El guion es la gran estrella de Steve Jobs, la película dirigida por Danny Boyle sobre el fundador de Apple. El escritor Aaron Sorkin, creador de la serie de televisión El ala oeste de la Casa Blanca y autor del libreto de La red social, otorga una peculiar estructura a un filme que se acerca más al retrato psicológico del personaje y se aleja del típico biopic, ese que se encarga de resumir de manera apresurada gran parte de la vida de un individuo.
De manera muy inteligente, el guionista estadounidense se centra en tres épocas clave de la vida del magnate de la informática. Esos instantes coinciden con el lanzamiento de productos que el mismo Jobs se encargó de presentar en sociedad: Mac (1983), Next (1988) e iMac (1998).
La película entrelaza estos momentos con la presencia de varios personajes clave en la trayectoria vital del empresario: Steve Wozniak, el hombre con el que fundó su compañía; Andy Hertzfeld, el diseñador del software del popular Macintosh; John Sculley, director ejecutivo de Apple Computer y una figura casi paternal para Jobs; Joanna Hoffman, la ejecutiva de marketing que ayudó al empresario informático, pero también le hizo enfrentarse a la dura realidad en numerosas ocasiones, y su hija, con la que tuvo una relación difícil. Como complemento, el largometraje utiliza fragmentos de informaciones periodísticas y flashbacks que nos trasportan fugazmente a otros pasajes de la existencia del biografiado.
La intención, como he señalado anteriormente, es dibujar un perfil de la persona que deje en un segundo plano sus aportaciones al mundo de la informática y la tecnología para centrarse en el aspecto más íntimo. Así descubrimos a un tipo con una inmenso talento para comunicar al gran público que, sin embargo, podía hacer la vida muy difícil a todos aquellos con los que tenía que trabajar y se mostraba como un progenitor bastante torpe. El filme nos lo dibuja como un hombre egocéntrico y maniático del control que parecía marcado por su condición de hijo adoptado. En muchos aspectos, el temperamento de Jobs no se diferencia demasiado del Mark Zuckerberg, el dueño de Facebook, que el propio Aaron Sorkin retratara en La red social.
El británico Danny Boyle ilustra el magnífico guion centrándose especialmente en la dirección de su espléndido elenco de actores, aunque en algunos momentos subraye visualmente en exceso algunos elementos que no lo necesitaban. No obstante, en esta ocasión, parece menos efectista que de costumbre.
El reparto, por otra parte, se convierte en otro de los puntos fuertes del filme. Michael Fassbender logra imprimir la necesaria fuerza y carácter al magnate de la tecnología, mientras que una igualmente soberbia Kate Winslet encarna de manera magnífica a esa empleada capaz de decirle a su soberbio jefe las verdades que nadie se atreve a comentarle. A la vez, Jeff Daniels, Michael Stuhlbarg y Seth Rogen consiguen estar a la altura de los trabajos de los protagonistas en roles secundarios que se benefician de sus excelentes interpretaciones.
En resumen, Steve Jobs se alza como el mejor retrato de ficción del fundador de Apple hasta la fecha y a mucha distancia del vulgar Jobs, aburrido y superficial biopic dirigido por Joshua Michael Stern que se limitaba a recopilar algunos de los momentos clave de la vida del personaje, pero sin lograr profundizar demasiado en su carácter.