SITGES 2022: Pasándolo mal en el extranjero.
Por NACHO CABANA
“¡Premio!” gritó un espontáneo al acabar la proyección de Speak no evil de Christian Tafdrup con guion de este y su hermano (o primo) Mads. No le faltan valores a la película para conseguirlo. Inscrita en el subgénero “pasándolo mal en el extranjero”, Speak no evil advierte sobre el peligro que tiene intentar continuar las amistades veraniegas más allá del periodo vacacional.
Los Tafdrup le dedican el tiempo justo a describir lo fácil que es hacerse colega de alguien cuando solo hay que preocuparse de pasarlo bien para ir sembrando sutilmente la inquietud y el mal rollo una vez que la pareja visitante junto con su hija se aloja en la aislada cabaña de sus anfitriones holandeses.
Es en este miedo cotidiano (tu nuevo colega entra a lavarse los dientes mientras tu mujer está en la ducha, tu hija se va a dormir con tus desnudos amigos) donde Speak no evil logra sus mejores momentos, aportando sus autores, además, las dosis justas de ambigüedad a la interpretación que cada parte pareja hace de los hechos. Al tiempo se apoyan para justificar que la narración no acabe demasiado pronto en lo difícil que para algunas personas resulta decir “no” cuando se sienten en deuda de alguna manera.
Una vez que Speak no evil se desliza hacia terrenos más puramente terroríficos, Tafdrup apuesta por una explicación a la conducta de los malos de la función que es ciertamente original, aunque aleja el film de la credibilidad y para adentrarlo en la (feliz) ocurrencia.
Con todo, una excelente película que gradúa milimétricamente la implicación del espectador en su relato.
Watcher y A wounded fawn.
Pasándolo mal en el extranjero se encuentra también a protagonista de Watcher de Chloe Okuno (no confundir con la película de Netflix de igual título), un film en el que su directora reescribe en clave psicópata aquel No amaras de Krzysztof Kieślowski y donde su mayor acierto es no subtitular los diálogos en rumano para compartir así con la audiencia el aislamiento que sufre al mudarse a Bucarest con su marido y pasarse el tiempo sola.
No arranca realmente Watcher hasta el tercer acto sin que Osuno sea capaz de ir más allá de lo que marca el guion, pero está rodada con oficio y presupuesto, justo lo que le falta a A wounded fawn de Travis Stevens escrita por este junto a Nathan Faudree, una película que, en su primera mitad, logra ser una simpática puesta al día de los pshyco thriller setenteros (de hecho, hasta la aparición del primer móvil, parece que la película se desarrolla en tiempos pretéritos) pero que en la segunda cae en una cierta pretenciosidad con unos efectos especiales de maquillaje que, aunque hay alguno simpático, dejan mucho que desear.
Eso sí, su protagonista solo tiene que irse a una cabaña en el campo para pasarlo mal.
The origin
También hemos visto The origin, de Andrew Cumming escrita por Ruth Greenberg. Una película que se mira en exceso en el espejo de la obra de Robet Eggers y que podría haber sido la primera película troglodita de terror pero que, al renunciar a todo atisbo de fantasía, se queda en una suerte de survival en una prehistoria con habitantes que parecen salidos de un desfile de Armani. Está, eso sí, The origin, muy bien iluminada. Es en único largometraje con secuencias nocturnas en bosques donde no se adivina el foco escondido detrás de cualquier árbol.
Pero eso no justifica su presencia en Sitges 2022.
