«Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla». La célebre cita de Marco Tulio Cicerón sigue siendo tan vigente como el primer día. En España, con una Guerra Civil que separó al país en dos mitades, las secuelas se sienten todavía ochenta años después de la triste contienda. Por eso nunca está de más que el cine, en especial el documental, se ocupe de indagar en aspectos poco estudiados de aquel conflicto.
Pero que todos sepan que no he muerto, el largometraje de Andrea Weiss, se inscribe dentro de este grupo de cintas que indagan en la denominada memoria histórica. En esta ocasión se abordan asuntos tan interesantes como la muerte del poeta y dramaturgo gay Federico García Lorca, la represión del colectivo LGTBI en los tiempos de la dictadura o el drama de los millares de enterrados en fosas comunes en numerosos lugares de la piel de toro.
No obstante, como ocurre en tantas ocasiones, el qué resulta más interesante el qué que el cómo. A priori, la película cuenta con una directora ideal para abordar este tipo de asuntos. Andrea Weiss es una cineasta estadounidense que ya trató la temática homosexual en un célebre documental París era mujer, donde asumía las funciones de guionista y productora. Aquella cinta, que se estrenó comercialmente en España, nos mostraba la vida de varias intelectuales lesbianas en la capital francesa durante la época que la ciudad cobijó a los escritores de la Generación Perdida. Curiosamente, la realizadora de aquélla, Greta Schiller, ejerce aquí las labores de producción.
Sin embargo, a pesar de contar con una realizadora aparentemente adecuada, Pero que todos sepan que no he muerto fracasa estrepitosamente en casi todos los terrenos que toca. Parece que Weiss se encuentra un tanto perdida y mezcla sin demasiado criterio información sobre el fusilamiento del autor de La casa de Bernarda Alba, elementos de la represión que sufrieron gays, lesbianas y transexuales durante el régimen del General Franco, y el drama de todos aquellos que fueron ajusticiados y enterrados en fosas comunes durante la Guerra Civil y el régimen dictatorial. El filme no consigue hilvanar del todo bien todos los temas que pretende abarcar y nunca logra profundizar en ninguno de ellos.
Faltan más testimonios y fuentes, sobra un narrador solemne que pronuncia frases altisonantes y resultan un tanto gratuitas las inclusiones de fragmentos de la obra de Lorca que recita el actor español Miguel Ángel Muñoz. Por desgracia, la película se encuentra muy por debajo de algunos reportajes televisivos que se han centrado en cada uno de los asuntos que trata el largometraje.A pesar de todo, la cinta alcanza cierta intensidad cuando se focaliza en las palabras de aquellos miembros del colectivo LGTBI que fueron víctimas de la represión fascista. Lástima que el documental no recoja más testimonios y fuentes para perderse en otros temas colaterales que ya han sido encarados de manera más acertada con anterioridad.