Por NACHO CABANA
Probablemente sea porque se está perdiendo la realidad compartida )o porque cada uno se puede fabricar su universo de mentiras y realidades indistinguibles) que un tema tan clásico del cine de terror como las sectas esté siendo el gran protagonista de este primer tramo del festival de cine de Sitges.
The Heretics es, sin duda, la mejor de las que ha podido ver este cronista. Dirigida por Chad Archibald quien subvierte los giros habituales en este tipo de historias, dosifica la información sobre lo que realmente ocurrió en el pasado (algo básico para que lo que ocurre en el presente sea coherente) para hacer avanzar la acción, da mal rollo e incluso sale airoso del siempre peligroso lance de tener que mostrar a la criatura diabólica.
No acierta tanto Can Evrenol en Housewife. El director turco -autor de un brillante corto que dio lugar a un no tan brillante largo (Baskin)- sigue empeñado en hacer girar sus películas alrededor de juegos temporales dejando en segundo término para lo que realmente está dotado, esto es, la creación de imágenes impactantes, cuanto más gore, mejor. En la que ha presentado este año, parece ir tocando sucesivos palos que abandona apenas se da cuenta de que no sabe cómo seguir por ese trayecto. Bastante mal interpretada (solo se salva la protagonista: Clémentine Poidatz), peor fotografiada y chapuceramente hablada en inglés con fuerte acento turco, sí logra un prólogo y un parto final igualmente tremendos.
En Jackals, Kevin Greuter pretende hacer una película de acoso, de personajes encerrados en una vivienda y amenazados por unos enemigos exteriores (que son, adivinaron, sectarios) pero no logra siquiera justificar porqué éstos, siendo más en número y estar mejor armados, no entran a la primera de cambio a hacer sus fechorías.
A este paso, vamos a acabar todos con perilla y encapuchados.