La séptima jornada fue la más diversa de la cobertura de Tarántula en el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2015 (SEFF 2015).
Comenzamos el día con la proyección de Pozoamargo, una curiosa cinta de Enrique Rivero que fue una de las sorpresas de la sección Las nuevas olas. El autor de Parque vía sigue los pasos de un hombre que huye de sus responsabilidades como futuro padre cuando descubre que tiene una enfermedad venérea. Se refugiará en el pueblo que da título al filme, donde las mujeres no pararán de acosarle y podrá expiar la culpa que le corroe. El realizador imprime a todo el conjunto un tono de pesadilla y sabe utilizar el tono áspero y rugoso del paisaje albaceteño como un elemento más de este particular descenso a los infiernos del protagonista. El largometraje se beneficia también de las interpretaciones de Jesús Gallego, un actor no profesional que imprime el necesario dramatismo a un tipo acosado por sus remordimientos, y Natalia de Molina, muy natural en el papel de una jovencita deseosa de sexo.
Blood of My Blood
Igualmente turbia e inquietante resultó Blood of My Blood, cinta ganadora del premio Fipresci del Festival de Venecia que se proyectó dentro de la Sección Oficial del certamen andaluz. El veterano director italiano Marco Bellocchio ofrece una película dividida en dos partes y ambientada en diferentes época, pero con un mismo decorado: un monasterio. En la primera viajamos a los tiempos de la Inquisición para asistir al particular proceso a una joven acusada de pactar con el demonio y ser la responsable del suicidio de un religioso que se encaprichó de ella. La segunda tiene lugar en nuestros días y sigue los pasos de un mafioso vampiro que ha dejado a su mujer y queda prendado de una joven. En definitiva, el veterano cineasta nos ofrece dos bellas historias de amor loco con elementos propios del género fantástico y el terror donde aprovecha para enmendar la plana a la Iglesia Católica y las organizaciones criminales. Sin ser perfecta, Blood of My Blood convence por la frescura con la que un realizador veterano rompe las normas para ofrecer una obra inesperada en su ya amplia filmografía.
Peace To Us In Our Dreams
Ni novedosa ni especialmente interesante resultó Peace To Us In Our Dreams, largometraje firmado por el lituano Sharunas Bartas. Con ecos de Ingmar Bergman, el largometraje muestra a un hombre, su hija y su novia, una violinista con problemas psicológicos, que pasan unos días en una casa de campo. La soledad les ayudará a enfrentarse en cierta manera a sus inquietudes. A la vez, el realizador nos enseña también la particular vida de sus vecinos, una pareja con un hijo a cargo que solucionan sus particulares disensiones de manera violenta y poco civilizada. La cinta contrasta estos dos tipos de familias destructuradas y somete al espectador a la tortura de soportar algunas de sus largas e insoportables conversaciones. Sin ninguna duda, el filme se encuentra entre lo más flojo y pretencioso que hemos visto en el festival.
Transeúntes
Más entretenida resultó Transeúntes, película de Luis Aller que ofrece un particular retrato de Barcelona. Este trabajo de carácter experimental reúne diversas historias e imágenes que se van alternando y dialogando entre ellas para formar un extraño y curioso puzle. Es cierto que el espectador se puede perder en este arriesgado collage de sonidos, tramas y atípico montaje, pero el largometraje, que recuerda en más de un momento al clásico Berlín, sinfonía de una ciudad, acaba funcionando precisamente a esa atípica forma de disponer sus elementos.
