Belén Rueda y Ricardo Darín se convierten en esta cinta de misterio en una pareja angustiada en busca de sus hijos desaparecidos. Un inocente juego, consistente en una carrera en la que los chicos han de llegar antes bajando por las escaleras que su padre en ascensor, no llega a su fin. Entre el séptimo y el bajo han desaparecido. Una compleja trama política podría estar detrás del suceso, el padre es abogado y coincide con un importante juicio. Pero no todas las pistas apuntan a un mismo lugar y tampoco cabría abandonar cualquier hipótesis.
Dar más información acerca de la trama sería realmente peligroso y contraproducente para el disfrute de la película. A la influencia obvia de Hitchcock, el género de suspense continúa girando en torno a sus principios, se podría añadir la de Frenético de Roman Polanski o incluso Plan de vuelo desaparecida, con las que tiene en común las repentinas desapariciones sin pista alguna.
El próximo viernes llegará a nuestras pantallas esta película precedida de su éxito de taquilla en Argentina, país coproductor y localización de la historia y el rodaje. Belén Rueda y Ricardo Darín, acompañados del director Patxi Amezcua, presentaron el estreno en el Palacio de Linares en Madrid, actual Casa de América, y hasta allí nos trasladamos para que nos lo contaran de primera mano.

Patxi Amezcua, el director de Séptimo junto a Belén Rueda, Ricardo Darín y los productores de la película.
La presentación del proyecto comenzó a cargo de Telecinco Cinema, principal canal al que acompañan una gran cantidad de productoras, compañías y otras televisones que lo han hecho posible. Inmediatamente intervino el director Patxi Amezcua para contarnos el origen del proyecto, “Tenía un gran interés en conocer Argentina y este proyecto me dio la oportunidad de visitar Buenos Aires. La película surge a partir de un juego que hacía yo con mis hijos, que es el que vemos al comienzo de la historia”, comentarios no carentes de emoción al admitir posteriormente que “en Argentina ha ido fenomenal, con casi un millón de espectadores, y llegamos ahora con el deseo de que funcione igualmente aquí en España y que el público la disfrute”.
Ricardo Darín, un género en si mismo como llegó a comentar una compañera periodista, fue el siguiente en participar para hablar de su llegada a “Séptimo”: “Este es un proyecto que me entusiasmó en lo personal desde el principio porque me ofrecía hacer un trabajo distinto. Recrear la historia en el transcurso de 14 o 16 horas con una situación absolutamente desesperada, lo que me comprometía emocional y físicamente”. Con un encanto no carente de los vicios y virtudes porteñas, y sobre todo su sentido del humor habitual celebraba lo fantástico que había sido el rodaje, y particularmente con todo el equipo con el que se entendió a la perfección: “Coincidimos en casi todo, salvo en las cosas en las que no coincidimos”. Un equipo entre el que resaltó a Belén Rueda, “una actriz a la que admiro muchísimo, y ahora más tanto a nivel profesional como humano”.
Orgullosa de su trabajo, y no es para menos, Belén Rueda bromeó sobre su llegada al proyecto cuando aún no estaba el guión en su fase definitiva: “Patxi me dijo, ya desde que me llegó el guión, que siempre que quisiera podría llamarle para cualquier consulta o cambio… y esa fue su muerte”. La verdad es que no deja de ser algo tópico el que un actor alabe a su director por la libertad que le ha dado, pero no deja de ser cierto que para la creación de un personaje es preciso ese entendimiento mutuo. “Fue para mi un reto el hecho de interpretar a una madre que ante la desaparición de sus hijos permanece en segundo plano y muy contenida, no tan explícita como en la mayoría de los casos”.
Preguntado el director sobre el género, Amezcua argumentó que “esta es una película de suspense, quería huir del terror y del lado melodramático. Los personajes por ello tenían que tener un elemento de contención, no podían desbordarse los sentimientos, no podían ponerse a llorar amargamente. Quería huir de ese lado más lacrimógeno. Belén y Ricardo son grandes actores y tampoco es que yo tuviera que sujetarlos ya que habíamos hablado y estábamos de acuerdo en el tipo de interpretación que buscábamos”.
Un factor importante que tiene la cinta, aunque no sea perceptible por el espectador, es que la historia esté rodada en orden cronológico. El actor, en palabras de Darín, “está más a cargo del “in crescendo” de la desesperación, de la angustia. Cuando por razones de plan de rodaje se salta de una escena a otra sin orden cronológico, te ves obligado a hacer diferentes tomas con mayor o menor tono. Luego el editor o el montador tiene la oportunidad de regular y de darle la última cocción al trabajo y terminar ese arco de desesperación”. Lo difícil para Darin en esta ocasión ha sido no recaer siempre en el mismo punto de desesperación teniendo en cuenta que los dos personajes, especialmente el de Sebastián, se ven obligados a sospechar de todos los que se cruzan. “Estábamos obligados a controlar bien ese punto de la historia, que cada vez que sospeche y no consiga el resultado esperado, vuelva a un punto diferente al que estaba anteriormente”.
A medida que la historia avanza, a un ritmo frenético por cierto, descubrimos corrupción política, mafias, secuestros… nada que no veamos en cualquier informativo y que recalcan el componente de thriller de esta historia, aunque Ricardo Darin nos recalque que el género es lo de menos, “en el fondo nos pasa a todos, lo que nos gusta es que nos cuenten un cuento bien contado, como cuando éramos niños”.
Al fin y al cabo, pese a estar ambientada en Buenos Aires, y como nos comenta Amezcua ya para terminar, “podría ocurrir perfectamente en Madrid, Barcelona o cualquier otra ciudad en la que este tipo de historia podría ser perfectamente creíble”. Y es que las diferencias entre unas y otras cada vez son menores, como bien concluyó Darín diciendo que “vivir en una gran ciudad es como una carrera de obstáculos, lo que termina repercuten en nuestras personalidades y cuando llegamos a casa no descansamos, nos desmayamos”.