Talita Cumi, de Nacho Abad

Talita Cumi, de Nacho Abad

Una vez le dije: dame una de Talita Cumi, Nacho.

Como si le estuviera pidiendo una de bravas.

Talita cumiEn 24 horas, una resaca de lunes y dos ibuprofenos,  la tenía en mis manos. Luego nos fuimos a por las chinobirras. Yo sabía que Nacho no me iba a contar que Rosalinda se había enamorado de Nicomedes Guzmán y que iban a desflorar juntos una amapola como efigie del amor sin fronteras sociales mientras ella le susurraba papito lindo,  pero a la par desconocía que fuera uno de los líderes de la paranoia de culto leonesa y que le gustara tanto la antropología del escritor y la delic casquería de la literatura. Manda huevos que venga este tío a hacerme pensar con lo fácil que resulta tomarse una o veinte cañas con él, hablando mierda y profundidades a intervalos irregulares en cualquier terraza de Madrid, morena va, rubia viene. A mí, que venía de leerme la moralina de Henry James y la chocarrería de Amis, cómo me haces esto. Qué cabrón. Porqué no me contaste antes que una Hispano Olivetti iba a ser el motor de un dos caballos y que la literatura te iba a salvar el culo aún al coste de perderlo continuamente. Me diste ese libro como si fuera una caja de bombones, mamón, y era una bomba tallboy con sus cinco toneladas de literatura. ¿Era necesaria tanta antropología? De paso te diré que los convencionalismos editoriales te tocan bastante los huevos y que jamás vas a llegar a publicar en Planeta. La palabra brillaba como un clítoris, estás loco, tío. Conducíamos día y noche rumbo a Francia. Habíamos oído que allí, un tipo llamado Jaques Molay, era capaz de curarnos con solo besarnos el culo. Pues ya sabes, una en el Pepe Botella, y me lo explicas.

Muy, muy curioso este artefacto de Nacho Abad que dispara postas de novela, de poesía, de delirios, de tormentos, de bellísimas obscenidades,  sin ser nada y siéndolo todo, de literatura tragicómica y épica de apariencias y realidades, porque Talita Cumi es un puzzle deconstruido como una tortilla de Ferrán Adrià, como una nariz que ha perdido la calma por la cocaína en una clínica de Medellín. Talita Cumi es buena por complejidad ,  y la evidencia desde la primera página de un notable pulso narrativo en su constante duelo con la metáfora extravagante que bifurca hacia extraordinaria y cierta constancia de que muchas páginas nacen de las entrañas de la autobiografía y de unos referentes apoteósicos en las emociones literarias de Nacho que suponen sus expansiones orgásmicas en estas artes.(Valgan pardadigmas: Louis Ferdinand, William Burroughs).

Y eso hace verdadera a la literatura. Con el corazón te lo digo, como diría una loca del coño del universo Coelho.

A nuestro  alrededor, las palabras iban posándose sobre el suelo, aún ligeras, pero ya no tanto. Bailaban la danza de la hojarasca y el otoño.

 

…todos a punto de morir de hipotermia (que es una muerte que huele a película Kodak de bajo coste), entre putas y mafiosos de poca monta, entre moros y vendedores ambulantes de relojes que giran al revés, ya borrachos después del vino de la cena…

 

El invierno se retrasaba como una novia, pero nos mandaba, de cuando en cuando, alguna de sus criaturas, una noche de frío, un cielo hecho de latas recicladas, unos leotardos bajo el pichi de una amiga.

Y va el colega, y empieza cada capítulo con Cuando Volvamos. Con ese presente subjuntivo desafiante de encontrar la verdad en el regreso, como la tercera copa, o el ahora es demasiado tarde princesa. Emociones, mujeres, sudores, hambre, poesía, pájaros, cielos, la belleza de Alejandra, miseria, para marcar prioridades en la vida, escritores persiguiendo una idea , una creencia hasta la propia muerte, es decir vivir la proyección de la literatura, la verdadera literatura, la batalla por llegar pero no a precio de ambición y mamadas, sino a saldo de precipicios, ideas suicidas y desenfreno ;  disolución generalizada. Como esa profunda manera de leer la vida que venía a ser la literatura y nos anunció Francisco Umbral, aún a costa de que esa incesante persecución acabe por destruirte, que nos dice Nacho Abad.

Los treinta hubieran sido una buena edad para morir. En un hotel cualquiera , sobre una moqueta azul acero, con la grifería aquejada de cal, frente a un mar carbonizado por el sol. Qué escena. Una prostituta tomándonos el pulso, desnuda. Sus nalgas bien cerca de nuestra cara, coge el dinero de la cartera y se larga. Pero dejamos pasar la oportunidad. Confiábamos en que algún día los estudiantes escribirían con boli Bic nuestros nombres en el cartón de sus carpetas. 

Los labios de William temblaban de ferocidad: «Que nadie se confíe -seguía-. La literatura va a regresar. La de verdad, la que extermina, la que es hermosa. La que enceguece. Y no vais a ser capaces de soportarla».

Revolucionaria y heterodoxa como la madre que la parió, es Talita Cumi, desgarrada, épica , sensible y atroz. Más recursos que Sharon Stone saliendo de un kinder sorpresa. Te sales Nacho. 96 páginas, para qué más. De twice, para terminar de posmodernos mainstream.

Talita Cumi, de Nacho Abad, Leteo, 2013. 

Autor

Javier Divisa. Mercader a tiempo parcial y escritor a intervalos fragmentarios. Autor de la novela Tres Hombres para Tres Ciudades, su segunda obra vio luz bajo el título Valientes Idiotas. Desarrolla su cáustica y rigor literario en reseñas literarias para Eñe y Revista Cultural Tarántula. Ejerce como articulista y cronista en CTXT y compagina la literatura con el business de la moda. Ha ganado algunos premios narrativos, todos sin la pertinente dotación económica, aunque eso es algo que podría lograr un mono con lobectomía cerebral. También ha sido incluido en diversas antologías de jóvenes autores de libros que están enterrados hace años en el cementerio de Père-Lachaise y no leyó nadie. Actualmente muere en Madrid, escribe varias veces todos los días a lapsos de quince minutos y nunca aparenta estar feliz en Facebook. Su tercera novela se llama Magdalena.

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