorín.

La versión de Conejero engarza con acierto de forma teatral un texto que en realidad es una sucesión de confesiones de unas mujeres que lo han perdido todo y están a la espera de una destino aún más negro.

Cada una encara su futuro con la experiencia de su propio bagaje. Elena, encarnada por Maggie Civantos, argumenta con aplomo que no fue ella la causante de la guerra, que la sangre corrió por la ambición de los hombres.

Miriam Iscla compone con desesperado acierto su condición. Es conocedora de la profecía, y sabía lo que iba a ocurrir en Troya, pero su castigo era ser ignorada. Andrómaca está interpretada por Gabriela Flores, viuda de Héctor y madre de un heredero que también será sacrificado, dispone de unos parlamentos tan hondos y dolorosos que a veces se tiene la sensación que lo dicho es más lacerante que lo escuchado. Pepa López da vida a una Briseida, reivindicativa y apátrida.

Alba Flores es una revelación sobre el escenario. Fina como una perla, vaga por el escenario con una cuidada coreografía de Ferrán Carvajal, como la delicada y bellísima Políxena. Muere virgen, y como no puede ser de otra forma, por la alegoría que encarna, la muerte la libera del sufrimiento.

Taltibio representa la consciencia del daño, como cuando se ve con los pies hundidos en la tierra devastada por los suyos. El acto Nacho Fresneda realiza un trabajo extraordinario, logra un punto exacto, resignado e inexorable como es la propia tragedia.

Hécuba es mi única queja. Se supone que es vieja como la vida, que lo ha visto todo, ha sido poderosa y ahora ha caído en un averno. El único hilo que le une con la vida es la venganza, como mujer y como reina. Hécuba es la luz del trueno en la oscuridad de la noche, está más allá del bien y el mal, y a pesar de que Conejero le brinda unos parlamentos tan desgarradores como líricos,  Aitana Sánchez-Gijón no llega a ser ese trueno implacable que cae en la noche; quizá sea únicamente el capricho de mi recuerdo que me lleva a otras Hécubas incontestables.

Troyanas de Portaceli sin duda es efectiva y llega al público. A la función que asistí los espectadores eran aficionados al teatro y estudiantes de instituto, y la obra se siguió con atención, para que esto ocurra es necesario que lo que se está representando sobre el escenario interese.

Estoy seguro que Carme Portaceli quería unas Troyanas así, a las que otorga la palabra, vestidas con ropas actuales, y proyectando imágenes de contiendas actuales, para unir el destino de todas las mujeres célebres o anónimas en la Historia.

Maggie Civantos es Elena, Alba Flores es Políxena, Gabriela Flores es Andrómaca, Nacho Fresneda, Miriam Iscla es Casandra, Pepa López es Briseida y Aitana Sánchez-Gijón es Hécuba

Maggie Civantos es Elena, Alba Flores es Políxena, Gabriela Flores es Andrómaca, Nacho Fresneda, Miriam Iscla es Casandra, Pepa López es Briseida y Aitana Sánchez-Gijón es Hécuba

Texto: Eurípides Versión: Alberto Conejero Dirección: Carme Portaceli Intérpretes Maggie Civantos es Elena, Alba Flores es Políxena, Gabriela Flores es Andrómaca, Nacho Fresneda, Miriam Iscla es Casandra, Pepa López es Briseida y Aitana Sánchez-Gijón es Hécuba, Pablo Cordero Nuñez/Alejandro López son Astianax Diseño de Luces: Pedro Yague Escenografía: Paco Azorín Vestuario: Antonio Belart Música y Espacio Sonoro: Jordi Collet Audiovisuales: Arnau Orio Coreografía y Movimiento Escénico: Ferrán Carvajal Diseño y Fotografía de Cartel: Sergio Parra Ayudante de Dirección: Judith Pujol Con el asesoramiento de: Maragarita Bprja Una Producción de: Festival Internacional de Teatro de Mérida, Teatro Español y Rovima Producciones.

Del 10 de noviembre al 17 de diciembre de 2017, en Teatro Español – Sala Principal- Madrid, más información aquí.

 

Autor

Desde que me puse delante de una cámara por primera vez a los dieciséis años, he fechado los años por películas. Simultáneamente, empecé a escribir de Cine en una revista entrañable: Cine asesor. He visto kilómetros de celuloide en casi todos los idiomas y he sido muy afortunado porque he podido tratar, trabajar y entrevistar a muchos de los que me han emocionado antes como espectador. He trabajado de actor, he escrito novelas, guiones, retratado a toda cara interesante que se me ha puesto a tiro… Hay gente que nace sabiendo y yo prefiero morir aprendiendo.

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