Tormentas, de Juan Zorraquín

Tormentas, de Juan Zorraquín

Parecía una tormenta hecha para el mar, heraldo de algún huracán; quizá se lamentara de estar vagando por allí en esas pampas sin enemigo en vez de jugar con las arbitrarias formas del agua y dibujar olas y tormentas que aterraran a ciudades y barcos felices en su ausencia.

TormentasEl libro tiene unos relatos bastante ocurrentes y distraídos, tan de coyuntura y saldo de entretenimiento que el autor parece devoto de los talleres literarios de los ayuntamientos (en un principio, paciencia). Los dos náufragos vive con algo de Rulfo y El llano en llamas. Paisaje hostil, miseria, gente solitaria, dificultades de supervivencia. Muy académico. A continuación juega un poco a la experimentación, es decir, a ponerle los cuernos a la corrección y compostura del taller literario, y fabrica otros artefactos más seductores para el lector avezado (y morboso). En Mares podemos leer:

Nada es gratis y menos las drogas, así que su tía lo puso a comerciar en la playa y se ponía loca cada vez que él no conseguía liquidar toda la mercadería. Empezó a tenerle miedo. No podía decirle que no a nada y ella lo manejaba con el placer.

La historia trágica de su pediatra siempre lo impresionó, la oyó mil veces contada por su madre hasta el agotamiento (“pensar que cancelé tu turno ese día a esa hora, tan solo el día anterior”). El doctor asesinó a su secretaria y amante un día de trabajo en su consultorio habiendo cinco madres y sus hijos en la sala de espera; para pegarse después un tiro en el cráneo y quedar ciego y preso el resto de su vida.

Como si el libro fuera una granja de dibujos animados donde conviven un león y una rana, incluso una muñeca hinchable que habla  con las gallinas. Heterogéneo. Arroz con cosas. Muy buen relato en tensión psicológica, vendetta, sicalipsis, violencia, fracaso, resentimiento y fortaleza narrativa, Ser macho:

  • Te enamorarás vos, hasta ahora no me enamoré jamás. Tengo una lista –le agregó sacando una libreta-, sos la número sesenta y cuatro. Con todas fui feliz entre unos días y cuatro semanas. ¿Algunas de ellas lloraron una vida? ¿Cuál es tu nombre?

Esta pavada contestó después de haber mirado largo tiempo sus ojos.

  • Berta- les respondió la boca perfecta, y se tomó algunos segundos para continuar así-: Qué tontas esas cuatro semanas, yo lloraría varias seguidas si pierdo veintiocho días con un puto como vos- se dio media vuelta y se fue riendo muy alegre, ligera y voluptuosa.

 

Rulo se acordó de la carabina e intentó verla en el círculo de su mira y su deseo, tenía que cazarla y entonces la besó y ella temblando lo arrastró debajo de un árbol y allí sin freno hicieron algo parecido al amor. La cacería estaba concluida.

“Sí, ese día que te lastimaste la pija, era una bola el hematoma y llegaba hasta los huevos y fuimos a la guardia y nos dieron treinta días de reposo sexual, encima se te infectó y tuviste fiebre, ese sudor que no cedía y ese dolor, ese desgarro desesperante, ¿te acordás como te cargaba? ¿Te acordás el dolor y el miedo y cómo cuidábamos los dos a tus huevos como si fueran criaturas?

 La prosa del relato es impactante (incluso brutal en determinados pasajes) y el lance si bien es sórdido y de miserables, tampoco tiene una pretensión temática muy complicada. Quicir, es un gran relato, justo lo contrario de otras narrativas más mercantiles y especulativas (comerciales) que van con mucha hostia y mucho tesoro, y adolecen de pedigrí y calidad literaria (aunque también es verdad que literatura será lo que a cada uno le salga de las pelotas).

Destacar el exabrupto, la ferocidad de la naturaleza, y su intromisión en las venturas y estrategias de la vida. La furia.

Un trueno que hizo temblar a un mismo tiempo, el cielo, la tierra, el mundo, un rayo, un relámpago y Jeremías cayó al suelo con dos impactos de bala en su lóbulo frontal.

Reverberaciones poéticas en El deseo y la libertad.

Los sonidos se hicieron poco a poco inaudibles después de haber estado al borde de perforar los tímpanos. Eran suaves cuando el atardecer ardía en ocres, rojos y naranjas y una bandada de gaviotas se recortaba en un profundo azul discontinuado con trazos celestes y grises, jirones de un tiempo ya ido.

Siguiendo el rastro lapidario de la novela, la cosa va en general de: la vida es una puta mierda. A continuación, más delirios de hijoputez. Maltrato psíquico y físico. Una joya, el puto niño.

  • …A ellas las cuerneo, o las dejo, nunca les pongo un dedo encima. Con una mujer es mejor la tortura psicológica, la violencia es para los hombres. Y a vos te pego porque me gusta y se rió con esa especie de semisonrisa que a las mujeres les gustaba.

Juan Zorraquín no se escaquea, no evita el desastre, la tragedia, desafiando siempre a la felicidad. Quizá es una rabia porque la alegría y la ventura no sean cuestiones eternas. Entonces se decide a escribir la miseria, la épica bíblica. La coordenada de la ventura; las Tormentas. Por último, muy agradecido al tono bonaerense del libro. Todo resulta muy ágil. No, no es ironía. Tres estrellitas.

Autor

Javier Divisa. Mercader a tiempo parcial y escritor a intervalos fragmentarios. Autor de la novela Tres Hombres para Tres Ciudades, su segunda obra vio luz bajo el título Valientes Idiotas. Desarrolla su cáustica y rigor literario en reseñas literarias para Eñe y Revista Cultural Tarántula. Ejerce como articulista y cronista en CTXT y compagina la literatura con el business de la moda. Ha ganado algunos premios narrativos, todos sin la pertinente dotación económica, aunque eso es algo que podría lograr un mono con lobectomía cerebral. También ha sido incluido en diversas antologías de jóvenes autores de libros que están enterrados hace años en el cementerio de Père-Lachaise y no leyó nadie. Actualmente muere en Madrid, escribe varias veces todos los días a lapsos de quince minutos y nunca aparenta estar feliz en Facebook. Su tercera novela se llama Magdalena.

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