La edición 2015 del Festival de Cine Europeo de Sevilla se ha caracterizado por incluir películas donde se difuminan los límites entre realidad y ficción. La séptima jornada del certamen fue quizá la que ofreció más muestras de estas cintas híbridas.
José Luis Guerín, el autor de las estupendas Innisfree y En construcción, presentó en la Sección Oficial La academia de las musas, un ejemplo perfecto de un tipo de cine donde la creación se da la mano con la realidad. El cineasta catalán cuenta con individuos que se interpretan a sí mismos en una historia inventada. Tanto el profesor Rafaelle Pinto como su esposa y sus alumnas en la Universitat de Barcelona se convierten en unos personajes muy próximos a su propia existencia real, aunque las peripecias en las que se ven envueltos sean pura ficción. El realizador dedica la primera parte de su filme a mostrarnos el debate teórico que el catedrático mantiene con sus pupilas acerca del papel de las musas en La Divina comedia de Dante. Como complemento, la segunda mitad del filme parece una particular puesta en práctica de las ideas vertidas en el aula. De esta manera, el cineasta reflexiona a través de las palabras de sus personajes sobre asuntos como la fidelidad, la atracción, el deseo, el sexo o la inspiración. Guerín logra estupendos trabajos interpretativos de actores no profesionales y regala una cinta repleta de diálogos inteligentes, profundos y divertidos.
La cita cinéfila andaluza también nos permitió disfrutar durante la jornada de El inquieto y El desolado, las dos primeras partes de la trilogía de Las mil y una noches firmada por el portugués Miguel Gomes. El autor de Tabú y Aquel querido mes de agosto utiliza la estructura y el tono de fábula de los cuentos narrados por Scherezade para abordar diversos hechos ocurridos en su país durante la crisis. Las dos cintas mezclan elementos de documental, fantasía, humor y crítica social en un conjunto irregular y algo excesivo que, sin embargo, pone el dedo en la llaga sobre asuntos que podrían ser extensibles a España, como la corrupción o los recortes presupuestarios impuestos por Europa. Lástima que no pudiéramos ver por cuestiones de agenda El embelesado, la cinta que cierra esta particular trilogía.
Igualmente interesante, aunque menos experimental resulta The Event, el documental del ucraniano Sergei Loznitsa que participaba en la sección Las nuevas Olas. No Ficción. A través de diverso material de archivo, el autor de la espléndida Maidan nos muestra el papel de la gente común en el golpe de estado que los comunistas radicales propiciaron en la entonces agonizante URSS. El filme logra que el espectador se transforme en una de esas miles de personas que se lanzaron a la calle en protesta por lo que estaba ocurriendo en el país. Loznitsa convierte en protagonistas al pueblo llano y no necesita demasiados comentarios adicionales para trasmitir el clima de incertidumbre que vivieron los soviéticos. Unos acontecimientos que supusieron en el fin del sistema comunista, aunque no de la mayoría de sus dirigentes que, como nos recuerda el largometraje, siguen liderando el destino de Rusia de una u otra manera.
La guinda de la jornada la puso La ley del mercado, película de Stéphane Brizé por la que Vincent Lindon logró el premio al mejor actor en el pasado Festival de Cannes. El intérprete francés encarna magistralmente a un hombre casado de mediana edad que tendrá que plegarse a las exigencias de las empresas para poder trabajar. El largometraje constata la perdida de derechos de los empleados en el sistema laboral, convertidos casi completamente en marionetas de unas compañías cada vez más deshumanizadas y a las que solamente parece importarles el beneficio. Brizé opta por mostrar el particular drama de este individuo sin excesivos subrayados a través de la sucesión de escenas rodadas con planos de larga duración que evocan cierta estética documental. Sin carecer de interés, el espectador puede echar en falta una mayor implicación emocional del director con el terrible panorama que plasma en imágenes.