Tres poemas de María Ovelar

Tres poemas de María Ovelar

Fotos Jesus Ubera

Sobre Las oceánicas

Las Oceánicas (ed. Valparaíso) denuncia el maltrato psicológico, la violencia doméstica, el menosprecio y el borrado de las mujeres de la historia. El paratexto es constante: conviven referencias a la alta y a la baja cultura; canciones pop con referentes clásicos, entre otros, invoca a Alejandra Pizarnik, Anne Sexton, Baudelaire, Denise Levertov, Rumi y Antonio Gamoneda.

Se divide en cinco partes: No me llames musa reflexiona sobre el despertar feminista en una sociedad a la que le cuesta romper con los códigos heteropatriarcales. Los versos de La soledad es un país al que viajar, escritos durante el confinamiento, son un canto a la esperanza. En Eterno Retorno la escritora nos abre el álbum familiar y comparte sus recuerdos de la adolescencia. Las reflexiones filosóficas y metaliterarias de Huye de la palabra responden a la búsqueda del sentido de la vida en la literatura. En El sonido del (des)amor arden los fantasmas de las relaciones tóxicas.

Esta introspección autoficticia, que reivindica a la par que cuestiona el poder terapéutico de la escritura, reflexiona sobre la soledad: nunca habíamos tenido tantos recursos para acercarnos y nunca habíamos estado tan lejos.

Biografía de la artista 

Escritora, periodista, poeta y traductora de inglés, francés e italiano. Máster de periodismo en UAM/ EL PAIS, licenciada de Traducción e Interpretación y Bachillerato Internacional, ha publicado y trabajado en EL PAIS y en casi todas sus publicaciones (EL SEMANAL, BABELIA, S MODA, CIBERPAÍS…) y en revistas como VOGUE, GLAMOUR o MARIE CLAIRE. Trabaja asimismo como asesora creativa y de contenido offline y online de grandes marcas.

Ha coordinado varios eventos literarios, mesas redondas y micros abiertos de Madrid como Jueves de Poesía (Sombrerería, 3) y Arta Poema (Salitre, 30) y ha participado en festivales y programas de radio. Es la responsable de la tertulia de mujeres LaSafo y también colabora con el Ayuntamiento de Madrid para el que crea y presenta eventos literarios.

Ha actuado en cortos y videoclips, y pincha como DJ Arta. Trabajó como profesora de Literatura española y de español y francés para extranjeros en un colegio internacional (Mahindra United World College) en la India. Gracias a una beca, estudió el Bachillerato Internacional en United World College of the Adriatic.

Ha recibido varias becas y residido, estudiado y trabajado en Japón, la India, Francia, Italia, Suiza y Reino Unido.

En 2019 le concedieron la residencia artística Axóuxere en Brión (Rianxo) para escribir su primera novela que ha terminado recientemente. Suya era la noche es un descarnado bildungsroman, un relato de autoficción femenino y feminista ambientado en Madrid con tintes de thriller y de novela fantástica, una historia con personajes suculentos donde nada es lo que parece, lleno de desenfrenados fines de semana de música, sexo, alcohol y drogas; de relaciones tóxicas y parejas narcisistas; al mismo tiempo que es una novela de ideas, una reflexión metaliteraria.

La Trinchera Cultural y la revista A (Literatura, Arte y Caos) han compilado algunas de sus poesías. Varios de sus poemas fueron recogidos por Mariposa Ediciones en los poemarios Mujer, Brujas, Luna llena y Long Play editado este último por el poeta Rafael Carvajal.

Reside en Madrid, personaje de sus textos, desde el año 2001, y la inspiración de estos versos y de muchos otros que le rondan. Alicante, una de sus tierras de origen, es el segundo escenario. Madrid, ciudad de asfalto, representa lo demoníaco; Alicante, abierta al mar, la esperanza.

Poemas

  1. Ángeles Caídos (recogido en la antología Malasaña Blues Volumen 2, Mariposa ediciones).
  2. Que no te digan que fue un cuento (en Las oceánicas, Valparaíso ediciones).
  3. Herr Doktor (inédito)

 

Ángeles caídos

 

Vadeábamos sus calles como si fueran ríos

cuando hacía decenios que sus aguas habían sido soterradas,

orillándonos en bares de caña + tapa a un euro

codiciando alargar el gesto hasta el infinito.

 

Pensamos que el suspender del minutero era la señal del Edén,

Arcadia recuperada en un ritual de turulo compartido

como si en vez de una pajita estuviésemos dividiendo el pan de Cristo.

 

Nos mirábamos con la duda calada en los ojos,

húmedos de tanto reparar el rímel,

confundidos en el maquillaje con el que los géneros veneraban a Eros.

 

Éramos unos críos.

 

Jugamos con las cartas de una ciudad a medio construir,

paradójicamente esbozada por el rey de la geometría,

una ciudad sin orden ni armonía, siempre a medias como nosotros.

Nunca hablamos de Felipe II, ni Carlos III y a Manuela Malasaña

solo la mentamos para ir a un templo del garaje a pillar farlopa.

 

Qué historias, qué arte del ladrillo,

el mismo que el patillas con los gramos;

bolsos, gafas, amigos perdidos, nos creímos en el vertedero recobrado,

cuando estábamos en los confines del olvido.

 

Como tontos repetimos,

Madrid me mata, de aquí al cielo,

ciudad de locos, aquí no se duerme.

 

Este barrio de majos hoy de bordes,

donde cada estertor es un mecanismo de defensa,

donde nos relacionamos a voces y a nadie le interesa.

 

La Magdalena del fondo atiende por turnos,

se cree respetada con la cruz en el puño,

no cobra las mamadas a las que hunden su cabeza.

No quiere pero no lo dice.

 

Sobre el escenario se descerrajan acordes liberadores

en esa burbuja viajamos escurridos en notas,

llueve sudor condensado pero no nos importa.

Hoy no recordaremos ya nada.

 

Y regresamos, los ojos reventados,

fabuladores de noches que nunca fueron tropezando con señoras

que van a hacer la compra tirando de su perrito

en la ciudad de los ángeles caídos glorificados en monumentos,

de olor a popper entre los baños.

 

Aquí no huele a ropa mojada ni a guiso de lentejas,

las bolsas crujen entre los dedos de los chinos,

una lata, un euro, una lata, un euro, una lata, un euro.

Calaveras soledades entre cartones a las que nadie mira.

 

La ciudad que destejisteis no se puede destruir,

es contigo como Dios es con los hombres.

Escucha el agua soterrada, son tus ansías deseando salir

2 M, 11 S, 15 M, a las barricadas detrás de Daoiz y Velarde,

navajas, macetas, palos, punzones,

litronas, minis, piedras, cascotes.

Vidrios rotos, papeleras quemadas,

herramientas, cuchillos de cocina.

Motín de Esquilache,

“No fue abuso, fue violación”,

“Tranquila hermana, aquí está tu manada”,

“Jueces de mierda, la estáis juzgando a ella”,

caceroladas, silbidos y pitos.

 

Ya no éramos unas crías.

 

 

Que no te digan que fue un cuento

 

El agua límpida atraviesa las paredes del mundo,

se vierte entre mis nalgas.

 

La luz sueña con amores

sobre almohadas vaporosas,

se cuela por mi boca.

 

Puedo nutrirme de bosques,

empalarme de troncos,

inseminarme de salvia.

 

Sabed que no estoy incompleta,

que el horizonte me penetra,

que no soy menos fémina

por no parir,

que mi valía no se mide

en contracciones,

pañales o biberones.

 

No lo sabéis, pero no,

nosotras no vamos a envejecer,

 

Me miráis en busca de una madre,

defectos rastreáis en mis caderas, mi pecho, mi piel.

 

No lo sabéis, pero no,

nosotras no vamos a envejecer,

 

Un punto en el cielo determino,

cometa de fantasía en ilusión,

nubes lo descorren.

 

Sueños románticos:

sapos, príncipes, armaduras;

cuentos a los que no es sencillo minarles la razón.

 

Son cálidos, seguros, románticos,

nos han construido,

no es fácil minarles la razón.

En sus vapores me embriago;

tan placenteros,

me hechizan.

 

No lo sabéis, pero no,

nosotras no vamos a envejecer,

 

Mi adolescencia fue un terremoto de luciérnagas,

tan segura entre su atronadora estela de luces,

mi rumbo iluminaban.

Mareante fuego de artificio,

el porvenir no lo decidía yo,

sino ellas.

 

Lagos se descharchaban y los laberintos se enredaban,

dijeron que era mortal inhalar sus pócimas,

pero ninguna fenecimos aquellos veranos.

 

Adulta, sigo flotando borracha en su irrealidad,

pero bailo con la lucidez como foco.

 

Los cuentos sí… hasta hoy tienden sus redes,

todavía afásica bajo su influjo,

pero la conciencia destejiendo va la madeja,

y las letras levantando van otro frontispicio,

con frisos donde no somos princesas,

hadas, ni brujas.

Relatos emancipados, cierto algo solitarios, pero donde

el yo femenino no lo escribe un hombre, sino una mujer.

 

Lo sabéis, ¿verdad?

Nosotras no vamos a envejecer:

con nosotras,

el mundo

paramos o no,

no puede envejecer.

 

 

Herr Doktor

 

Hay algo que no nos podéis robar:

es el filo de la navaja bailando sobre mi iris caleidoscópico,

es mi agresiva hambre rugiendo en la discoteca,

es mi aullido desasosegante blandiendo la madrugada,

porque yo imagino mundos cuando los otros duermen y solo los locos soñamos despiertos.

 

No.

Las pastillas

no podrán amordazar el aire vertiginoso que se excita dentro,

no podrán combar esta voracidad creativa que escribe versos,

porque yo estoy loca

y mi furor es el contagio de otros que en mis suelas encuentran el antídoto a la apatía.

 

Con mi delirio hechizo el aire

y ninguna pastilla podrá amordazar

mi pecado con el que voy escribiendo al margen de lo institucional.

 

Y es que hay algo que no nos podéis robar:

soy la música que excita la sangre, el brillo de la irrealidad, la fracción de presente,

soy la cuerda que da cuerda al mundo.

Soy la locura.

Sin mí el amor no sería; sin mí, el arte no sería, sin mí; el mundo no sería.

Soy la locura.

 

Esquizofrénico, demente, bipolar afectivo; nombres que nos encarcelan, etiquetas normopáticas como camisas de fuerza, que nos reducen a un uniforme, el de la normalidad, vístase con el ropaje de lo normal, no notará diferencia, mate a su instinto, su esencia; vista el ropaje de la normalidad, 25 miligramos de diazepam, 15 mg de olanzapina, 10 mg de risperidona, 25 de quitapina, 10 de asenapina. Vista el ropaje de la normalidad, no deja huella, no deja memoria, ni materia gris. Aniquila sus voces, domestica sus depresiones, atempera su euforia, nubla sus heridas, esculpe sus manías. Vista el ropaje de la normalidad.

 

Leonora Carrington, Sylvia Plath, Anne Sexton; mis hermanas; casi os extirpan la creatividad disparándoos tanques farmacéuticos y ahora es a mí a quien quieren subyugar

con lorazepan; ¿hasta dónde creen que llegarán con su uniformismo de cápsula?

 

Pero hay algo que no nos pueden robar:

a mí no hay electroshock que me frene ni diazepam que me neutralice,

porque yo vivo en todos vosotros, despertarme no me ahoguéis.

Soy la locura y soy la cuerda que da cuerda al mundo.

Autor

Revista cultural

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