Su padre sabe mucho de astronomía. En la noche de verano se sientan juntos sobre la arena, en el punto exacto donde las olas llegan como una caricia de espuma pulverizada, y él le cuenta que las estrellas son grandes bolas de gas ardiente, que se mantienen en el espacio por un complejo sistema de equilibrio de masas, que los hombres las hemos agrupado en constelaciones con nombres de personajes mitológicos. Esa de ahí, por ejemplo, es Orión, dice, y traza con el dedo una figura, como si estuviese pintando sobre el lienzo añil del cielo. Las tres estrellas del centro forman el Cinturón de Orión y…
Sara lo mira con ojos como platos sin comprender sus palabras grandilocuentes, y desde la inmensa sabiduría de sus seis años se pregunta cómo hacer ver a su padre lo evidente, que esas tres estrellas no son el cinturón de nadie, sino Wendy, John y Michael siguiendo a Peter Pan en su vuelo hacia Nunca Jamás.
Qué bueno, cuando la imaginación mitológica choca con la infantil. Me has recordado a mí mismo, en verano nocturno, en la era, con mis hijos y los chiquillos del pueblo.