Por NACHO CABANA.
Cierta expectación y mucho alumno del Liceo en la presentación en Barcelona del pianista Tigran Hamasyan en esta 50 edición del Barcelona Jazz Festival. Se trata de un músico armenio que debutó en este mismo certamen hace siete años en formato trío y que ahora regresa al escenario de la sala Barts en formato de piano solo (más o menos).
Hamasyan, formado en EE.UU y Francia, crea la base rítmica de sus composiciones de dos maneras: con el mismo piano o con un sintetizador. En el primer caso, suele decantarse por un cierto minimalismo repetitivo mientras que, en las piezas en que optó por el aparato electrónico, buena parte de la ejecución se basó la construcción de ese colchón sonoro a partir de la mezcla de diferentes longitudes de onda. En ambas alternativas, una vez establecido el patrón rítmico, Hamasyan ejecuta sobre él unas suaves y agradables melodías que en ocasiones recuerdan a Win Mertens y otras a la tradición musical de su país de origen. Al músico belga resonaron también las improvisaciones vocales y silbadas que en un par de temas sustituyeron a la mano derecha en la construcción del motivo principal.
Lo más ortodoxamente jazzístico de la velada apareció en las variaciones que sobre las melodías se marcó el autor de Mockroot, especialmente en la inspirada por (y dedicada) a su localidad natal Gyumri que, no obstante, alargó en exceso. La base rítmica se vio reducida al mínimo en los temas de inspiración más tradicional mientras que en su primer bis, Hamasyan limitó el piano a un par de acordes mientras interpretaba el tema central con la boca ritmo y melodía un poco al estilo Bobby Mcferrin.
Fue una velada agradable, sin estridencias, algo densa en ocasiones, ideal para el lluvioso otoño que tenemos en Barcelona. Eso sí, Hamasyan necesita urgentemente un/a estilista. No se puede tocar en público un piano con ese jersey y esos vaqueros….