Por NACHO CABANA.
Junto a propuestas tan ambiciosas como las comentadas en crónica anterior, en este Sitges 2019 estamos viendo también películas más lúdicas que incorporan el humor a sus metrajes, mezclándolo con decapitaciones y asesinatos varios.

Con Little monsters de Abe Forsythe, la distribuidora española A contracorriente (especializada en películas de buen rollo) ha conseguido lo imposible: encontrar una “feel good movie” de zombis. Sin renunciar al gore (es decir, hay contraplanos en los ataques por ambas partes) ni a los códigos del subgénero en que se inscribe, sus responsables aciertan al vehicular su idea central de soltar una horda de muertos vivientes en una granja escuela a una subtrama romántica protagonizada por un protagonista con el que cualquier espectador masculino de los pases de la película en Sitges 2019 se puede identificar sin problemas. Una acertada versión zombi de La vida es bella.
Y es que Little monsters funciona casi mejor en su primer acto ubicado en los territorios de la comedia dramática que cuando entra en materia zombi. Es de repente un poco repetitiva y tiene un ligero bajón en su mitad, pero extrae mucha comicidad de la lentitud de sus criaturas. Y en ella, Lupita Nyong’o parece haber encontrado, por fin, un peinado que le favorece.

Ready or not de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett (se estrenará en breve como Noche de bodas) de es una de esas películas totalmente deudoras del pitching inicial que las ha hecho posibles. Dicho de otra forma parte de una premisa original (una familia rica tiene como tradición someter a todos aquellos que se casan con uno de sus miembros a un juego que puede ser mortal si el candidato/a tiene mala suerte) que condiciona todos y cada uno de los giros de guion. Ready or not funciona muy bien cuando se centra en hacer de la protagonista (clónica Samara Weaving de Margot Robbie) la “scream queen” del siglo XXI y se enfanga cuando comienza a dar explicaciones que nadie ha pedido para justificar la premisa que la genera.
“Excusatio non petita, accusatio manifesta” dice la locución latina y Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett parecen no haberse enterado. Si la idea central de tu película provoca de origen un problema de lógica, obvia este lo antes posible o simplifícalo todo a una cuestión de buenos y malos. Pero no dediques las necesarias pausas en la acción a enlazar en los diálogos todas las justificaciones que a los guionistas se les hayan podido ocurrir en la “writers room”.
Con todo, Ready or not tiene momentos muy divertidos y es brillante en su resolución.

A Frank Sabatella, director de The Shed, parece haberle llegado un dinero extra para su producción cuando ésta estaba ya acabada y decidió invertirlos en unos estupendos prólogos y secuencias iniciales. Porque empieza muy bien la película, planteando una doble versión (real e inventada) de la misma situación familiar del protagonista tras una introducción impactante y muy bien ejecutado. Lamentablemente, el resto del metraje no está a la altura en ningún sentido y The Shed se acerca cada vez más a las películas que Sitges suele programar muy tarde en sus maratones nocturnos.

Podría haber funcionado The shed si Sabatella se hubiera tomado en serio su argumento centrado en el bullying en una comunidad de “white trash” de la América profunda pero al no hacerlo, el gran handicap de las películas de horror donde el peligro permanece encerrado en un sitio concreto (no entras ahí y listo), se adueña del metraje. Tampoco los maquillajes ayudan (había en la Zombi Walk algunos más logrados).




