¿Por qué los padres no le dan las gracias a los hijos? ¿Será porque para los primeros, los segundos no envejecen, son siempre jóvenes y por tanto rechazan que a partir de los cincuenta sus retoños ya tienen la juventud tan lejos casi como ellos? Las relaciones paterno-filiales son, para Mouawad, como la cabeza de un bilingüe. Los progenitores hablan un idioma distinto al de sus descendientes pero ambos dominan las dos lenguas. Solo que para expresarse es mejor la palabra de los más adultos porque es la primera aprendida. Por eso la madre de Ginette Reno quiere un funeral en francés y no en inglés para su hermano muerto; por eso la mediadora de conflictos protagonista de Soeurs, atrapada en un hotel de Otawa en medio de una tormenta de nieve, se empecina en dar las órdenes en francés a la habitación inteligente de hotel en la que se ve obligada a pasar la noche a pesar de dominar perfectamente el inglés. Detrás de cada idioma están los recuerdos, la infancia, los momentos que solo pueden rememorar los que los han compartido. Como una vieja película familiar que nada más es disfrutable por los que aparecen en ella.
Soeurs habla de todo eso pero también de que, desde el momento en que nuestra vida se complica al vernos obligados a hablar con máquinas para conseguir lo que podríamos lograr por nosotros mismos de forma más sencilla, el lenguaje se acerca a su adiós. Y que por mucho que se nos venda que la domótica y demás aplicaciones de la informática a la vida cotidiana nos van a hacer la vida más sencilla a los habitantes del primer mundo (los del tercero seguirán matándose entre sí y de esta forma las ONG´s podrán hacer caterings temáticos al final de sus convenciones), detrás de una pantalla llena de cables, de una nevera que se quiere hacer tu amiga, siempre estará el paso del tiempo que nos marca y hace variar nuestra interpretación del mundo según envejecemos.
Mouawad utiliza para contar todo esto un ingrediente nuevo en su obra: el humor. Sí, Mouawad ríe y nos hace reír con las vicisitudes de esa mediadora de conflictos ubicada en el centro de un cuarto interactivo que la acabará engullendo o sirviendo de refugio definitivo contra el paso del tiempo como antes le sirvió de la tormenta.
Hay elementos comunes con Seuls, de la que Soeurs es la segunda parte de una trilogía. El personaje único; el monólogo; la habitación cerrada; el exilio, la perfomance destructiva como punto final a la primera y punto y aparte en la segunda; el magistral uso de proyecciones que, un tanto al modo del mapping (proyecciones informatizadas sobre edificios) multiplican las dimensiones del escenario al tiempo que permiten que una sola actriz interprete a tres personajes simultáneamente en escena.
Es bellísima e ingeniosa toda la puesta en escena del propio Mouawad que sigue bebiendo de las fuentes de Robert Lepage para hacer visual su teatro de ideas, algo extremadamente difícil aunque no lo parezca mientras lo disfrutamos.
Soeurs funciona muy bien durante su primera mitad. Pero a partir de la sustitución del personaje de la mediadora de conflictos por la perito de una agencia de seguros, el conjunto languidece en parte porque la segunda figura sí tiene una vocación de cómica y porque Mouawad le hace a la vez portadora de las claves para entender el montaje a través de un monólogo telefónico demasiado largo y algo farragoso.
Annick Bergeron está, como no podía ser de otra forma, inmensa en su interpretación de la mediadora de conflictos y hace recaer en Mouawad la culpa de que la segunda de sus protagonistas no brille de igual forma.
Un gran espectáculo que hemos podido ver en el GREC 2015 y que exige, como toda la obra de su autor, mucho al espectador pero que recompensa a éste con creces su esfuerzo.