Adelantamos para los lectores de Tarántula dos poemas de Tango Berlín, de Kurt Bartsch, cuya versión en español, a la venta en los próximos días, publica la editorial Greylock.
La parodia como subgénero poético tiene un recorrido tan largo como la historia misma de la lírica. Pensemos en los clásicos grecolatinos, en el modo como competían y se burlaban unos autores de otros. En nuestro siglo, es decir, en el lento presente que vivimos desde 1900 y se prolonga, de momento, hasta este 2020, un tiempo plagado de vanguardias, tan plagado que cabe preguntarse por el significado de la vanguardia misma, en este siglo, decimos, la parodia ha caído en desgracia. Escritores devaluados, tertulianos, ciudadanos rebajados a bots de Twitter o perfiles de Facebook, se disputan lo que algunos llaman la “incorrección política”. En realidad, se refieren a una crítica política expresada de malos modos, rápida y chapucera, sin elegancia ni estilo. Practican, practicamos, el mal chiste y no pasaremos a la historia, desde luego, por la profundidad de la burla, ni por lo ingenioso de los argumentos. La parodia prácticamente abandonó la literatura: sólo en las viñetas, en las revistas satíricas nacidas durante el franquismo, encontramos algo de aquel estilo.
Kurt Bartsch (1937-2010) perteneció, por generación y vocación, a quienes supieron ejercer la crítica política y literaria sin reñir con la estética, ni perder el sentido de la honestidad y la dignidad como ciudadano. La escritura, en primer lugar, fue la tabla de salvación que le apartó de una vida miserable, quizá criminal. No obstante, no olvidó nunca sus orígenes; al contrario, reivindicó la humanidad y la humildad de muchos de los personajes que rodeaban el Berlín proletario inmediatamente anterior a su nacimiento, el Berlín que habían inmortalizado Alfred Döblin o Bertolt Brecht y que reaparecía en los rostros de posguerra, en las clases trabajadoras de la Alemania Oriental. La honestidad, en segundo lugar, fue lo que le llevó a enfrentarse con las élites culturales y políticas de la Alemania Oriental y, finalmente, la que le condenó al ostracismo en la Alemania Occidental tras su huida al otro lado del Muro.
La poesía de Bartsch no podía nacer sino en la sociedad de su época, la Alemania Oriental de finales de los años 50 hasta los años 80, pero su particular estilo a caballo entre la dialéctica de Brecht, el realismo social y el expresionismo trascienden la coyuntura histórica y nos enfrentan, aún hoy, a la imagen de la derrota, política, moral y personal. Personajes marginales, trabajadores y parias desfilan por sus páginas y el poeta se funde y confunde con ellos, se viste de bufón, loco, asesino y obrero, para que la voz del yo poético sea al tiempo relato en primea persona, retrato, denuncia, advertencia y burla.
Bartsch hizo méritos para ser objetivo de la Stasi. Su poesía y su teatro (llegó a ser autor residente en el prestigioso Volksbühne de Berlín, aunque destacó en el género del cabaré) pusieron en el punto de mira el contraste entre la miseria de la vida en la Alemania Oriental y los grandes ideales del Partido Comunista. Tras varios años de acoso policial, años en los que Bartsch vio cómo sus amigos se marchaban uno a uno, decidió él también abandonar su patria. El sueño del socialismo en la tierra se desvanecía, pero también
Estamos ante una poesía incómoda que podemos descubrir gracias a Tango Berlín, antología que el autor dejó preparada antes de morir en 2010 y que he tenido el placer de traducir y prologar.
Federico Ocaña
Resumen
Conozco cada piedra aquí, casas calles
esta habitación mi segunda piel, no puedo
de mi piel, entiende usted, no quiero
mi carne se pudre aquí más rápido que en cualquier lado:
eso es lo que me retiene. Espacios sin luz
vacíos los sótanos, dejar las casas:
si muero aquí, solo muero.
En cualquier otra parte vivo solo. La pregunta es
qué es mejor. (¡A mi edad
no crece segunda piel alguna!) Digo:
Será mi coche fúnebre el camión de la mudanza.
Cuando me recojan saltaré por la ventana.
Por ejemplo, mi abuela
Por ejemplo, mi abuela
favorita de las putas alrededor de la Alexanderplatz
porque tiene la oreja abierta para cada una
una estufa caliente, en la que
Lotte Frieda Franziska pueden calentar sus herramientas
los muslos y el culo, el sexo vacío.
Siéntate, Lotte (Frieda Franziska)
aquí hay café, se está caliente aquí.
Deberíamos, dice Lotte (Frieda Franziska)
transformar a los hombres en cerdos. No sé
qué hay que transformar, dice mi abuela
(alcahueta, con treinta y seis años viuda,
su marido murió por la bebida)
la que mantiene una estufa caliente y los oídos abiertos:
Conozco la vida. A mí no me engañan.
Más información:
https://www.editorialgreylock.com/tango-berlin
Dónde encontrarlo (a partir del 2 de octubre en librerías):
https://www.todostuslibros.com/libros/tango-berlin_978-84-121975-0-1
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