Por NACHO CABANA
Tras una paella de prensa el miércoles convertida en arroz caldoso por culpa de un torrencial lluvia que arruinó la tradicional bienvenida a acreditados del Sónar 2024, todo brilló, afortunadamente, en la siempre más tranquilo Sónar de día del jueves.
La sesión estrella de la programación fue la ejecutada por el francés Folamour cuyo colorido gorro de pescador es su declaración de intenciones. Todo fue lúdico (y premonitorio de un verano que se resiste a llegar a Barcelona) en sus dos horas de actuación donde Bruno Boumendil mezcló funk y house con ritmos tropicales disuadiendo al personal de dejar de bailar antes de que se cerrara el recinto de la Fira de Montjuic a pesar de que alargó en exceso algunos temas.
Antes habíamos asistido a todo lo contrario que proponía Folamour. En Sónar Hall hacía su aparición en mitad de la platea, Blackhaine, un tipo al que no te gustaría encontrarte en un callejón oscuro en mitad de la noche. Un músico inglés (al que nadie podrá jamás acusar de estar vendido a la comercialidad) que hizo del grito y unos extraños movimientos de danza inspirados en la tradición japonesa del butoh, o danza de la oscuridad, la base de su actuación.
Entre Folamour y Blackhaine se situó el espectáculo, en el Stage +D, de Team Rolfes titulado 321Rule con Lill Mariko como invitada y maestra de ceremonias. Se trata de una arriesgada (el Sónar nunca pierde esta seña de identidad) propuesta que realmente es capaz de integrar un entorno de realidad virtual proyectado en tres enormes pantallas (como cuando ves la interacción de un usuario de IA con gafas desde un monitor) con algunos avatares movidos en directo con joystick y guantes por los integrantes de Team Rolfes mientras los textos de unos diálogos que desarrollan un leve argumento de manera poética son leídos y rapeados por Mariko, outfit sacado de un anime con vengadora empoderada de protagonista.
Fueron también muy celebradas las actuaciones de la rapera zulú sudafricana Toya Delazi; el trip-hop acelerado de la iraní afincada en los Países Bajos, Sevdaliza y el dúo latino escandinavo formado por Olof Dreijer & Diva Cruz.
Un jueves sin lluvia, con agradable aire que te daba oxígeno apenas salías de la nefasta carpa que le ha arrebatado al Sónar Village sus largos atardeceres bailongos sustituyéndolos por una cuestionable acústica que provoca una permanente nube de ruido provocado por la incesante cháchara de buena parte de los asistentes y que se queda flotando sobre el sonido rebotado de los altavoces.