SITGES 2024: Presence, Witte Wieven y A mother’s embrace.
Por NACHO CABANA.
Steven Soderbergh es un director que ha sabido aprovechar en beneficio propio el estatus que le dio ganar la Palma de oro en Cannes en el muy lejano 1990 así como el Óscar por Traffic una década después. Un cineasta que combina en su filmografía títulos muy comerciales (la saga Ocean´s o Magic Mike) con otros totalmente de guerrilla (Bubble, Full frontal) y series que desafían las convenciones de formato (la segunda temporada de The girlfriend Experience) o argumentales (The Knick) de las plataformas.
Presence, su último largometraje que ha inaugurado Sitges 2024, pertenece a la vertiente más independiente de su cine. Una película que bien podría haber sido el drama humano de una familia afectada por un hecho traumático si no fuera porque está contada (y no es spoiler) íntegramente desde el punto de vista de una presencia sobrenatural que habita (y no puede salir) de la casa en donde se desarrolla toda la acción.
Un espíritu al que Soderbergh visualiza filmando toda su película con un gran angular (en muchas ocasiones un ojo de pez) que le permite ahorrarse el sueldo del foquista al tiempo que planificar cada escena o bloque de escenas como un inevitable plano secuencia. Acierta tremendamente el cineasta al visualizar la impotencia de esa presencia con un efecto digital, llamémoslo así, de membrana de tambor.
Con alguna pirueta narrativa un tanto por los pelos pero que justifica la unidad espacial del relato (no seré yo el que se atreva a criticar al guionista David Koepp) Presence se revela como un cruce de A ghost story con Paranormal activity, que despacha (y es de agradecer) rápidamente el “momento médium” inevitable en las historias de casas encantadas, un subgénero bastante gastado ya pero al que Soderbergh da una interesante revisión en esta su primera incursión en el terror.
Presence dura solo 23 minutos más que la estupenda Witte Wieven de Didier Konings y escrita por Marc s. Nollkaemper, película holandesa realizada en el marco de una convocatoria de una iniciativa de la televisión pública holandesa para producir films de género a jóvenes talentos y vista dentro de la sección Noves visions de Sitges 2024.
Konings, que actualmente reside en L.A, dirige una ópera prima muy deudora de La bruja de Robert Eggers en cuanto a tono, ambientes, tratamiento de la luz y sonido etc. Un «folk horror» que toma como eje de su narración la presión sobre una mujer infértil en una sociedad rural de la edad media, aislada y rodeada por un bosque donde se dan cita todos los miedos y represiones de los humanos que lo evitan pero se sienten irremediablemente atraídos por sus sombras.
Excelentemente interpretada por Anneke Sluiters, podría haber sido un largometraje de duración estándar a poco que hubiera desarrollo alguna línea argumental apenas esbozada (la infidelidad del marido de la protagonista). Pero Konings da mucho al espectador teniendo en cuenta que la ha rodado en solo ¡¡¡11 días!!!.
Bastante menos interés tiene A Mother’s Embrace de Cristian Ponce, película brasileña vista en la sección Panorama de Sitges 2024 con algún punto de contacto con Viejos de Raúl Cerezo y Fernando González Gómez y que parte de una premisa interesante. Durante las inundaciones que asolaron Rio de Janeiro en 1996, un grupo de bomberos acude a desalojar una residencia clandestina de ancianos donde comienza a ocurrir inquietantes sucesos.
Lamentablemente, tras un prólogo bastante acertado, A Mother’s Embrace se torna repetitiva, recurriendo a un cierto terror cósmico cuando se le acaba la cuerda con los abuelos malrrolleros y el consabido drama en el pasado de la protagonista.