THE HOLE X en el Port Vell de Barcelona.
Por NACHO CABANA.
The hole cumple 10 años (bueno, en realidad 11) y para celebrarlo se ha instalado en una carpa de circo en el Port Vell barcelonés donde ofrecerá sus funciones hasta finales de enero.
Juega la “X” del título a la ambigüedad: del décimo aniversario por un lado a la clasificación “X” por otra. Y entre ambas acepciones se mueve el show. Con Alex O’Dogerthy como maestro de ceremonias (en un rol que alterna con Canco Rodríguez, Eva Isanta, Víctor Palmero y Edgar López), el espectáculo es una recopilación de los números más exitosos de sus anteriores ediciones al tiempo que intenta ir más allá del atrevimiento habitual en los espectáculos de “burlesque”.
Es, precisamente, en la recopilación de números circenses donde The Hole X alcanza sus mejores momentos. Maru Limeres y Tamar Vela como las X girls son las primeras en lanzarse a hacer piruetas aéreas (en topless) con algún momento especialmente impresionante al quedarse una de ellas sujeta debajo de su compañera apoyando la primera su nuca en los pies de la segunda.
Resultan progresivamente estimulantes las sucesivas vueltas de tuerca a las acrobacias voladoras que protagonizan Oleg Tatarynov (cuerpo de Magic Mike XXL, alma de circo) y Donat Collazo culminando en un ejercicio con todo el cuerpo mojado, incluida la mano utilizada como único punto de sujección.
El lado más espectacular de The hole X tiene un final a la altura con el número sobre patines que protagonizan Carlo y Úrsula como Duo Roller.
La parte musical corre, principalmente, a cargo de Edgar López, Arnau Lobo, Omar Antxundia y Fran Velázquez quienes, convertidos en los mayordomos de The Hole X, dan la bienvenida y amenizan los tiempos entre número y número con sus canciones “a capella”o casi.
Bien los sucesivos striptease, el número de baile con pintura fosforito y un acierto el haber reducido considerablemente el tiempo del bingo que con el se inicia la segunda parte de The Hole X (que en la edición primigenia se alargaba en exceso). Un fragmento del espectáculo que pone a prueba la vergüenza ajena y hay que tomarse como un experimento sociológico acerca de hasta dónde es capaz de llegar un español por conseguir un jamón serrano.
Es, sin embargo, en los textos donde encuentra The Hole x su principal punto débil. Primeramente porque, los que tienen a la pandemia, la postpandemia y la distancia social como tema principal, a buen seguro eran de plena actualidad hace uno o dos años pero hoy suenan (afortunadamente) caducos. En segundo lugar porque la mayoría de los monólogos se alargan en exceso (el de Alex O’Dogerthy, autor por otro lado de los textos, en el baño), haciéndose muy reiterativos sobre todo cuando tienen en rudimentarios juegos de palabras su herramienta cómica principal. En este sentido, el de Vinila Von Bismark se lleva la palma.
Un problema este, el de los chistes, fácilmente solucionable contratando a un guionista pero que, al mostrarse disperso durante toda la duración de The Hole X, no llega a enturbiar en exceso un conjunto que tiene que luchar durante toda su duración con que la tolerancia de la población hacia los desnudos públicos y las alusiones sexuales son infinitamente mayores que en los tiempos en que nació el “burlesque”… o la revista.