Tiempo de caníbales (Zeit der Kannibalen) de Johannes Naber

Tiempo de caníbales (Zeit der Kannibalen) de Johannes Naber

Tiempo de caníbales (Zeit der Kannibalen) (2013) se ha proyectado el 11 y 12 de junio de 2014 en la 16º edición del Festival de Cine Alemán de Madrid.

Tiempo de caníbales, del director Johannes Naber es una propuesta más del 16º Festival de Cine Alemán en Madrid, dentro del ciclo Arthaus dedicado al cine independiente.Tórrida película, por el tiempo atmosférico de los exteriores de los hoteles internacionales en que transcurre, de emociones contrastadas y vívidos diálogos.

La película transcurre en interiores y nos sirve una toponimia, India, Pakistán, Lagos, de no-lugares, exteriores tan estilizados que, a través de las ventanas de la habitación del hotel correspondiente del que nunca se sale, sólo se atisban estructuras paralelográmicas. No-lugares, u-topos en griego, utopía

Tiempo de caníbales es una visión de cómo las avanzadillas del capitalismo global van tomando posiciones en Terceros Mundos descoyuntados en su implosión, guerra, terrorismo, fanatismo religioso. Como dice Ollers, interpretado por Devid Stresow, el capitalismo que contribuimos a expandir acabará con estos mundos, aludiendo a la descomposición ambiental.

Naturalmente nada es perfecto, y los apóstoles de la buena nueva no son precisamente dechados de virtudes humanas. Ollers y Niederländer, interpretado por Sebastian Blomberg, se jibarizan, más que canibalizan, y van reduciendo el tamaño de sus cabezas hasta que apenas quepa un alfiler por sus intersticios. Bianca, la tercera consultora de empresas en discordia, Katharina Schüttler, las puede ensartar metafóricamente como cuentas de un collar que nunca llegará a lucir.

Cannibal

«Tiempo de caníbales» (Zeit der Kannibalen) de Johannes Naber

Los tres, como los tres Mosqueteros, juegan a batirse entre sí, en duelos que tienen su trascendencia vital y afectiva. Siempre en interiores interiorizados por los personajes que se buscan constantemente para azuzarse, enervarse y seguir viviendo un rato más, hasta la siguiente presentación o reunión de empresa.

La película juega con muy escasos medios, tres personajes y algunos acólitos en habitaciones de hotel, avanzando la acción a modo de sketches sucesivos y ofreciendo una clara progresión dramática que nos cuenta una historia de ambición, poder, competencia y hasta una pizca de amor, encarnada en dos hombres y una mujer.

Triángulo sutil atemperado y deglutido fácilmente con algo de polvillo de ¿cuerno? de rinoceronte negro. Mucha ansiedad -y depresión- jalonan el recorrido interno, por las interioridades de los intestinos del mismo hotel de lujo funcional repetido una y otra vez sin nombre ni calor local.

El calor lo da la fricción de la rapidez de los sentimientos y réplicas de estos actores con un magnífico guión de Stefan Weigl. Es un calor neurótico y tenso, que se combate con mucho alcohol y algo de drogas más duras. Pero que permite que afloren los sentimientos que nunca deja de generar la convivencia humana de este pequeño falansterio con connotaciones socialistas, no en vano uno de los protagonistas proviene de la Alemania del Este.

Si este es el programa vital y amoroso del capitalismo avanzado, podemos tentarnos la ropa, pero avisados quedamos. Pero la transmisión instantánea a distancia de los sentimientos y emociones se produce desde los albores del cine, allá por los años de los hermanos Lumière, desde ese punto de vista lo único que ha acontecido es que al fin la forma y el fondo se vuelven indiferenciados.

Quiero decir que la forma cine ha alcanzado y dado la vuelta, ha revertido, a las historias que se quieren y se pueden contar en los albores de nuestro siglo, como es el caso de Tiempo de caníbales. Espléndida muestra estilizada y económica de lo que podemos dar de sí en estos tiempos revueltos de cóleras y otras amenidades para nuestro consumo.

El director, Johannes Naber, nacido en 1971 en Baden-Baden estudió Filosofía y Cine y tiene en su haber otro largometraje, Der albaner (2010).

Autor

Soy José Zurriaga. Nací y pasé mi infancia en Bilbao, el bachillerato y la Universidad en Barcelona y he pasado la mayor parte de mi vida laboral en Madrid. Esta triangulación de las Españas seguramente me define. Durante mucho tiempo me consideré ciudadano barcelonés, ahora cada vez me voy haciendo más madrileño aunque con resabios coquetos de aroma catalán. Siempre he trabajado a sueldo del Estado y por ello me considero incurso en las contradicciones que transitan entre lo público y lo privado. Esta sensación no deja de acompañarme en mi vida estrictamente privada, personal, siendo adepto a una curiosa forma de transparencia mental, en mis ensoñaciones más vívidas. Me han publicado poco y mal, lo que no deja de ofrecerme algún consuelo al pensar que he sufrido algo menos de lo que quizá me correspondiese, en una vida ideal, de las sempiternas soberbia y orgullo. Resido muy gustosamente en este continente-isla virtual que es Tarántula, que me acoge y me transporta de aquí para allá, en Internet.

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