En el desierto, sobre las ardientes dunas, boquean peces de colores mientras yo avanzo a coletazos apartando olas de fuego. Brillan bajo los rayos solares y sus colores forman riachuelos azules, verdes, amarillos… Y otra vez amarillos como el oro. Como las hebras de mi pelo. Como el horizonte ambarino y espeso.
Deseo pulsar el interruptor de la lámpara de mi mesilla de noche y comprobar que estoy en mi cuarto de paredes azules, de cortinas cobalto, de alfombra y colcha añil. Al estirar la mano, una materia escurridiza y ardiente se filtra entre mis dedos. Al moverme, mi enorme cola dibuja una ese que levanta una nube de granos arenosos que el viento enreda en mi pelo, que se cuela entre mis doloridos pechos y se pega a las escamas que encierran ahora mis piernas, unidas por una humedad púrpura, caliente y pegajosa.
Oigo ladrar a mi perro, convertido en calamar, y a mamá, con cara de manta raya, que vocifera cariñosamente: “hora de levantarse”.

Acuarela de Juan Luis López
Vete a saber si esa no es su realidad y cuando sueña lo hace con ser sólo una niña con perro y madre que la despierta, vete a saber.
Me encanta tanta imaginación y tan bien utilizada. Felicidades, niña.
Un abrazo
El micro tiene una ambientación onírica maravillosa y muy bien conseguida Yolanda. Transmitir ese extraño mundo de cuando soñamos es muy díficil, pero hija, tú lo haces a la perfección. Un abrazo.
Yolanda me vuelvo a quitar el sombrero es un relato mágico, entre velado, parece que todo puede ocurrir incluso lo ilusorio, un escenario producido por ensoñaciones y buenas letras.
Magnífico relato.
Un abrazo
Gracias Mar, Miguelángel y Manuel, por vuestra generosa opinión.