Detalle del Cartel de RIII con Raul Ferrando en el papel de Ricardo III
“El odio se gana tanto con las buenas acciones como con las malas. Un príncipe para conservar el poder, es a menudo obligado a ser perverso, porque cuando el grupo del que juzga necesario para mantenerse, está corrompido, es conveniente seguir su capricho para satisfacerlo, pues las buenas acciones serían tus enemigas”.
Maquiavelo
Por Coral Igualador
Producido por la emblemática sala del off madrileño, El umbral de primavera, el Ricardo III que nos presenta Xavi Ariza está envuelto en un juego de niños, con un Shakespeare que brota con gracia y buen verbo en cada palabra dicha. Acertada decisión por la juventud del elenco- digo lo del juego- que no por su edad dejan de tener un buen mimbre para encarnar la complejidad de este texto de intrigas, familias, muertes, poder y guerra que, a su manera, sigue siendo vigente.
Xavier decide ser puro y respetuoso en la temporalización de la intriga, y con el texto del dramaturgo clásico; no ha puesto a Ricardo al siglo XXI a ser un político en tramas de corrupción en pasillos ministeriales. Ricardo está donde tiene que estar, diciendo lo que dice el texto, que es a la par quizás uno de los mas complejos de seguir del autor del siglo de oro. No está de mas que sigan, al menos el programa de mano para saber quién es quién en este entramado victoriano, que un serie de televisión serian varios capítulos y en el teatro lo condensan en dos horas y un largo pico.
Ahora bien, coloca lo adicional, el vestuario y los elementos sonoros y escenográficos en un lugar de nueva tendencia, con zapatillas blancas y trajes rosas, bañeras de colores, mesas de Ikea, o un audio de Pablo Escobar. Algunos verdaderos aciertos, por lo cínico y divertido de la cuestión atemporal de las tramas de poder que no dejan de ser rabietas de niños-adolescentes consentidos, caprichosos que quieren conseguir la tarta entera para no sentirse frustrados, y lo hacen cueste lo que cueste. La lucha de primos por el mejor regalo en la piñata: el trono. Pero también hay elementos, otros de los muchos que teje la puesta en escena, a los que les falta cobrar sentido de metáfora o moverse en la misma dirección que la historia, tanto plásticamente como de coherencia para el público, que ya de por si se enfrenta a un lenguaje poco sencillo y a una trama, la de Ricardo, enrevesada. Quizás por eso, queramos quitar hierro al asunto y aligerar algunas cosas que no se deberían o llevarlas a elementos contemporáneos que, desde mi percepción –por supuesto- no casan o chirrían, véase las pinceladas a lo sexual que creo cogidas con alfileres o algunas músicas o ruidos que enturbian.
Y en mi caso si soy afín a un tipo de código contemporáneo en escena, donde los hombres interpretan a mujeres, donde se puede vestir de gheisa punk a Julieta o donde un guante puede ser la calavera de Hamlet. Ahora bien, siempre que eso yo, espectadora ante todo, lo perciba con una razón de conjunto narrativo. Pero, dejo claro, esa soy yo como Javier Marias es él, no queriendo ver semejantes afrentas a lo clásico.
Hay mucho en esta puesta en escena, mucha música, mucho elemento, y como en todo, con el tiempo, el rodaje, el reposo y el transito orgánico se irá quitando y moviendo en direcciones de coreografía que hagan una puesta mas sintónica. Porque se ve la suficiente inteligencia y conocimiento del teatro en esa dirección de actores tan precisa que hace Xavier que el resto es coser descosidos o rematar y cortar hilos para hacer un traje que encaje a medida para entender mejor, porque en este caso Shakespeare no era Sarah Kane, y considero que buscaba ser seguido y comprendido en las aventuras y desventuras de sus personajes.
Aciertos, muchos, es ese vestuario naif, de tonos pastel y blancos, un desenfado con coronas del Mac Donald y espadas de madera y bañeras de juguete. La guerra de pelotas –que habría que llevarla a mas o dejarla mas clara – o un chiste absurdo sobre anclas que representa el niño en estado puro de juego, o unos lacayos bufones matando como bobalicones, o ese caballo onírico que se mueve por escena, acompañando, vejando o siendo crucificado como símbolo del poder al que se le rinde pleitesia. Hermoso también ese final de infante sobre mesa, feto perdedor en estado de pureza y sacrificio.
La apuesta es un teatro a la usanza de la creatividad de la pobreza, donde con escasos recursos y buena disposición creativa de tirar del carro del amor al teatro – ahí es nada meterse con este Shakespeare- crean plasticidad y buscan herramientas de lo mas variopinto donde sustentar la acción. Dice su director que esto es también una forma de hacer política. El off en su economía de mínimos puede ondear una bandera que es la necesidad de lo esencial para narrar una historia, y la esencia del teatro es el texto y los actores haciendo eso que está escrito en cada personaje. Y eso sí. Eso sí está.
Destacar por encima de todo las actuaciones de cada uno de los actores y actrices que disfrutan y paladean la trama dicha. Entregados a la dificultad, juegan con sus cuerpos y su espíritu para transformarse en diferentes personajes, o para decir con matices la pataleta cruel de un Ricardo cuyo sueño es ser rey, a costa de la sangre que sea. Lo juegan desde un lugar coral, entregados e interrelacionados. Además, Xavier ha hecho una buena adaptación de los numerosos personajes que parten del original de Shakespeare y de lo necesario que se tiene que contar para entender la historia, ya de por sí, insisto compleja aun en una apuesta clásica.
Rocco DiMarvel y Pier Paolo DiMarvel son el movimiento. Lo propio, aunque en otro plano, que subyace a la acción. Ellos no son voz, son texto corporal y funcionan.
Enrique Cervantes: Reina Isabel, Principe de Gales cegado porque no sabe a dónde va (como en el juego de la gallinita), Clarence y Richmond. Destacar su papel como Reina o como el político de discurso final.
Marta Fuenar hace verdad desde sus facciones aniñadas y bellas un texto de dolor y complejidad tremendo en el cuerpo de Lady Ana. Sabe llevarlo a su terreno de dulzura y desesperación. También es el Duque de York, Ratcliff, Mayor, Stanley y Norfolk.
Keesy Harmsen es la precisión de transformación. Es la precisión y el deleite de los detalles. Su voz, su ligero movimiento, sus giros sutiles para transformarse en la Duquesa de York o el niño juguetón perverso del Duque de Buckingham.
Susana Álvarez tiene una fuerza arrolladora en la tragedia loca de la Reina Margarita y en la comedia de un asesino bobo.
Y luego, Raúl Ferrando, él no se desdobla, ya es suficiente con mantener a un Ricardo, con una carga de Quasimodo impoluto en su trajecito de príncipe contrahecho durante toda la función. Matizar con una voz cansada, con un deje de obscuridad diferentes intenciones y sobre todo con una mirada que pesa y brilla con lenguaje propio en su ansia de vencer y conseguir su objetivo. Maquiavélico niño, como maquiavélico era el sustento del que partía el texto de Shakespeare.
¡Que gusto da verlos en acción! Trabajo y amor a los entresijos y la palabra del teatro.
Raúl Ferrando: Ricardo
Rocco DiMarvel: Caballo/Surrey
Pier Paolo DiMarvel: Brakenbury/Derby/Dorset and Rivers/Catesby
Enrique Cervantes: Clarence/Reina Isabel/Príncipe de Gales/Richmond
Marta Fuenar: Lady Ana/Duque de York/Ratcliff/Mayor/ Stanley /Norfolk
Keesy Harmsen: Duque de Buckingham/Asesino/Duquesa de York
Susana Álvarez: Reina Margarita/Rey Eduardo/Asesino
Dirección y dramaturgia: Xavier Ariza
Ayudante de dirección/Coaching vocal y corporal: Oier Madariaga
Dirección plástica: Antiel Jiménez
Iluminación: Álvaro Manzano
Espacio sonoro: Víctor Hernández
Comunicación: Luis Muñoz
Productora ejecutiva: Viviana López Doynel
Producción/Distribución: Israel Giraldo
Una producción de El Umbral de Primavera
Sala El umbral de primavera C/Primavera, 11
Miércoles y domingos de febrero, 20hs.