SITGES 2023: 30 años, 7 oportunidades.
Por NACHO CABANA
Coincidiendo con mi primera visita al Sitges Film Festival, se inauguraba, allá por 1993, la sección Seven chances donde diferentes críticos y estudiosos cinematográficos eligen cada uno un film que, por diferentes motivos, creen interesante / imprescindible proyectar en una pantalla cinematográfica.
Una oportunidad de aunar arqueología cinematográfica y frekismo invengado cuando este segundo anglicismo castellanizado no existía en el vocabulario mainstream.
Así que este próximo Sitges 2023, tendremos siete oportunidades de ver cosas muy, muy raras…
Como The McPherson Tape, de Dean Alioto (quien va a estar presente en el Festival), película OVNI, pieza extraviada y posteriormente recuperada cuyo aprovechamiento del formato vídeo para filmar el encuentro de una familia con unos extraterrestres, marca un tempranero y casi-olvidado (pero igualmente reivindicable) capítulo dentro de los terrores invocados por el found footage, detectado éste más de una década antes de su eclosión definitiva gracias al fenómeno de El proyecto de la bruja de Blair, de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez.
Celebrando su reciente restauración, la siempre fértil cosecha británica contará con The Appointment, único largometraje de Lindsey C. Vickers, una perturbadora TV movie sobre el poder (auto-)sugestivo de las imágenes, a través de la construcción de profecías funestas que intoxican la mente y el angustiado día a día de una familia de clase media, en lo que promete ser una de las sensaciones del Sitges 2023.
Aunque para territorios prolíficos, siempre se puede contar con la producción de Europa del Este. Desde Polonia llegará O-Bi O-Ba. The End of Civilization, de Piotr Szulkin, rey de la ciencia-ficción cuya figura presumiblemente resurgirá a raíz de la restauración inminente de su filmografía. Antes, podremos disfrutar con las invocaciones del caos y las situaciones extremas de una cinta que más que ácida, es altamente corrosiva, en su desesperante y absurdo retrato de un mundo que, como el nuestro, se ha encerrado en los asfixiantes bunkers de la posverdad.
Desde Hungría llegará Twilight, de György Féher, alumno aventajado de (doble carga de café) Béla Tarr. Un slow thriller con una atmósfera cargadísima, de una belleza visual aterradora, con un blanco y negro fantasmal, casi granítico; un ejercicio de suspense que gira alrededor de un crimen irresoluble, y que tiñe de culpa a una comunidad entera.
Yendo a la otra punta del mundo, aterrizaremos en México para reencontrarnos con las aventuras de El Santo, la leyenda imbatible de la lucha libre. Los leprosos y el sexo, de René Cardona, es un western delirante. Una película que no es sino la “versión sexy” de Santo vs los jinetes del terror (trufada ahora de insertos softcore) y que nos recuerda que una obra fílmica es también la negación de una edición definitiva, o sea, que puede ser un contenedor en el que volcar, de manera interminable, los calentones que más se presten en el momento de volverse a encerrar, por enésima vez, en la sala de montaje.
De vuelta al viejo continente, presenciaremos el emocionante relevo generacional entre Mario y Lamberto Bava (este último, Premio Honorífico en Sitges 2023). La Venere dIlle, episodio de la serie de la RAI I giochi del Diavolo, antología de adaptaciones de cuentos fantásticos del siglo XVIII. Aquí tenemos el resultado del milagro arqueológico de encontrar una copia extremadamente difícil de encontrar; un cuento que toma cuerpo en la amenaza inconcreta (pero igualmente mortífera) de una estatua maldita, pero sobre todo nos recuerda el incomparable placer de descubrir nuevos sabores y matices de una(s) filomgrafía(s) de la(s) que creíamos saberlo todo.
Por último, y ya en casa, nos esperará un encuentro con La última Señora Anderson, de Eugenio Martín, a quien ya se le concediera en el pasado el Premio Nosferatu. En este giallo a la española brilla con luz propia la presencia de Carroll Baker y de José Luis López Vázquez, este último como inspector de Scotland Yard; creación imposible, excusa ideal para reivindicar las carreteras secundarias que tanto disfrutan transitar nuestras queridas, malditas y benditas Seven Chances.
¡Felices 30 años, y que sean muchos más!