Retornados, de Manuel Carballo. Bocanada de aire fresco dentro del subgénero de putrefacción y vísceras

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Seis años después de la desaparición de Fantastic Factory (la productora española especializada en rodajes de cine fantástico y de terror en inglés), Filmax, creadora de la misma, sigue apostando por productos de horror y vuelve a dejar la batuta de la dirección bajo las manos de Manuel Carballo, director de la fallida La posesión de Emma Evans (2010), que tras intentar dar una nueva visión al subgénero de posesiones, da una nueva vuelta de tuerca al cine de zombis. ¿Y cómo lo hace? Pues sin zombis. Sí, esta es la arriesgada y original premisa de una historia que se nos presenta dentro del marco de una suerte de distopía en la que la sociedad ya ha erradicado dos brotes de virus zombi a lo largo de veinte años y logrado controlar la infección. Este supuesto control se ha restringido tan sólo a aquellos afectados cuyo contagio se haya sucedido hace escasas horas mediante la inoculación de una vacuna que controla al virus, convirtiendo al infectado en un Retornado.

«Retornados» de Manuel Carballo

Ante la revitalización del género zombi que estamos viviendo a día de hoy, la propuesta de Carballo es otra muestra más de que no sólo de tripas y vísceras vive el muerto viviente, pues estamos ante un drama que decide navegar alejado de los derroteros más puramente esenciales del cine de terror para adentrarse en una historia sobre la desesperación humana y el conflicto social generado por la segregación. Y es que estos Retornados, considerados humanos con suerte por unos y zombis muy a su pesar por otros, pasan a ser un grupo marginado en la sociedad que verá peligrar del todo su vida cuando desde el gobierno lleguen avisos de que el fármaco que se les suministra para poder seguir controlando el virus del cual son portadores, puede dejar de elaborarse debido a su alto coste de producción.

Kris Holden-Ried y Emily Hampshire en «Retornados» de Manuel Carballo

Kris Holden-Ried (visto en la célebre serie Los Tudor y en la última entrega de la saga Underworld) se pone en la piel de Alex, quien fuera infectado hace seis años y tratado desde entonces por su novia Kate (Emily Hampshire), doctora responsable de una de las unidades de Retornados del hospital y acérrima activista de la lucha en pro de los derechos de los mismos. La pareja deberá luchar para que Alex pueda seguir manteniéndose con vida a medida que el sistema parezca sucumbir a los grupos de radicales contrarios a que los Retornados tengan los mismos derechos de ellos y se verán envueltos en una serie de desdichas que forman parte de un conjunto de giros de guion excelentemente llevados a cabo por el guionista Hatem Khraiche, autor de la sorprendente La cara oculta (Andrés Baiz, 2011). Finalmente, y como venía diciendo al comienzo del texto, el resultado no es otro que el de una historia de zombis sin zombis, muy bien llevada a cabo y cuyo resultado queda muy por encima de toda la ristra de engendros que ha parido Hollywood sobre la enésima historia de muertos y/o infectados y que supone una bocanada de aire fresco dentro de todo este subgénero de putrefacción y vísceras.

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