Quien camina en línea recta se pierde en su laberinto

Quien camina en línea recta se pierde en su laberinto

La geometría de la vida expresa la conciencia en forma sucinta y directa. Es como una flecha que siempre diese en el blanco.

Seamos geómetras, exploremos las posibilidades del círculo o del triángulo para rememorar qué hay de lo sensible en nuestras vidas.

…Pero no hay dos situaciones iguales (¡o sí!), ni dos hombres o mujeres que se parezcan (¡ejem, ejem!).

Valga por lo dicho que la historia de la geometría jamás se ha confundido con la biología, la sociología o la psicología.

Pero,…¿y si?

¿Y si se dieran las circunstancias en las que se pudiera desenvolver el haz euclídeo, por ejemplo, y hacer hablar a las corvas endurecidas o tiernas?

Por ejemplo, la línea recta, sin ir más lejos. ¿A dónde nos lleva? Pareciera que cumpliese un fin en sí mismo.

Así, el camino recto estaría trazado en cada uno de los pasos que emprendiéramos en tal marcha.

Craso error. La complejidad de los seres humanos logra que la línea recta no nos lleve…a parte alguna.

Si acaso nos conduce a un laberinto (sin salida).

Y el laberinto es la cifra, si no del Universo, sí del hombre y la mujer.

Así pues, ¿qué importancia tiene tomar el camino recto? (Si de todos modos nos vamos a perder en el laberinto).

La broma sigue cuando se intenta definir qué sea el recto camino para nosotros, viandantes de la vida.

Porque opciones de vara de medir la recta hay varias. Sin ir más lejos, toda la rica panoplia de la historia de las religiones.

Que no se reducen a un mínimo común divisor. Porque cada religión expresa certeramente una sociología determinada e inconmensurable, a nivel humano, con otras.

Y no es la única opción. Tenemos variedad de filosofías, de antropologías, y hasta de rictus de la cara para expresar la misma señal.

Naturalmente, volvemos ut supra, y nos encontramos abocados al laberinto.

Que es la figura familiar más universal y redundante a poco que se rasque con una pizca de objetividad el material humano.

Que este pequeño excursus sirva para ilustrar el círculo perfecto del laberinto (quien camina en círculo halla siempre el recto camino).

Autor

Soy José Zurriaga. Nací y pasé mi infancia en Bilbao, el bachillerato y la Universidad en Barcelona y he pasado la mayor parte de mi vida laboral en Madrid. Esta triangulación de las Españas seguramente me define. Durante mucho tiempo me consideré ciudadano barcelonés, ahora cada vez me voy haciendo más madrileño aunque con resabios coquetos de aroma catalán. Siempre he trabajado a sueldo del Estado y por ello me considero incurso en las contradicciones que transitan entre lo público y lo privado. Esta sensación no deja de acompañarme en mi vida estrictamente privada, personal, siendo adepto a una curiosa forma de transparencia mental, en mis ensoñaciones más vívidas. Me han publicado poco y mal, lo que no deja de ofrecerme algún consuelo al pensar que he sufrido algo menos de lo que quizá me correspondiese, en una vida ideal, de las sempiternas soberbia y orgullo. Resido muy gustosamente en este continente-isla virtual que es Tarántula, que me acoge y me transporta de aquí para allá, en Internet.

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