SITGES 2024: Night call, Night silence, Apartment 7A
Por NACHO CABANA
Estamos acostumbrados a que el cine de acción se limite a una serie de “set pieces” cuidadosamente diseñadas y ejecutadas unidas por un leve hilo argumental anodino y lleno de impostados giros que hemos olvidado, no solo que las secuencias de acción también se escriben, sino también que la emoción de estas no depende únicamente del número de planos que el montador sea capaz de meter en un minuto sino de la identificación con los personajes, del guion, los cambios de ritmo…
Son precisamente estos tres últimos elementos lo que llevan la película belga de acción Night call, ópera prima de Michiel Blanchart y escrita por él mismo (vista en la sección Órbita de Sitges 2024) a otro nivel. Su director acierta al colocar a un cerrajero como víctima y catalizador principal de la historia, introduce los elementos narrativos en los momentos clave para que te siga interesando su peripecia, no se pierde intentando hacer compleja y rebuscada la historia sino que tiene claro en todo momento que menos es más, engloba el tiempo narrativo en una sola noche y dentro de unas jornadas de manifestaciones “Black lives matters” sin que esto parezca postizo, aprovecha las secuencias baratas para que las caras luzcan más y encima cuenta con Romain Duris como un villano no paródico y un excelente Jonathan Feltre de protagonista.
¿Se puede pedir más?.
También tiene el night en el título la polaca Night Silence (Cisza Nocna) de Bartosz M. Kowalski, escrita por este junto a Mirella Zaradkiewicz y Pawel Maslana y vista en la Sección oficial a concurso de este Sitges 2024. Kowalski es el autor de aquel ejercicio de mal rollo que fue Playground y este su nuevo trabajo sustituye el mundo de la preadolescencia por el de la vejez manteniendo una visión de la existencia igualmente negra. Y no precisamente por el humor.
Night silence cuenta las primeras semanas en una residencia de ancianos de un exactor que cree que su estancia allí va a ser temporal cuando en realidad será su última morada. Y, tras una primera mitad donde se crea una atmósfera inquietante y malsana (gracias a una metálica fotografía), Kowalski despliega una visión de la proximidad de la muerte llena de monstruos que sufren y atacan. De miedo a una oscuridad que no lo es del todo, al vacío, al agua sucia en el fondo del estanque.
Y resulta paradójico que esta aproximación a la muerte, que nadie podría ubicar fuera del fantástico, se antoje al que esto escribe mucho más realista que la ofrecida por Almodóvar en ese su particular “Qué bello es morir” que es La habitación de al lado.
Night silence se hace demasiado lenta y diletante en buena parte de su proyección, cae en algún tópico y solo coge vuelo en su última media hora pero está muy bien interpretada por el ya fallecido Maciej Damieck. Y sirve para que los espectadores llamen a sus abuelos y padres para decirles que les quieren apenas se han encendido las luces (al menos aquellos que todavía pueden hacerlo sin recurrir a la ouija, lo que tampoco llamaría la atención en Sitges 2024).
Y más ancianos pero satánicos podemos encontrar en Apartment 7A de Natalie Erika James y escrita por esta junto a Christian White y Skylar James. Se trata de una precuela de La semilla del diablo que sortea con bastante éxito el handicap de que todo aquel que haya visto la película de Polanski sabe el final de esta.
Acierta su directora a la hora de ubicar al personaje de la protagonista, una excelente Julia Garner, en el mundo de las aspirantes a bailarinas en un musical de Broadway, en recrear los años 60 con una buena dirección artística pero sin grandes alardes presupuestarios, elegir a Dianne Wiest y Jim Sturgess como los vecinos inquietantes que luego le harán tiempo después la vida imposible a Rosemary y, sobre todo, al resolver la violación diabólica de Garner con… un número musical.
Se atropella Apartment 7A y no bien está del todo conseguido el tercer acto, pero Natalie Erika James resuelve el imposible con soltura y capacidad de entretenemiento.