En la imagen el actor Jesús Torres, que también firma como autor y director la obra Puños de harina ©Moisés F. Acosta
Por Luis Muñoz Díez
En el programa de mano nos avisan que Puños de harina de Jesús Torres reflexiona sobre el racismo. Después de haber asistido a una representación de la obra, la palabra “reflexión” a lo poco me suena banal, dado el zarandeo al que nos estimula Jesús Torres, en su triple cometido como autor, director, y único interprete. Situándonos en uno de los escenarios más siniestros de la historia de la humanidad, la Alemania Nazi. No lo nombro como el más siniestro, porque hubo otros, los hay, pero no son noticia, y desgraciadamente los habrá, y porque no hay dolor pequeño, y si lo es, no es dolor.
Con Puños de harina Jesús Torres nos propone un unipersonal vibrante que no deja tregua al espectador, ni el actor se permite descanso alguno. Su efectiva escenográfica creada por él mimo, junto a Jesús Díaz, subraya la dramaturgia apoyada en las vídeo escenas creadas por Elvira Zurita, todo esto unido al caudal incesante de movimiento, y el relato verbal que materializa a los personajes de los que habla, te hacen olvidar que únicamente hay un actor en escena.
La luz y la sombra de Jesús Díaz Cortés, y el cuidado espacio sonoro de Alberto Granados nos hacen viajar a Hanover, el lugar donde nació el boxeador alemán Rukeli, al que, por obra y gracia del nazismo, le retiraron no solo su título de campeón, también le despojaron de su nacionalidad alemana, y ya, sin identidad le ingresaron en un campo de concentración, por el único motivo de no pertenecer a la raza aria.
Rukeli, tendrá su espacio principalmente en un container velado parcialmente por telas trasparentes, que darán mucho juego estético, y dramático, a la hora de simular los combates, y para multiplicar al personaje con su propia sombra.
El antagonista es Saúl, un gitano nacido en España en los años ochenta, en el que el autor volcará la mayor de las desazones cotidianas. Las aspiración y el destino de Rukeli, sin lugar a dudas fue más trágico, pero a Rukeli y a los que sufrieron persecución durante el nazismo, tenían clara que la sin razón era algo externo a su cultura, a su familia, frente a la homofobia que sufre Saúl, la propicia quien debería estar llamado a cuidarte y protegerte, en este caso su padre.
Saúl ve a su padre, a su abuelo apodado el toro, y no quiere ser como ellos, ni pertenecer a una sociedad que dicta cómo debe de ser un hombre, y el listado de insensibilidades de las que debe carecer, el número mínimo de demostraciones de avasallamiento, que le obligan sus genitales, y el estado de alarma contante, para no transmitir debilidad alguna, para no perder el estatus de “hombre”.
En un mundo así no cabe un homosexual, porque la sociedad condena y obliga a condenar lo que se sale de la norma, aunque sea tú sangre. Pero por lo que cuenta Saúl, y lo peor es que por referencias lo recocemos cómo cierto, tampoco caben las mujeres.
Uno de los momentos más sobrecogedores de la narración de Saúl, es cuando cuenta que, en una reunión familiar, su padre delante de todo el mundo le pegó una soberana paraliza a su madre, ante el silencio cómplice de todos hombres y mujeres, como escusa, es su mujer, cada uno lleva su familia a su manera.
Los diez asaltos entre Rukeli y Saúl, son emocionalmente impactantes. Igual que el actor no se consiente un segundo de respiro, el espectador sabe que lo que nombra Jesús, en boca de sus dos personajes, es rigurosamente cierto, que la ley del más fuerte sigue siendo moneda de cambio, en una sociedad tan alienada que aun da terror salirse del cliché marcado, que se sigue maltratando al más débil, por el que dirán en muchos puntos del planeta tierra.
Que por vivir en un país, en que aparentemente las cosas han mejorado, no hay que olvidar que el adulterio y la homosexualidad siguen penados con la muerte, sin contar la mofa, y el acoso que se sigue practicando con barra libre.
Puños de Arena de Jesús Torres, denuncia el racismo, la homofobia y la violencia de género en un espectáculo compacto y sobrecogedor, en el que es difícil delimitar donde llega el autor, y donde comienza el director, como actor se le siente su temblor, su escalofrío y su sudor.
Rukelino tuvo tanta suerte como Saúl, que la noche en que cambiábamos del siglo XX al XXI, decidió iniciar el siglo siendo él, el que marcase su propio paso, pero en el fondo es injusto que tenga que irse nadie, cuando los que deberían irse muy lejos, son los causantes de tanto dolor, no sus víctimas.
Puños de harina, pasó con gran éxito por la Sala Mirador de Madrid, del 9 al 21 de noviembre de 2021, estará en cartel en Teatro Quique San Francisco de Madrid, mas información AQUÍ.
Dirección Jesús Torres Producción El Aedo Teatro Dramaturgia Jesús Torres Año 2021 Reparto Jesús Torres Diseño Iluminación Jesús Díaz Cortés Espacio escénico Jesús Díaz y Jesús Torres Vídeo escena: Elvira Zurita Vestuario Mario Pinilla Espacio Sonoro y Música Alberto Granados Coreografía Mercé Grané Entrenamiento personal Diana Caro Entrenador boxeo: Nelson Dotel Diseño gráfico José Ponce de León Fotografía Moisés F. Acosta Técnica en gira: Nuria Henríquez Voces en off: Eva Rodríguez, Antonio M.M. y David Dánchez Calvo Jefa de prensa: Raquel Berini Asesoramiento: Antonio Villar Con el apoyo de Europa 2020, AECID Programa Ventana, INAEM, Junta de Andalucía y Comunidad de Madrid