Por Nacho Cabana
Películas sobre sectas se han hecho muchas ya desde antes que el “true crime” pusiera de moda los “cult shows” en el terreno de los documentales serializados para plataformas.
El gran acierto de Son de Ivan Kavanagh, desde ya una de las mejores películas de este Sitges 2021, es que empieza donde otras del subgénero acaban: con la fuga de una de las mujeres atrapadas en un culto, en un memorable plano de inicio (durante los títulos de crédito) que culmina con un parto autoasistido que hace presagiar lo mejor.
Y la cosa a va a más. Han pasado varios años, la mujer escapada de la secta y su hijo viven en paz y armonía hasta que un día aparecen en el cuarto del segundo (un poco a la manera de la segunda temporada de Servant) una serie de personas que la alarman de manera terrible, obligándola a escapar de nuevo.
Kavanagh (del que ya vimos en 2014 la estupenda El canal en este mismo festival) juega con maestría a la ambigüedad entre lo imaginado y lo real, entre la coartada y el delito, construyendo una película-trampa que habla de la maternidad y la locura sin abandonar nunca el género en el que se inscribe y reflejando, décadas después, algunos elementos de La profecía de Richard Donner.
Magníficamente interpretada por Andi Matichak, es uno de esos títulos que quizás no den al palmarés de este Sitges 2021 grandes titulares pero que sí provocará consternación y asombro en los que asomen a verla.
De maternidades (¿y zoofilia?) frustradas habla también la muy esperada Lamb de Valdimar Jóhannsson aunque en esta ocasión el director abandona demasiado pronto lo inquietante que tiene su primer punto de giro para abrazar un bizarrismo metafórico que desemboca en venganza de la naturaleza contra el hombre que la obliga a estar a su servicio, tejiéndose de esta manera un interesante hilo temático con Gaia. Si en aquel film era lo vegetal lo que le pasaba cuentas a la raza humana, en la que ahora nos ocupa son los animales
Rodada en impresionantes espacios abiertos de Islandia, Lamb tarda en centrarse y tiene en su peripecia humana su lado más flojo aunque merece la pena ser vista no solo por su mensaje animalista sino por volver a ver a Noomi Rapace (ya convertida en la musa de este Sitges 2021) en un registro muy diferente al de la muy aplaudida por el frikismo local The Trip de Tommy Wirkola.
Y más parejas aisladas en entornos poco afables. Los protagonistas de la colombiana Llanto maldito viajan hasta una cabaña en el bosque acompañados de sus dos hijos para intentar arreglar un matrimonio herido por la muerte de su tercer vástago encontrándose allá con la versión local de la muy revisitada leyenda latinoamericana de La llorona, Tarumana en su versión colombiana y título original del film.
Tiene la película de Andrés Beltrán su mejor baza en la dirección de actores. Tanto Paula Castaño como Andres London, sus dos protagonistas, huyen del histrionismo y sobreactuación tan caros a cierto cine de terror para interiorizar los miedos que les acosan fuera. Es Llanto maldito una película más previsible de la cuenta pero en la que todos sus elementos se ensamblan con acierto en su relato.
Y finalmente, Dawn del serbio Dalibor Matanic es una bastante insufrible incursión en los mismos temas que los títulos anteriores. La difícil continuidad familiar tras la desaparición de un hijo es expresada en esta ocasión a través de situaciones de las que se escamotea al espectador su causa, acabando por tejer un relato-fachada (como la casa del antagonista) sin que sepamos qué es lo que ha querido transmitir el director a sus sufridos espectadores.
Ahórresela.