«Sótano» de Josep M. Benet i Jornet, es una función que se ha representado en numerosas ocasiones y en varios países y siempre con éxito. En este caso ha realizado la puesta en escena Enio Mejía. No es la primera vez que veo representar el texto que es meritorio, pero que para mí deja un cabo suelto, y no para que sea el espectador quien los ate, sino porque la falta de respuesta surge finalizada la función.
He llegado a pensar que es un texto que sugiere más de lo que dice, y que para sacarle todo el partido, lo suyo sería hacer con él una dramatización radiofónica, en la que se dejase al gusto del oyente tanto el aspecto de la casa como el físico de los protagonistas.
«Sótano» se representa en un solo decorado y allí conoceremos al dueño de la casa y a un hombre al que ha invitado a entrar, con el fin de que se tranquilice, después de haber sufrido el desagradable incidente de ser casi atropellado por un coche.
El anfitrión se comporta de una manera educada y ofrece algo de beber a su invitado, después, con una correcta impertinencia, le provoca para que hable de su vida privada, él invitado no se resiste y no tardamos en enterarnos de que está buscando a su mujer que ha desaparecido.
Pronto sabremos que el encuentro no es casual, que el anfitrión sabe más del invitado que lo que él le cuenta, y que el invitado sabe que está en el sitio exacto que busca. Hasta ahí el texto de Benet i Jornet está hilado con todo rigor, pero se llega a una última situación en la que ignoramos porqué el invitado sabe lo que nadie nos ha explicado y que el anfitrión afirma que es el verdadera motivo de su vista.
Enio Mejía, ha marcado a los actores en la contención. El papel de anfitrión lo representa el actor venezolano Alejandro Marzal, un hombre de aspecto tranquilo y seguro de sí mismo, que esconde una cara oculta. Su aspecto plácido, casi bonachón, confunde y hay que intuir su otra forma de ser, aún cuando él la confiesa abiertamente, restando a sus actos importancia: afirma que a él le gusta, hace lo que le piden y sólo hasta donde le consienten.
Quim Ramos, es un contrapunto, el actor muestra el talante de un hombre torturado. Está en todo momento en su punto y realiza un trabajo difícil, porque el papel le impone desde que pone un pie en el escenario estar alterado: primero por haber estado a punto de ser atropellado, después por lo que intuye, luego por lo que se le confirma y al final por la decisión que toma, que es la que yo no acabo de ver claro en el texto, no en la bien medida interpretación de Qim Ramos, de la que sale airoso.
«El Sótano», es una función difícil de interpretar, porque exige una interpretación de gesto muy sutil y unos actores muy diestros con la voz, para que le llegue al espectador el juego en que ambos saben más de lo que dicen y dan dos pasito para delante y uno para atrás.
El montaje está presentado con muy buena factura: cuenta con un buen decorado, una iluminación excelente de Kike Gonzalez, una puesta en escena marcada con sobriedad por Enio Mejía, que siguen con rigor Alejandro Marzal y Quim Ramos. La contención marcada por el director y llevada a cabo con muy buen tino por los actores para mí es un acierto, porque un texto como el de «Sótano», puede conducir con facilidad a un exceso de dramatización de un texto dramático en si mismo.
Título: Sótano / Autor: Josep M. Benet i Jornet / Intérpretes: Alejandro Marzal y Quim Ramos/ Escenografía: Provocarteescena / Iluminación: Kike González
Sala TU C/ Velarde 15-17 (Pza Dos de Mayo) 28004 Madrid
Fechas: los miércoles 3, 10, 17, 24 de Septiembre de a las 20.30h