No fue la noche.
Ni el verano ni el hielo.
O tal vez haya sido todo.
Abre la novela, Episodio I: the kill. Ahí vamos a ver a unos tipos en esas primaveras de los cincuenta años , con ciertos bretes en la vida conyugal y el consecuente lastre de las parejas (los cuatro hombres a beber, las mujeres a veces cerca y el resto del tiempo puede que no importe) . Tienen hijos adolescentes, por tanto tienen retoños idiotas, crueles, guapos, niñatos con secretos, con vídeos en el móvil para la extorsión. Hay un árbol de causas, la evidencia de las relaciones y su cuota de participación en el desastre. Una gasolinera, los sapos, el hielo, el hermano mayor, un coche, el freno de mano, un camión, el egoísmo, la hijoputez, una chica bonita.
A veces con incuestionable follaje poético.
Nace el odio cuando nace la sangre, con el primer latido.
Somos engañados por la apariencia de la verdad.
Marcelo Luján, al que antes de Subsuelo conocía de vista por el barrio y sus novelas, igual que a Hugh Hefner, el viejo de las conejitas Playboy, (cero), ha ensayado mucho la diana de la narrativa y ha tenido que dar mucho el coñazo a un colega aburrido, leyéndole trocitos de la novela, para ver cómo funcionaba eso de prestar atención aunque no te estés enterando de nada , es decir, que le interesa mucho la literatura audaz, de aliento, de hálito continuo, con una incesante tendencia a la visualización de la escena y a una oportuna utilización del suspense. Vale, y la angustia. Para que te quede claro. No te vas a sobar con Subsuelo. No, no es grandilocuente, ni fatigosa como una fabada. Tiene la sencillez de la gamba blanca. Nunca sacia. Y no, la familia no es lo que parece. A menudo tras el tabique de la parcela y el chalet no está el american dream de la barbacoa, el tercio de budweisser y el vestido trendy de cuadros rojos y blancos. Una especie de indagación científica-psicosocial de la mente humana, el terror de las parcelas extraviadas en las montañas, el despertar de la bestia, el mal, el dominio que conlleva acatamiento, el miedo, la mentira, los conductos recónditos de un terrario como alegoría de la parte invisible del ser humano, a menudo la parte impenetrable. El mal.
En Subsuelo se habla de degeneración y humillación para tocar el problema, el dilema de los hijos; hacia donde estamos yendo con nuestras botellas de ginebra premium, nuestras conversaciones burguesas y nuestros votos a Ciudadanos y el Partido Popular. Otra novela más importante de lo que parece y un hormiguero como leitmotiv del relato y el psicodrama.