Sacrificio, de Alberto R. Torices

Sacrificio, de Alberto R. Torices

1-portada-toricesSacrificio no viene a cambiar la historia de la literatura. Ni siquiera la crónica de la literatura leonesa, pero tampoco es una puta mierda. Desbordan en la novela las bienintencionadas pretensiones retóricas (incluso poéticas) de esa prosa bella que deduce con toda evidencia el trabajo de Torices y  quizá le falta una trama más compleja, en esa urdimbre que tanto le motiva al autor: principio, final, destino. Creo que las hostias de la novela, las de los dos hermanos, son absolutamente merecidas (probablemente más, las pocas que recibe el idiota Julio) y se podrían precisar unas consecuencias más fascinantes y trágicas, el impulso del delito, el crimen (ya que te pones tan misterioso, erótico y cuasi romántico);  todo en provecho de un giro final más fascinante si cabe.  Aún así, insisto, el tránsito de la novela, de sus palabras, sus metáforas, su tradicionalismo de padres y adolescentes se lee con interés (incluso apetito) en un estado de agradable templanza.

El nudo de dolor en la ingle del chico se tensó hasta lo insoportable. Era imposible que ella no lo advirtiera. Sus dedos, aunque paralizados, percibían la curva que marcaba el comienzo del pecho. Todo era nuevo para él, todo excesivo además de inolvidable. El mar y el cielo ardían, las gaviotas graznaban enloquecidas.

Imaginó el interior sumido en una penumbra acuática, como de fondo marino, con las partículas de polvo flotando como un lánguido plancton, posándose sobre los objetos, sobre la ropa y la piel que no cubrían las sábanas.

Quicir, el bastidor de  la prosa viene escrupuloso y delicado como una gusano de seda, y con gran destreza en comparaciones y alegorías, gracias Alberto, tan francas y sencillas como alentadoras.

Por tanto Sacrificio es un buen libro que no es la hostia, pues su armadura, de progresión, su definitiva sencillez, la perfecta y breve ordenación capitular, es suficiente para no odiarlo, para no colocarlo en la mesa coja (debido a su grosor sería perfecto).

El artefacto de Alberto Torices entra en la dualidad del asombro y la cordialidad (cariño por la literatura). Sorprende una novela que podría pasar por un inédito de los cincuenta (Ignacio Aldecoa, Sánchez Ferlosio) y da mucha ternura en mitad de la bacanal de Malasaña, el componente híbrido de nuevos géneros y estructuras, Facebook, neo ruralismo, Badoo y Twitter. Patatas con huevo vs brocheta Yakitori.

Autor

Javier Divisa. Mercader a tiempo parcial y escritor a intervalos fragmentarios. Autor de la novela Tres Hombres para Tres Ciudades, su segunda obra vio luz bajo el título Valientes Idiotas. Desarrolla su cáustica y rigor literario en reseñas literarias para Eñe y Revista Cultural Tarántula. Ejerce como articulista y cronista en CTXT y compagina la literatura con el business de la moda. Ha ganado algunos premios narrativos, todos sin la pertinente dotación económica, aunque eso es algo que podría lograr un mono con lobectomía cerebral. También ha sido incluido en diversas antologías de jóvenes autores de libros que están enterrados hace años en el cementerio de Père-Lachaise y no leyó nadie. Actualmente muere en Madrid, escribe varias veces todos los días a lapsos de quince minutos y nunca aparenta estar feliz en Facebook. Su tercera novela se llama Magdalena.

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