Dentro del espacio Escritos en la escena, una iniciativa del CDN invita a los autores a trabajar un texto con un director de escena en este caso Antonio C. Guijosa, y unos actores allí mismo a pie de escenario. Es un reto tentador, pero supone un trabajo de riesgo si lo asume una dramaturga y guionista consagrada como es el caso de Verónica Fernández. Se pueden contar por años las horas de sus ficciones emitidas en televisión. Autora teatral representada y traducida a varios idiomas, responsable junto a Achero Mañas del guión de El bola, por el que tiene un Goya. Y sólo daré dos títulos más porque es sobradamente conocida: Lope e Ismael, la última película de Marcelo Piñeiro. ¿Qué le hace a una guionista de éxito acercarse al teatro? Sin duda su vocación y volver a pisar las huellas por donde encauzó su afán de escribir.
En el espacio del Valle Inclán nos propone una reflexión sobre nuestra verdadera identidad, no la que otros nos otorgan o de la que nos disfrazamos o lo que queremos aparentar. Si pedimos a una serie de personas con las que convivimos que anoten en una lista virtudes y defectos, y contamos con su sinceridad, seguro que nos llevamos una sorpresa al comprobar la diferencia que hay entre lo que nosotros creemos que somos y lo que realmente somos. Hacer la prueba.
¿Quién eres? Soy Luis, hijo de Águeda y Julio, vivo en Ferraz 24, voy a tal colegio tal y tengo cinco hermanos… y a poco que se extienda el interrogatorio saldría la marca del coche y el sitio donde pasa el niño las vacaciones. Me he puesto a mí de ejemplo y esa hubiera sido mi respuesta de niño, pero lo más curioso es que esas repuestas son muy parecidas a las que daríamos si nos preguntaran de adultos. Hay un sabio dicho que afirma «uno solo tiene o es lo que no le pueden quitar». Y de esa contestación de niño, desde nombre al lugar de vacaciones todo se puedo perder. Vivimos engañados de que lo tenemos.
De lo que creemos tener y no tenemos habla la obra de Verónica Fernández, de cuál es la situación en la que quedas cuando pierdes todos los referentes de lo que crees o te han dicho que eres. La autora erige su metáfora desde una situación límite y catastrófica, para que los personajes puedan haberse librado de todas sus capas y se muestren lo más cercanos a la esencia de lo que son. Y ni así consiguen liberarse del juego social, una, entre ellos, interpretada por la actriz Lucía Fuengallego, se erige como jefa y ejerce su poder con tiranía y generosidad, y no, no son dos palabras antónimas, porque para controlar utiliza el arma del miedo y la sensatez, y en el fondo, de alguna manera, ese orden tiránico les libra de la desesperación y el caos. Y decía que no pueden liberarse de todas sus capas porque cuando están totalmente perdidos juegan al juego del recuerdo, su pasado es el tiempo de crisis que ahora vivimos, su único asidero a la vida, y no quieren renunciar a ser.
Las seis personas sobreviven en un parque. La crisis ha destruido el sistema y una policía represora no los permite salir de allí, incluso se ven obligados a encerrase por la noche porque han corrido el rumor de que el paupérrimo estado en que habitan se han apareado perros con jabalís y si te saltas la norma y sales del parque en la noche te devoran. Esos híbridos no son más que el miedo que cada uno de nosotros guardamos y que nos negamos a romper, porque igual si nos despojamos de todas las capas y miramos hacia dentro podríamos sentir un vértigo ante el vacío del que nunca nos recuperaríamos. Por cierto, que esos híbridos también les vienen muy bien a los que quieren someternos.
La autora expone que todas las relaciones son de poder y de sometimiento, en la misma medida que la de la madre madrastra que lidera a esa media docena de parias. Voces creadas por la autora para erigir el mismo discurso de como hasta en las situaciones más límites queremos reproducir lo aprendido, y nos da la medida de hasta dónde podemos llegar y de lo que somos capaces de hacer por el mero hecho de supervivir.
La historia apocalíptica no nos suena tan ajena, cuando los personajes recuerdan donde empezó el caos eran personas con unas biografías perfectamente reconocibles. Verónica Fernández abanica el polvo de las seguridades a priori y expone como por el mero hecho de perder un trabajo todo tu mundo se tambalea e incluso se cae como un castillo de naipes, no está nada equivocada en su mal augurio, hace poco leía un informe del nuevo perfil de indigente y ese perfil restando meses es muy similar al del grupo de personas que nos reuníamos a ver Serena apocalipsis en la sala Valle Inclán. La autora propone la perdida del trabajo como el aleteo de mariposa que puede presagiar un desastre y el destierro a la soledad como un proscrito. La obra es un cubo de agua sucia y fría, es dura, pero efectiva, y a mí me hizo pensar que sin mermar un céntimo de una hacienda, una enfermedad crónica te puede dejar en la más absoluta de las soledades.
No hay mayor vértigo que el que produce el miedo a la soledad, y para tapar ese agujero hacemos ruido, nos movemos de una forma compulsiva, nos sometemos o sometemos para crear dependencias, y tanto esfuerzo para nada, somos frágiles, necesitamos símbolos para apreciarnos, y lo peor necesitamos ser apreciados para apreciarnos a nosotros mismos.
El director Antonio C. Guijoso hace un trabajo muy preciso, y generoso, porque enmarcada en una única y sobria escenografía otorga el protagonismo a la palabra.
Verónica, si lo que has pretendido es lanzar una propuesta para invitar a la reflexión, conmigo lo has conseguido, y a los posibles espectadores les diré que esta reflexión es solo la mía, la función tendrá tantas lecturas como espectadores acudan a verla.
Serena apocalipsis, la puedes ver en el Teatro Valle Inclán, de Madrid, del 12 de junio al 23 de junio de 2013, de Martes a sábado a las 20:30 horas. Domingo a las 19:30 horas
Reparto: Quique Fernández, Lucía Fuengallego, Fael García, Elena González, Alberto Iglesias, Esosa Omo, Almudena Ramos
Equipo artístico: Verónica Fernández (Texto), Antonio C. Guijosa (Dirección), Ignacio García May (Asesor de dramaturgia), Mónica Teijeiro (Ayudante de dirección) Cecilia Molano (Diseño de cartel), Paz Producciones (Videoclip), Andrés de Gabriel (Fotos)
Producción Centro Dramático Nacional