TRAVY: La familia Pla-Solina llega al Romea.
Por NACHO CABANA.
¿Cómo era Bogart en realidad?. ¿Tenía algo que ver con Sam Spade o Rick Blaine?. ¿Era Gracita Morales una mujer divertida y afable cuando el director decía “corten”?. ¿Es Hovik Keuchkerian el gigante bonachón que parece cuando interpreta a sus personajes?.¿Cómo son realmente los actores en el momento cuando no tienen un texto que interpretar, cuando nadie los está mirando, cuando se juntan con otros actores amigos o familia?.
A la última de estas preguntas responde Travy obra que, tras un exitoso periplo que ha llevado a la familia Pla-Solina al Teatre Lliure, la Sala Beckett y la Perla 29 en Barcelona y al teatro de la Abadía en Madrid aterriza ahora en el Teatre Romea de la Ciudad Condal para cerrar la temporada 24-25.
Travy se puede entender como una terapia familiar que incluye a los padres y a la hermana de Oriol Pla, sin duda (junto a Pol López) uno de los mejores actores catalanes de su generación. Una puesta en escena de sus dinámicas familiares donde se confunden las fronteras entre lo que son realmente y lo que llevan toda la vida jugando a ser.
Pero también se puede entender Travy como choque entre varias maneras de entender el hecho teatral, de enfrentarse a un escenario sin tener un texto como guía. Los padres, Quimet Pla y Núria Solina son clowns a la vieja usanza que intentan ganar presencia y favor del público con chistes que quizás ya solo a ellos les parecen divertidos mientras que Diana Pla, la hermana, abraza desde el desbordamiento todo lo que pueda sonar a vanguardia transgresora en tanto en cuanto Oriol Pla, travestido en director superado por unos compañeros de escena a los que conoce demasiado bien, intenta poner orden, dar un sentido, un orden causal a lo que a menudo parece dictado por egos y ocurrencias.
Y lo hacen todos, especialmente los dos integrantes más jóvenes de la familia Travy desde el exceso, el ruido y la furia. Es muy difícil, tanto para el Orio Pla director de la función como para el Oriol Pla que interpreta al director de la función por hacer, mantener tan alto el nivel de energía durante los 75 minutos que dura Travy. Pero lo consigue, ayudado en parte por un espectacular movimiento escénico que tiene su punto de virtuosismo en la coreografía con la mesa y sillas con ruedas.
No tiene miedo Oriol Pla ni la familia Travy a echar mano de lo circense, el humor negro, la parodia de la comedia italiana (momento alargado en exceso y con menos gracia de la que sus intérpretes creen) o una impresionante gestualidad que tiene en el monólogo sin palabras de Oriol Pla un excelente inicio de función.
La escenografía y vestuario de Sílvia Delegneau son una extensión funcional de los constantes cambios de registro de Travy y su final, una hermosa elegía de lo que supone pertenecer a una familia de comediantes.
Quizás sea Travy una obra de actores para actores, o, al menos para los que hemos conocido a algunos de ellos a lo largo de nuestra vida. Seres tan vulnerables como egocéntricos, dependientes en todo momento de la atención que les prestan los demás y simuladores profesionales de sentimientos que otros han creado para ellos en una sucesión más o menos grande de capas bajo las cuales cuesta, a veces, descubrir su realidad sobre todo porque puedes no saber cuándo están actuando y cuándo no.
Estarán en el teatre Romea hasta el 29 de junio.
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