Estética polaroid y sesentera para este relato cinematográfico rompedor ambientado en el San Francisco posthippie y prepunk que combina con habilidad imagen real y dibujo. Basado en el autobiográfico Diario de una adolescente de Phoebe Gloeckner, álbum que editó La Cúpula en España en los años del apogeo del cómic, la película de Marielle Heller sigue el despertar a una sexualidad desbocada de la quinceañera Minnie Goetze (Bel Powley), la propia historietista, una jovencita algo gordita, desaliñada y de escaso atractivo, que se inicia con Monroe Rutherford (Alexander Skasgard), el novio guaperas de su madre (Kristin Wigg), del que se enamora locamente.
Marielle Heller (California, 1979) conduce el relato hacia las antípodas de ese funesto cine de adolescentes que infecta las pantallas de medio mundo y tanto daño les hace al considerarlos subnormales, y pergeña un relato divertido, tierno, ácido y espontaneo que habla de la sexualidad sin coartadas morales y es, a la vez, el retrato fidedigno de esa época marcada por el secuestro de Patricia Hearts por parte del Ejército Simbiótico, al que constantemente se hace referencia en una película extraordinariamente bien ambientada hasta en la textura algo sucia de la imagen por la que fue premiada en el recién finalizado 53 Festival de Cine de Gijón.
The Diary of a Teenage Girl pasa ante los ojos del espectador como un soplo y ello es mérito de su directora, que consigue que una ópera prima no lo parezca en absoluto, y del talento de su jovencísima protagonista, la británica Bel Powley, que se mete perfectamente en el papel de esa teenager que se bebe la vida a grandes sorbos, y al mismo ritmo se va desengañando de ella, pero sin desdeñar (tríos, drogas lisérgicas, lesbianismo) ninguno de los caminos que se le abren y refugiándose en el dibujo, porque quiere seguir los pasos de Aline Kominsky, otra de las grandes de la historieta underground yanqui junto a su compañero Robert Crumb.
Divertido e inteligente film.